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Niña canora y viejo verde

Se cuenta que el Ministerio de Defensa británico no dejó que Tassie Hamilton fuese a las Malvinas. No es Tassie un soldado, sino que fue niña cantante en la guerra del catorce. Que aquélla sí que fue una guerra como Dios manda, donde había oficiales de Estado Mayor que eran junkers prusianos con monóculo, casco de pico y cráneo rasurado, y tenientes ingleses llegados de Oxford capaces de leer a Jenofonte en las trincheras.Entonces Tassie iba a cumplir 10 años, lo que para una niña cantante es casi mucho, pero eso se perdona fácilmente en una guerra (aunque la guerra sea como Dios manda) porque en ella cada uno será lo que quiera, y Tassie quería cantar, y los helenizados mílites oxonienses abandonaban por un momento el Anábasis para escuchar a la puericantora que pronto iba a dejar de serlo. Iba a dejar de ser niña, no cantora, pues todavía en el año 1984 canta, a los 74 de su edad, a pesar de que en 1943 los japoneses le metieron metralla en la pantorrilla mientras actuaba para los soldados de Nueva Guinea.

El ministerio dice que Tassie ya no tiene edad, y ella responde: "Estoy suficientemente en forma como para marcharme allí". Y tiene razón. ¿Qué son 74 años? Hace poco, una nota necrológica hablaba del "malogrado Miró". ¡Anda que si Miró fue un malogrado, qué no serenos los demás! El pintor habitó entre nosotros durante 90 años, y en ellos logró realizar una bien nutrida obra... Claro, que si lo miramos desde el tiempo bíblico era no más un muchacho. Dice el Génesis que Abraham tenía 99 años cuando se circuncidó. Y no lo hizo en vano ni fue un farol: al cumplir los 100 nació su hijo Isaac, luego huérfano de padre a la tierna edad de 75 años.

Mirados así, los 74 de nuestra heroína canora son bien poca cosa. Resulta casi una menor. Quiere la buena señora cantar otra vez para estos soldados que ahora descansan de una guerra reciente. ¿Por qué será? Pues porque le, gusta cantar, porque le gustan los soldados y es de suponer que, sobre todo, porque le gustaría ser tan joven. como lo era en esos tiempos en que cantaba para los soldados. Envejecen las guerras, pero los soldados siempre tienen 20 años. Y si en la guerra siempre mueren los mismos, ¿por qué no ha de cantar siempre la misma? Volver a hacer lo que se hizo en otro tiempo produce en muchos la ilusión de recobrar la edad que tenían entonces. Y en ese sentido las asociaciones de antiguos alumnos hacen el papel de un Mefistófeles corporativo, de una máquina del tiempo que nos lleva a la juventud perdida. Otros buscan la vía individual del retorno y lo hacen con métodos gimnásticos o maquiavélicos. Oscar Wilde odiaba los primeros, porque solía decir: "Por volver a ser joven haría cualquier cosa menos levantarme temprano y hacer ginmasia".

El método llamado maquiavélico por diversos tratadistas contemporáneos viene de que, según cuentan, el gran florentino se sintió viejo tras cumplir los 50 años, y un amigo le recomendó que se colocara sobre el vientre, a modo de cataplasma, una joven de 18 años. Parece que tal método no disgustaba a Maquiavelo, porque procuraba practicarlo. Madonna Finochieto le reprochaba sus "usos putañeros". Y él mismo, en una carta dirigida a su amigo Francesco Guicciardini, entonces delegado del papa Clemente VII en la Romaña, habla de unas píldoras milagrosas: "Os digo que ellas me han resucitado". Le envía 25 y la receta: Áloe hepático, cardamomo, azafrán, mirra selecta, betónica, pimpinela y bolo arménico. En la misma carta dice que son para aligerar la cabeza o el estómago, y por eso, los que saben aseguran que no eran afrodisiacas, como se dijo en tiempos.

No parece que Guicciardini las necesitara mucho: tenía 42 años. Pero como entonces las edades no eran como ahora, acaso sí. Tengo ante mí una ficha, de la que lamento haber perdido la referencia, pero que bien puede ser del siglo XVIII o XIX, donde viene una clasificación de las diversas etapas de la vida humana. Esta clasificación resulta chocante en los tiempos de Miró, Picasso, Tarradeflas, Pertini o Adenauer. Es así: puericia, 0-7 años; pubertad, 7-14; adolescencia, 14-21; juventud, 21-28; plenitud, 28-35; madurez, 35-42; declinación, 42-49; vejez, 49-56; senilidad, 56-63... Y en los 63 termina. ¿Acaso porque luego no quedaba más que la muerte? Según esta clasificación, Guicciardini había entrado ya en su etapa de declinación y nuestro Maquiavelo en la de senilidad. Era, pues, un viejo verde. ¿Qué es un viejo verde? El propio Nicolás Maquiavelo contesta en el prólogo a una comedia suya: "Un viejo todo Heno de amor". La comedia se llama Clicia, y el viejo, Nicómaco, personaje acaso no muy lejano del propio autor. Por eso dice el profesor Granada, que tan cariñosamente ha estudiado a Maquiavelo, que ahí nuestro hombre se ríe de sí mismo. Y así pudo ser, porque en ocasiones la autoironía es casi autodefensa. Y no andaba ya para flestolinas y pecóreas, pues como dicen en el Andévalo, a esa edad "está el forraje duró para pitaeras". Le quedaba entonces dos años de vida. Y según escribió con la ironía triste que sólo se ríe del mismo que la ejerce, esa vida la resumió en otra carta famosa con estas tres palabras: "Historiador, cómico y trágico". Más o menos como un bodegón que sirve para todo el mundo.

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