La seguridad de Jesús López Cobos

Desde su presentación en Madrid, y en la Semanas de Música Religiosa de Cuenca, el año 1965, hemos escrito muchas veces sobre Jesús López Cobos, una vocación y una paciencia capaces de conducir el instinto hasta niveles máximos. Ahora, cuando el maestro zamorano se hace cargo de la titularidad de la Orquesta Nacional, no hay sino celebrar el hecho y anunciar, con la seguridad que permite el tesón de López Cobos, una etapa muy brillante y casi constituyente para nuestro primer conjunto sinfónico.López Cobos, en la década de los sesenta, aunaba su preparación universitaria y sus estudios musicales. Y nos daba con frecuencia ejemplos de bien hacer al abordar la polifonía de Castro Mallagaray o Alonso Lobo. Ya en 1970 protagonizó una excelente Misa en do, de Beethoven. El mismo año dirigía, creo que por vez primera, la Orquesta Nacional en sus series regulares del Teatro Real. Y en 1973, con la Orquesta y Coro Nacionales, aborda un íntegro programa bruckneriano: la Misa nº 3 y el Tedeum. Han pasado los años de becas, estudios y prácticas en Austria, Estados Unidos e Italia, durante los cuales percibió o confirmó la importancia de Antón Bruckner en la historia de la invención sinfónica europea.

Autores y sinfonías 'claves'

Su primer concierto como titular de la ONE ha juntado los nombres claves de Haydn y Bruckner a través de la sinfonías, también claves, nº 103, en mi bemol mayor, del primero, y la denominada Romántica, del segundo. La sinfonía como forma y como proceso dialéctico alcanza en ambos autores altísimas cimas. En cierta medida, ambos asimilan y transforman un legado anterior para abrirlo al futuro. Al escuchar el comienzo de la sinfonía haydiana, la sorpresa es mayúscula por la intensidad dramática y la rebeldía a los sentimientos vigentes en el momento que advertimos en el intenso Adagio. Ante la Cuarta de Bruckner, herencia de Wagner, sí, pero mucho más clara consecuencia de la línea Haydn-Mozart-Schubert, nos asombra el compositor tantas veces maltratado por el tópico (el "beato simplón", el "maestrito") con la construcción de un fuerte y grandioso monumento sonoro a partir de materiales muy sencillos. En las catedrales sonoras de Bruckner hay arquitectura capaz de resistir el viento y la lluvia de los siglos, pero hay, en no menor medida, un "espacio místico" que es alma y aire vibrátil al mismo tiempo.Jesús López Cobos -que ha tenido el buen acuerdo de repetir este programa el próximo miércoles "a taquilla abierta"- realizó una excelente labor, que no es sino la continuación del trabajo anterior, pues su ligazón con la ONE no es de ayer. Consiguió un sonido bello y afectivo, y presentó el conjunto de las dos sinfonías, desde una visión perspectívica y una actitud comprometida. Esta es una de las grandes dificultades del sinfonismo de Haydn y de Bruckner, por otra parte lejanas en el tiempo, y no sólo en el tiempo: la necesidad que tiene el director de distanciarse para trabajar la arquitectura y de internarse para dar con el secreto de un misticismo tan religioso como musical y, en todo caso, nada literario, ni metafórico, sino auténtico y vivo. En palabras más populares: el maestro debe "repicar y andar en la procesión", lo que el pueblo parece negar, pero el artista debe lograr.

La Sinfonía Romántica, la más interpretada por la ONE, ya que anteriormente, y a partir de 1946, la hicieron Unger, Matacic, Sawallisch, Kertesz, Leitner y Celibidache ' obtuvo una versión rotunda y hermosa; los profesorers de la Nacional sirvieron a López Cobos un "ideal sonoro" grave, consistente y lírico, de perfiles germánicos, tal y como conviene a los pentagramas de Bruckner. Antes, en Haydn, las d'orsianas "formas que vuelan" habían sonado ágiles y aéreas. Al éxito, merecido por la categoría de las versiones, se sumó el calor entusiasta de la recepción: López Cobos cuenta con la adhesión de todos, dirigentes, profesores de orquesta y coro y público.