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La vuelta a casa, una segunda aventura para Ios emigrantes

Manuel Rivas

Alfredo Arijón, natural de Carballo, ha dejado sus herramientas de carpintero en la empresa Hans Mauss, en Erlangen, República Federal de Alemania. Ha cogido un tren la tarde del jueves día 22 y ha llegado a la estación de San Cristóbal, en La Coruña, cuando despuntaba el amanecer del día 24, Nochebuena. Como cada año, desde hace 18, ha venido para pasar las fiestas; con los suyos. En el mismo vagón ha viajado desde Hannover José Mariño, 23 años allá, metalúrgico en la Box. Es el tren de los pioneros, de los que esperan la jubilación, contra viente y marea, para volver definitivamente a casa. Tras el éxodo brutal que ha vaciado a Galicia de jóvenes generaciones, el problema se llama ahora retorno. Aunque tampoco es exactamente así.

En Galicia se sigue emigrando. Cerradas casi todas las puertas, con los países comunitarios forzando el retorno, la estadística sigue ofreciendo una realidad sobrecogedora: 4.469 gallegos, sólo en la provincia de La Coruña, han emigrado a Europa este año. Otros 18.000 hubieran querido emigrar. Roberto Pintos, delegado del Instituto Español de Emigración, lo confirma: "No hay casi posibilidades, salvo el empleo temporal en Suiza; pero la presión emigratoria se mantiene o, lo que es lo mismo, las estructuras que obligan a emigrar no han variado".La emigración, su gesta y drama, no tiene apenas quien la escriba. Ni siquiera ordenadores que la registren en toda su dimensión Todos los intentos para establecer un censo fiable de emigrantes han fracasado hasta el momento. Se han perdido también los números. El Instituto Español de Emigración lleva1a cuenta de los emigrantes directamente asistidos Pero las ramas del tronco emigratorio se complican: ¿cuántos han ido y se van por su cuenta?, ¿cuán tos son los hijos, la segunda generación, y los hijos de los hijos, la tercera generación?, ¿cuántos se ha quedado para siempre en la diáspora? Y, sobre todo, ¿cuántos han vuelto?

Plan Marshall a la española

"La emigración española ha sido la clave segura de nuestra balanza de pagos, compensando el déficit crónico de nuestra balanza comercial, por lo que las remesas de divisas de nuestros emigrantes han podido ser llamadas con razón el Plan Marshall de la economía española. La emigración frenó el paro y derivó conflictos económicos y sociales". El marqués de Santa Cruz, entonces subsecretario de Asuntos Exteriores, defendía así en las Cortes, el 14 de julio de 1956, la creación del Instituto Nacional de Emigración. En las cuentas del régimen no faltaban también alusiones a un genético espíritu aventurero.

Uno de los que envió divisas fue José Rego, trabajador de hostelería en Bournemauf, en el sur del Reino Unido. Regresó en 1973 y buscó trabajo. Llegó a ofrecer más de un millón para obtener empleo fijo. Acabó, como otros miles, abriendo un bar. Uno de esos bares que llenan de topónimos exóticos la geografía gallega: Glasgow Kings, Vals-les-Bains, Geneve, Bayern, Düsseldorf... Tras la aventura del bar, José Rego trabaja ahora, desde las cinco de la mañana hasta las nueve de la noche en un mercado de frutas, "y no se me caen los anillos, claro". En Bournemauf, comenzando de friegaplatos, había llegado a barman cualificado. "Fui a una escuela de camareros, y además leía mucho allí, si tienes voluntad, puedes medrar; aquí te echan para atrás".

Con parecida filosofía comulga su tocayo, José Rodríguez, zapatero en el centro comercial de Cuatro Caminos. En 1960, a los 22 años, sin saber leer ni escribir ("firmaba con el dedo"), salió de la rúa de Petín, en Orense, rumbo París. El dinero para el viaje, 5.000 pesetas, lo consiguió con un préstamo de la Caja de Ahorros. Gracias a un convecino, que luego se suicidaría en un problemático retorno, pudo ir abriéndose camino hasta convertirse en un OPI -metalúrgico cualificado- en la Citröen.

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Nuestro hombre deja por un momento las herramientas y revive con emoción la experiencia: "La emigración me abrió los ojos, aprendí a leer, me inscribí en la Alianza Francesa en un curso sobre Lengua y Civilización, conocí a exiliados políticos, a intelectuales como Julio Cortázar, un gran tipo". Una mañana de mayo de 1968 Julio Rodríguez se dirigió a la empresa Unic Camions. En la fachada encontró una pancarta sorprendente: Empresa ocupada por los trabajadores. "Los franceses son muy suyos, pero hay que reconocer que son un gran país. Fíjese usted que en mayo del 68 estuvo Francia paralizada un mes y sólo hubo dos muertes, por accidente; además, aquellos sindicatos sí que funcionaban: al final cobramos nuestro salario, como siempre".

Ni Rego ni Rodríguez demoran la respuesta cuando surge la pregunta inevitable: "¿Por qué volvimos? Hasta que uno está fuera no sabe lo que tira la tierra, aunque no nos guste como está esto y uno a veces se pregunta qué se hizo de todo aquel dinero, dónde están las empresas que den ocupación a los que vuelven".

La tierra tira

Quien con sus medios ha tratado de aportar un grano de arena al asiento de los retornados es la cantante Ana Kiro. Cuatro ex emigrantes trabajan en su cafetería, en el extrarradio coruñés. La propia Ana es un símbolo de la emigración.Natural de la aldea de la Castañeda, en Arzua, a los 16 años cantó por primera vez a través de las ondas de una emisora de San Feliú de Llobregat, en Barcelona. Desde entonces, por Europa y América, ha hecho llorar a mucha gente con el recuerdo de Galicia. "Y no porque sea sensiblera, sino porque la realidad del emigrante es de por sí dramática: una vez, en México, cantando Miña nai (Mi madre), tuve que decirle a una emigrante que dejara de llorar porque yo así no podía seguir".

En una de sus giras, en Buenos Aires, Ana tuvo su experiencia más emocionante, cantando en el Asilo de Ancianos Gallegos, abuelos de 70 u 80 años sin esperanza ya en el retorno. Y en Argentina encontró Ana Kiro a su tío de Buenos Aires. "Era el hermano más pequeño de mi madre y no lo habíamos vuelto a ver desde que marchara, hace 30 años; con una ayuda de la familia pudo reencontrarse con su tierra".

Según José Carlos Rodríguez, director general de Emigración de la Xunta de Galicia, el retorno de ancianos en situación difícil es uno de los objetivos a corto plazo que se ha fijado el Gobierno autónomo, a través de un convenio con el IEE. "El Instituto asumiría el coste del desplazamiento y la Xunta garantizaría plazas en residencias de la tercera edad".

"La caridad al servicio del prójimo", reza una leyenda en la fachada de la Residencia de las Hermanitas de los Ancianos, en el barrio de las Atochas-Monteouto, de La Coruña. A sus 82 años, soportando en la cama una tempestad gripal, está Enrique Veira. Él ha vuelto hace tiempo, mucho, en el 36. Trabajaba de chófer en La Habana, fue uno de los fundadores del movimiento sindical cubano, y lo expulsaron sin contemplaciones. "Llegué aquí sin nada y a los dos meses estalló el alzamiento de Franco; ya no pude levantar cabeza

Entre 15 y 25 años, esa era la media de edad de los 400.233 gallegos que, según datos oficiales, emigraron a América de 1911 a 1920. El total de emigrados a ultramar entre 1911 y 1965 fue de 1. 117.136. El éxodo había comenzado, en realidad, mucho antes, en forma colectiva, con la expedición das familias a la Patagonia, entre 1778 y 1784. La emigración a ultramar sería sustituida por la continental en la segunda mitad de este siglo.

Siempre gente joven. Quizá mucha más, como decía José, el zapatero amigo de Cortázar, de la que puede dar un país. Algunos, los indianos, volvieron ricos. Algunos gozaron de una celebridad reciente, como Manuel y Fina, el chófer y ama de llaves de Richard Nixon, aunque ninguna revista del corazón ha hablado de sus graves problemas para sobrevivir en el retorno. La gran mayoría...

Y usted, ¿cuándo vuelve? Alfredo Arijón coloca su inseparable boina y carga como puede con bolsas y maleta. Tiene prisa por ver a los suyos en la aldea de Bergantiños. Ha dejado sus herramientas de carpintero en la empresa Hans Mauss, en Erlangen, RFA. "Uno ya no es joven para volver ni tampoco para seguir allá".

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