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"Me siento mas en peligro en Tours que en Bayona", afirma el etarra Domingo Iturbe, confinado al norte del Loira

Domingo Iturbe Abasolo, Txomin, supuesto dirigente de ETA Militar (hecho que él niega), reside desde hace una semana en Tours, forzado por las autoridades francesas. Como otros vascos residentes antes en el sur de Francia, ha sido confinado ahora en el norte de ese país. Txomin no se siente a gusto ni protegido, a pesar de que los responsables franceses de la seguridad dicen lo contrario. Teme lo que ocurriría si fuesen entregados a España sus compañeros expulsados de Francia, y entiende que el problema de la violencia en Euskadi sólo tiene una solución política.

Cuando desde París se han rodado 250 kilómetros camino de España, Tours queda a un lado de la autopista. Tours fue la patria de Balzac. Tiene unos 200.000 habitantes; es una ciudad bella, antigua, rica, y desde 1920 pasó a los anales de la política contemporánea, porque en ella se celebró el histórico congreso de Tours, que con la escisión del partido socialista alumbró el Partido Comunista de Francia (PCF). Pero nada de lo dicho influyó en Txomin para que eligiera Tours como lugar de residencia. Las autoridades francesas le ofrecieron, como a los demás, una ciudad "por encima del Loira", y el activista etarra, considerado como uno de los jefes históricos de ETA Militar, se afincó en Tours, "porque es el lugar más próximo a Bayona por encima del Loira"Además de haber elegido libremente "un lugar en el norte del país", en esta ocasión el confinamiento no es vigilado, sino libre. Txomin sólo tiene la obligación de presentarse una vez al día en la comisarla, y después puede hacer lo que le apetezca. Por todo ello, los gastos corren por su cuenta, y no por cuenta del Estado como sucedía en otras ocasiones de residencia vigilada.

Txomin se declara en todo momento "un refugiado que no tiene por qué hacer declaraciones políticas". "Y además", añade, "no tengo por qué hablar en nombre de la organización". Pero alguna frase se le escapa, más o menos intencionadamente, cuando interviene en la conversación que mantiene con dos conocidos suyos de Tours y con un amigo que ha subido a verle desde el País Vasco francés.

Con ellos, primero, comió en un restaurante y después dio un paseo; más tarde entró en un café, y volvió a pasear, a veces aparentemente sereno y tranquilo, y contento, pero más dominado por el nerviosismo; en ocasiones como si estuviera hasta la coronilla de Tours: "No es cierto que el Gobierno francés quiera protegernos, porque en tal caso no diría a todo el mundo dónde estamos. Yo aquí, lejos de mis amigos y de mi familia, me siqnto más en peligro que en Bayona".

"A las nueve de la mañana ya estoy dando vueltas, y ya conozco la ciudad de arriba a abajo". Txomin pasea con EL PAíS bajo el brazo. Dice que lo compra todos los días, además del regional que se publica en Tours, La Nouvelle République. A pesar de su participación en la charla con sus amigos, se nota con frecuencia que Txomin se evade, piensa en otra cosa. De repente, entra un policía en el restaurante y saca su carné de refugiado político, totalmente en regla. Pero el policía, que acudía al lugar por sus quehaceres, ni tan siquiera advirtió el grupo. Txomin insiste en que él- es de los pocos que tiene un carné de refugiado político en regla y que, por tanto, su confinamiento es indebido. Su abogado ya tiene el problema entre manos, para recurrir contra la orden oficial." Tendrán que matar a todo el pueblo vasco "Txomin conviene en que en esta ocasión el Gobierno francés, al confinar o expulsar a los presuntos etarras residentes en País Vasco francés, ha operado "de manera intrigante" pero de todas formas razona el hecho: "Por un lado, no cabe duda que han jugado los intereses de la Internacional Socialista. Y sobre todo, lo que ha ocurrido es que a Felipe González le estaba Regando el agua al cuello a causa de los militares, y recurrió a Mitterrand para, suplicarle algo que impresionara. De ahí han venido todas las medidas, que en el caso de los expulsados de Francia incluso es posible pensar que su aventura pudiera concluir en una extradición. Pues bien, todo esto no servirá para nada. Quiero decir que todo ello no frenará la lucha del pueblo vasco. Si continúan por este camino que da la impresión que han iniciado ahora, tendrán que matar a todo el pueblo vasco, si es que eso es viable o posible".

Momentos después, en un bar, el grupo habla de los comentarios de la Prensa de Madrid sobre las supuestas divergencias entre el dialogante Txornin y el duro Eugenio Etxebeste, Antxon, el otro supuesto jefe de ETA Militar. Sus amigos comentan que cuando se habla del problema vasco cada cual habla sin conocer al otro, y este elemento no puede más que envenenar el dramático proceso que se vive desde hace años.

Txomin escucha, y en un momento dado corta a iodos: "El problema vasco no es Antxon, ni Txomin, ni las expulsiones a Panamá. El problema vasco es más complejo y más simple al mismo tiempo. Quiero decir únicamente que se trata de un problema político, y no de un problema policial". Entonces surge el tema de las -negociaciones, que nunca se han realizado, aunque "no hay fuerza política que no lo haya intentado", dice un amigo de Txomin, que a su vez añade: "Pero siempre en privado, cosa que a nosotros no nos interesa. Una vez sí, incluso fueron dos compañeros a Ginebra, pero nada más empezar la conversación la cancelaron, -porque de lo que querían hablar era de asuntos de personas, y no de las cuestiones serias".

Otra vez de paseo por Tours, surge en la conversación la referencia a los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), de los que Txornin opina que "no tienen nada que ver con la extrema derecha, y sí con Madrid, y no sé si con la policía o con el Ejército". Al anochecer, sus amigos se van a sus quehaceres y, una vez más, a Txornin. se le nota como un pez fuera del agua.

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