Informática total
Quizá todo está escrito. Todo lo que acontece puede hallarse ya consignado en algún libro, referido en un interminable cantar homérico que envuelve al oyente y al relator en la trama misma de la narración. El destino de la estirpe de Aureliano, sus Cien años de soledad, estaba escrito en los viejos e indescifrables pergaminos de Melquiades, que sólo tarde se dejan descifrar en el fatal momento en que la historia concluye. Pero si la historia no concluye, si es un relato sin fin, La historia interminable, infinita, entonces, con mayor razón, forzosamente, el lector de la misma, el pequeño Bastian, en algún instante de la secuencia ilimitada, habrá de encontrarse consigo mismo incluido en el relato de ficción, una ficción ahora indiscernible ya de la realidad. Acontecimiento y narración se funden; o acaso el relato incluso precede al acontecer real. El mito propio de narradores como García Márquez y, Michael Ende es que el relato del cronista, la escritura historiadora, no sigue, sino anticipa a la realidad, y junto con ella se despliega ante nuestros ojos su revelación adjunta, como su apocalipsis.No sólo la crónica de acontecimientos, la narración de la historia de los hombres, también el conocimiento de la naturaleza sin historia, de las galaxias, de la filogénesis y de las estructuras microscópicas, puede hallarse ya escrito en un libro o conjunto de libros, donde residiría, cifrado, el secreto de todas las cosas. Las religiones abrahamitas coinciden en ser religiones del libro: no todo el saber imaginable, pero sí el saber necesario y oportuno para la salvación está contenido ahí, en el texto sagrado -Biblia o Corán-, revelado y revelador. En otro orden, la enciclopedia lleva a cabo un proyecto de consignación en libro, si no del saber total, sí al menos del saber necesario y pertinente para la educáción (enciclopedia equivale a ciclo pedagógico), para la ilustración del hombre moderno culto.Pero ¿cómo encerrar el saber necesario -y menos aún el innecesario - en un libro, en una enciclopedia? El reflejo bibliográfico del mundo, del saber completo sobre la universa realidad, no puede estar sino en los libros todos del mundo, en la biblioteca total, según el viejo sueño del buen bibliotecario, desde el legendario Eratóstenes, de Alejandría. Este sueño ha adquirido recientes resplandores en algunos fabuladores y mitólogos contemporáneos: Eco, Borges, entre otros. La inquietante biblioteca de la imaginaria abadía de El nombre de la rosa, de Eco, reproduce en su laberíntica planta -en signos, no en simetría- el mapa del mundo conocido; y custodia una insondable verdad en la que, por otra parte, los libros, esquivamente, más que hablar del Mundo, hablan los unos de los otros en un universo cerrado donde la entrada es fácil y muy dificil la salida. El universo -al que otros llaman biblioteca- descrito en La biblioteca de Babel por Borges (Ficciones) encierra la totalidad de las posibles combinaciones, en cada uno de los idiomas, reales e imaginables, de los veintitantos símbolos ortográficos, conteniendo con ello todo cuanto es dable expresar, incluida la historia del porvenir, las autobiografías de los arcángeles y los varios catálogos de la propia biblioteca, los verdaderos
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y los falsos; en los libros caóticamente yuxtapuestos a lo largo de los ilimitados y periódicos anaqueles de sus celdas hexagonales todo está previsto y escrito, nada queda por decir. Es el mito de la biblioteca total. No ya la naturaleza como libro abierto -imagen favorita en el pensamiento medieval y renacentista, y todavía en Descartes, Hume y Rousseau-, sino más bien, al contrario, el libro, la biblioteca como naturaleza, como universo, cosmo y también caos, fuera del cual no hay un adarmede realidad ni de posibilidad.
El archivo total, la exhaustiva escrituración del universo, no ha pasado, hasta ahora, del estadio y horizonte del mito. Con la informatización de los conocimientos, de las bibliotecas y centros de documentación, con los,bancos de datos clínicos, policiales y fiscales, estamos aproximándonos a grandes trancos a la realización del mito. Cada nueva generación de ordenadores es capaz de almacenar y procesar mayor volumen de datos. El día más o menos lejano en que estos ordenadores y sus memorias en bandas o discos lleguen a hablar todos entre sí -como los libros de la abadía de Eco- mediante conexiones más reales que las de la biblioteca,. en la pantalla de una terminal los hombres podrán leer todos los periódicos y los libros escritos en todos los idiomas del mundo, los listines telefónicos y los datos meteorológicos completos del planeta, las cifras todas de h aber y debe bancario de los contribuyentes, el diagnóstico médico de todos y cada uno de los enfermos hospitalizados en el globo, la ficha policiaca de todos los ciudadanos sospechosos (y sospechosos van a serlo todos).La biblioteca de Borge s es todavía una ficción, pero encaja en el carril de una ficción realistamente futurológica; es decir, estamos ya ahora encarrilados en dirección a ella:
El libro sagrado profesa contener todo lo indispensable para la salvación. La enciclopedia quiere encerrar lo indispensable para la educación, la formación del espíritu civilizado, cultivado. Proponiéndose como meta la erudición o, mejor, el almacenamiento objetivo, extramental, de los saberes, la biblioteca inicia ya un proceso drástico de distanciamiento, de extrañamiento del saber y de la información respecto a los sujetos potencialmente sabios e informados. El Mundo 3, por decirlo en términos de Popper, el universo de los productos de cultura, de conocimiento objetivo, se independiza y extraña del Mundo 2, del ámbito mental, psicológi¿o, que originanamene lo ha hecho nacer. La informatización consuma tal exterioridad y extrañamiento. Potencialmente, con ella podemos estar informados de todo sin estar realmente, subjetiva y psicológicamente, enterados de nada. Potencialmente, con ella estamos dotados de una -poderosísima memoria externa que nos libera'de los onerosos menesteres a que la memoria propia, personal, se ve obligada en las civilizaciones orales y que, en principio, multiplica en mucho nuestra capacidad para procesos cognitivos, creativos, de investigación y de descubrimiento. Pero los potenciales sabios que la informática total crea podemos también ser reales ignorantes. La exhaustiva información no asegura -la salvación, ni la educación, ni siquiera el saber.' El almacenamiento in-, formatizado es tanto camino cuanto obstrucción del conoci-' miento; es un laberinto donde podemos pasar a milímetros de nuestra dicha sin llegar a conocerla, a sospechar-su cercanía. Mientras en mi terminal tecleo la petición de datos para la exacta ubicación de un quasar a millones de años luz, en otro lugar del sistema puede'estar procesándose la información -que yo no solicito y no recejo- del inminente temblor de -tierra, cuyo epicentro, en pocas horas, estará justo bajo mis pies.
El mito de la biblioteca suele concluir con su aniquilamiento por incendio -véase otra vez El nombre de la rosa y también Auto de fe, de Canetti-, pero no sólo en la ficción; igualmente en la histórica biblioteca de Alejandría. Sabio es entonces el que habiendo pasado por la mediación y el laberinto de la Biblia, de la enciclopedia, de la biblioteca" del ordenador, consigue sobrevivir a su destrucción guardando el saber necesario para ser salvo y para no perder la cabeza en medio de la catástrofe.
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