Muerte en el hospital
En el mes de mayo ingresamos a mi padre en la Unidad Coronaria de la Cruz Roja de Madrid, donde le fue implantado un marcapasos. Con posterioridad, en dos ocasiones más, tuvo que reingresar para corregir el mal funcionamiento del aparato. Siento no poder explicar de qué fallo se trataba, puesto que la información que se nos facilitaba variaba según el momento y la procedencia. Tampoco llegué a entender, en los sucesivos internamientos, cómo a un enfermo con insuficiencia cardiaca y de alto riesgo, según la calificación dada por los médicos a mi padre, se le podía alimentar con macarrones, patatas, etcétera, y galletas y azucarillos, siendo también diabético.Fatalmente, el domingo día 4 de diciembre, y a las 24 horas de haberle dado el alta, tuvimos que ingresarlo de nuevo, ya que, por cuarta vez, había dejado de funcionar el marcapasos. El estado de mi padre, según nos dijo el médico de guardia, era bueno, pero a los 20 minutos de esta conversación nos avisaron de su muerte. Al preguntarle insistentemente sobre lo ocurrido, nos amonestó con no darnos más información. Eso sí, añadió que había que esperar a los cirujanos para que le extrajesen el marcapasos por el peligro de radiactividad que suponía. Y me pregunto: Si es radiactivo, ¿cómo lo puede llevar dentro un ser vivo?; si esa radiación no es peligrosa, ¿para qué quitárselo?, y si lo es no creo que contamine mucho en un cementerio dentro de su tumba. Suena rarísimo.
Finalmente, quiero advertir que la guardia de noche la hace un solo médico. Una planta que consta de 13 habitaciones dé dos camas y una UVI con capacidad para siete enfermos. /
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