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Brotes racistas en España

El linchamiento de 'Los Ramplines'

Después de 10 días de los sucesos de Torredonjimeno (Jaén), los ánimos siguen; alterados, con una extraña mezcla de frustración, vergüenza y miedo. Cinco personas siguen aún internadas en hospitales de Sevilla y Jaén, con lesiones graves producidas por el fuego, y otras tres se encuentran en prisión, todos ellos, gitanos de la familia de Los Ramplínes, que declaran desde la cárcel, que si no fueran gitanos, no estarían detenidos y que si las víctimas fueran castellanos, ya se habría encontrado a los culpables del intento de linchamiento.Torredonjimeno es un pueblo de 13.500 habitantes, de la provincia de Jaén, con un ayuntamiento de mayoría comunista, unas calles limpias y hermosas plazas. Se calcula que viven allí más de 200 personas de raza gitana. Hasta el día 19 de enero no habían dado que hablar aunque sí eran bien conocidas las malas relaciones entre Los Ramplines y Los Canes. Tan malas, que el padre de Los Ramplines murió a golpes en plena calle del pueblo y, anteriormente, uno de Los Canes fue asesinado por al guien que le clavó unas tijeras en el vientre y las abrió dentro. El que pagó por este crimen fue el entonces menor de edad José Fernández Cortés, de Los Ramplines. Los Canes se fueron del pueblo; José cumplió la pena y volvió. Según sus hermanos, "José tiene papeles que demuestran que no está bien de la cabeza".

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El caso es que José se convirtió en un elemento incómodo en el pueblo: en los bares no se insistía para que pagase la consumición "porque tenía muy mal pronto" incluso llegó a pinchar a un taxista del pueblo. Hasta que el día 18 de enero, según se cuenta, se cruzó, al atardecer, con Cosme Sevilla, que venía del campo y llevaba a su burro para que abrevara. Cosme no fuma y José le pidió un cigarro; aquél se lo negó, y a éste le molestó tanto la negativa que le asestó un violento golpe en la cabeza con la garrota, causándole una fractura de cráneo que obligó a trasladar a Cosme, de 61 años, urgentemente a un centro sanitario de Granada -el punto fuerte de Jaén no son precisamente los servicios médicos-.

Desde el hospital de Granada llegaron a Torredonjimeno malos aires y peores rumores, que fueron concentrando, como si de un remolino se tratara, a las gentes del pueblo en la plaza, frente al ayuntamiento, con gritos de "asesinos" y "fuera Los Ramplines". Se sabía que José, El Ramplín, estaba ya detenido en la cárcel de Martos, pero alguien, en medio de la fiebre de la manifestación, que pedía, más que justicia, venganza, se hizo con una lata de gasolina, y con un grupo, que luego sería seguido por el resto de los casi 1.000 manifestantes, inició la quema de la casa de Los Ramplines.

Miguel Anguita, el reelegido y culto alcalde de Torredonjimento, había dicho que antes que hicieran alguna barbaridad "tenéis que pasar por encima de mi cadáver". Y a punto estuvieron, sobre todo, de pasar sobre los cadáveres de Los Ramplines.

Con la casa ardiendo -la última de una calle que acaba en el campo-, los bomberos empezaron a sacar los cuerpos malheridos de Dolores Cortés, de 60 años; Luisa Ferniández, de 24 años, y sus hijos Rafaela, de cuatro años; Willy, de seis, y Fernando, de siete años. Las tres mujeres siguen en estado grave después de varios días debatiéndose entre la vida y la muerte; los dos niños siguen una evolución favorable. Los hermanos de José, Luis y Julio, consiguieron trepar hasta los tejados y salvarse de las llamas y de las gentes que les apedreaban y pedían una pala mecánica para derribar la casa. Los Fernández-Cortés, desde la prisión de Jaén, han contado a EL PAÍS los hechos desde el otro lado de la puerta de la casa de Los Ramplínes.

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"Aquella tarde nos había llamado el juez a Julián y a mí", explica Luis Fernández, "para que declarásemos lo que había hecho José, porque nosotros tenemos testigos de que estábamos en la aceituna; nos dijo que no nos fuésemos porque teníamos que declarar al día siguiente en Martos. Por lo visto, José había dicho que estábamos con él cuando le dio un garrotazo a un castellano, pero todo el mundo sabe que estaba solo y que es un loco que ya había tenido problemas con otros".

"Yo estaba lavándome los pies cuando oí los gritos diciendo 'asesinos' y 'canallas'. Pensé que el pueblo se había revelado por lo de José. De pronto entró una llamarada por la puerta y cada uno tiramos por donde pudimos; mi hermano Julio y yo subimos hasta el tejado y desde allí ayudamos a mis hermanas, que salían por una ventana que daba al patio; a mi hermana Luisa, ciega perdida, con los ojo achicharrados, se le cayó la niña al patio. A por mi madre no pudimos entrar. Entonces los escondimos a todos, a mi hermana y a mis sobrinillos, que son como nuestros hijos, porque mi hermana está dejada por el marido, y los pusimos, negros, quemados como estaban, en un sitio del patio".

"Julio y yo" -continúa Luis cuando Julio, llorando, ha dejado el locutorio de la cárcel y José le ha seguido- "nos escondimos detrás del depósito del agua del tejado, pero una vecina nos vio y se lo dijo a la gente, que empezó a tirarnos piedras y a gritar 'vamos a por la escopeta y los matamos'".

Los bomberos empezaron a sacar a los heridos, y a Julio y a Luis se los llevó la Guardia Civil, "agarrados como si fuéramos criminales". 10 días después, los hermanos Fernández-Cortés continuaban detenidos, sin otra acusación que la de José, "que no quiere estar solo en la casa". Nadie ha ido a preguntarles su versión de los hechos y el abogado hablaba con ellos por primera vez cinco minutos antes de que los entrevistase el corresponsal de EL PAÍS.

Las asociaciones gitanas piensan que, por parte de la Guardia Civil, hubo "omisión y negligencia en este intento de homicidio, que casi no es frustrado y, además, había tiempo y espacio para haberlo podido evitar". En este sentido, el parlamentario Manuel Anguita, hermano del alcalde de Torredonjimeno, ha hecho una pregunta al Consejo de Gobierno andaluz. El Gobierno Civil ha iniciado una investigación.

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