Pascual Alemany Cot
Ciego desde los 20 años, preside el Club de Hockey Mollet
Cuando entró en el seminario, con 10 años, no podía imaginar lo que le iba a deparar la vida. A los 20 años, un accidente le dejó ciego. Lejos de refugiarse en la nostalgia, buscó y encontró un modo de sobrevivir a esa desgracia. Se ha convertido en una de las personas más populares de la localidad catalana de Mollet y, desde nace cuatro temporadas, preside el Club de Hockey Mollet, cuyo primer equipo lucha por ocupar posiciones de privilegio en la División de Honor. "Intentaremos quedar al final del campeonato entre los cinco primeros" dice con atrevida voz Pascual Alemany Cot.
"El accidente fue a los 20 años, en el pueblo de Montmeló. Yo iba en bicicleta y choqué con la parte trasera de un tractor. Me rompí los nervios ópticos y perdí totalmente la vista. En la clínica, los médicos le dijeron a mi familia que no podían soldar el nervio. Yo estaba a 20 metros del médico, pero el que no puede ver escucha y, en aquel momento, sólo pensé en mi madre, que no se había movido de mi lado ni un instante, y en mi novia. Por ellas hice muchas cosas", recuerda Pascual Alemany Cot.Ahora, a sus 36 años, no ha perdido la sonrisa veinteañera que se le atragantó en aquella maldita carretera comarcal, ni la ilusión por vivir, que siempre fue una de sus constantes. Como él dice, "la gente es lo que quiere ser. El problema se plantea cuando el ciego se queda en casa y se esconde. Yo me quedé ciego y salí a buscar a la gente. Gracias a eso he hecho muchos y buenos amigos. Los ciegos son un mundo aparte para el 90% de la gente, pero es precisamente por eso, porque la mayoría se aparta y no va a buscar a la gente".
Pascual Alemany es un hombre feliz, casado y con dos hijos: Mireia, de nueve años, y Rubén, de siete. Dice que su vida es exactamente igual "a la de una persona normal y corriente. Me levanto tranquilo, voy a trabajar, a vender cupones, almuerzo, por la tarde voy con los compañeros a tomar un café y ya empiezo con la actividad propia del club".
El club aglutina nueve equipos de hockey sobre patines y 70 patinadoras. Es su cuarta temporada como presidente. "Mi afición por el deporte viene de lejos. Yo empecé a jugar a fútbol en Montmeló y Mollet. Cuando fui a estudiar al seminario de La Conrería empecé a practicar balonmano, baloncesto y atletisimo. ¿Qué si tenía vocación de cura? Hombre, cuando entré en el seminario, con 10 años, ¿quién podía tener vocación? Lo que pasa es que yo era uno de los monaguillos de Montmeló y, sin darme cuenta, me encontré en el seminario. Allí estuve hasta los 15 años. Cuando mis padres se trasladaron a Mollet yo me fui con ellos. Y aquí, en Mollet, tendría 18 años cuando vinieron a buscarme para ayudar a los del hockey. El club es taba en Tercera División y desde entonces he hecho de todo, hasta que hace cuatro temporadas fui elegido presidente".
No se pierde un partido. Dice que no chilla en la pista "porque causa muy mal ejemplo que los que están al frente de una entidad se conviertan en forofos", pero confiesa que, en algunos momentos, pierde los nervios. "Yo me pongo siempre junto a la valla, donde más se vive el partido, y entre el ruido de la pelota, del stick, de los patines y lo que me van contando, me voy haciendo una idea".
Se puede pasar horas y horas hablando de hockey, del poderío del Barça. "Con Núñez no he hablado nunca, pero me parece un gran economista". Del olimpismo.
"Pienso que el hockey debería ser deporte olímpico, aunque en el momento en que lo sea, el hockey español bajará, porque las otras naciones subirán'.
Dice que con el presupuesto de su club, siete millones entre patinaje artístico y hockey, "no se puede competir con Barça y Liceo". Y luego están los árbitros, como siempre. "No hay árbitros preparados porque no hay escuela de árbitros. Por la manera de pitar, yo ya sé si un árbitro es bueno o malo. El árbitro tiene que pitar y ya está. No tiene que ser protagonista".
Se pasa el día junto a la radio y tiene bastante con las dos primeras palabras para saber qué informador deportivo está hablando. Del controvertido José María García opina que "es un tío que sabe vivir muy bien del deporte". Pascual Alemany tiene fe en la gente. "Por eso no voy con bastón por la calle. Si vas con el bastón pierdes el contacto con la gente y lo más bonito es precisamente ir con la gente, sea el alcalde o un gitano".
Tiene su opinión formada de la ONCE. "Ha ido de mal en peor", señala sin pelos en la lengua. "Si los que mandan piensan con los pies y no con la cabeza, no se puede hacer nada". No está afiliado a ningún sindicato, "ni pienso apuntarme a ninguno. Si tienes algún problema, ellos no están en condiciones de solucionártelo". En cambio, es militante del PSC-PSOE. "Incluso estuve en la ejecutiva local. Pero quiero dejar muy claro que la política es una cosa muy personal y no porque una persona sea de un partido hay que creer que la entidad también lo es".
Le duele que el pabellón de deportes aún no se haya terminado porque los políticos no se ponen de acuerdo". Reconoce su desgaste presidencial. "Sí. Estoy cansado. Es muy posible que ésta sea mi última temporada de presidente. Me gustaría más dedicarme al patinaje artístico, que no crea tantos problemas". "En realidad", apostilla, "lo que a mi me gusta es trabajar por el deporte para la juventud".
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