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Justo

Ruiz-Mateos nos observa desde Londres, como el capitán Nemo observaba a Ciro Smith y sus compañeros en su desorientado ir y venir por La isla misteriosa. El ojo de Ruiz-Mateos va buscando las contradicciones del Gobierno y ha descubierto que la UGT permanece en un estado ambiguo en su relación con el poder político: entre la solidaridad crítica y el cabreo clasista. Y en el friso de las actitudes tan solidarias como cabreadas, destaca la musculatura airada de Justo Fernández, líder de la UGT bancaria, el único líder socialista que se deja hacer fotografías con un cartel de Largo Caballero al fondo.El asesor semiótico de Ruiz-Mateos le hizo una lectura del sistema de señales que emiten Justo Fernández y su cartel de Largo Caballero y terminó su indagación con un veredicto: he aquí el eslabón débil en la cadena umbilical que une el Gobierno con UGT. El líder sindical volvió de Londres con los bolsillos llenos de información desestabilizadora y una de tres: o se la guarda bajo su propia responsabilidad, o la oculta bajo la responsabilidad del Gobierno, o la hace pública y que cada golfo se busque su abogado.

Si el viaje hubiera sido secreto, la información obtenida por Justo Fernández habría podido ser silencíada, pero el viaje ha sido una sonada inversión publicitaria de Ruiz-Mateos y Justo Fernández, el uno en busca del centro de atención de la España extramuros, y el otro, del centro de atención de la España intramuros. Que esa información pase exclusivamente a los arsenales dialécticos de UGT para cuando haya que negociar convenios de banca es un exceso corporativista inaceptable. El dinero es hoy día en España un bien tan escaso como el agua, el trabajo o el Vega Sicilia, y todos, como clientes bancarios, tenemos derecho a saber con quién nos jugamos los cuartos.

Es posible que las revelaciones de Ruiz-Mateos sean o tan esotéricas como las de la Virgen de Fátima o tan falsas como las supuestas memorias de Hitler. Pero sería injusto que Ruiz-Mateos se hubiera llevado al huerto sólo a Justo Fernández. Todos queremos ir al huerto con Ruiz-Mateos, como a todos nos hubiera gustado que se nos hubiera aparecido la Virgen de Fátima.

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