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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre De Palol

La carta del nieto del poeta Miquel de Palol (EL PAIS, 23 de diciembre de 1983) ha llegado en la dulce mediocridad navideña casi como para darme algún motivo de distracción, aun cuando, según parece, debería haberme touché.

Como quien va sobrado de razones, el nieto del poeta parece haber escogido el argumento más sólido: el de la descalificación personal del oponente; con ello demuestra al lector su enorme capacidad dialéctica. Hay, sin embargo, algo todavía mejor. Un tono de rancia gravedad, altisonante (con la inevitable interrogación retórica) y un cierto deje altamente aleccionador en lo que a moral pública se refiere: en el momento culminante llega, incluso, a identificar la voz crimen con el concepto sinceridad, con lo que el texto consigue hacerse, efectivamente, jocoso. Todo ello me hace pensar que el susodicho personaje mantiene una extraordinaria analogía -muy lógica, por otro lado- con su padre.

La carta, por lo demás, contiene otros elementos de enjundia. Por lo visto, uno se ha pasado algunos años masticando deseos de venganza contra un tal Rovira, a quien le gusta figurar como miembro de un jurado literario. La idea es histriónica, carcajeante, a pesar de que mi sentido del humor no acostumbra a complacerse en el chistazo. Por otra parte, este gran deseo de venganza debió de evaporarse súbitamente al comprobar la inutilidad del diálogo con el nieto del poeta: a pesar de haber sido uno de los más activos impulsores de la regeneración de los Premis Literaris Gironins, dimití de la comisión organizadora pensando que con ello facilitaba el acuerdo. En lo que a mí se refiere, pues, vía libre a cuanto personaje o personajillo sincero, ensayista, profesor, literato ("criminal" (sic) o no) haga falta para rellenar el currículo más o menos raído de algún premio de poesía. Yo me complaceré en la contemplación de sus espectáculos como quien observa a los adorables personajes bufos de las tragicomedias. Dimití, y quedó claro; me gustaría, pues, si no es mucho pedir, no verme mezclado en sus historias.

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En el fondo, comprendo al nieto: además de ganar, quiere tener la razón. Si hace falta, se la doy, que yo no tengo problemas de imagen; aunque en -estos tiempos de rebajas y de crisis es mucho pedir. /

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