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A divertirse...

Los puristas cristianos han deplorado en el transcurso de los siglos la intrusión de las costumbres paganas, del canto, la fiesta y la alegría general -a menudo llevados a excesos desagradables- en la solemne celebración religiosa del nacimiento de Cristo. Muchas de tales costumbres se centraban en el solsticio de invierno, el momento colmado de esperanzas en que el Sol empieza a alzarse desde su punto más bajo. ( ... )Los romanos honraban a Saturno, dios de la siembra y de la labranza, en una saturnalia que duraba toda una semana y comenzaba el 17 de diciembre. El trabajo se interrumpía, las escuelas cerraban, los lugares públicos se decoraban, se intercambiaban regalos y la gente se divertía según costumbres que incluso los modernos encontrarían excesivamente desinhibidos. Tales hábitos confluyeron en la celebración de la Navidad en toda Europa.

En la Europa septentrional, los bárbaros aportaron sus propias costumbres a las festividades del solsticio. ( ... ) Muchas clases de animales domésticos no podían sobrevivir los duros inviernos, por lo que se los mataba y consumía, regándolo todo con bebida.

Tanto ofendió esto a Oliver Cromwell, que su parlamento prohibió la observancia de las Navidades en 1643. Se impusieron penas a quienes se quedaban en casa y a los clérigos que se atrevían a predicar el 25 de diciembre.( ... )

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A divertirse, pues, grandes y pequeños. Pero recuerden: no cometan excesos paganos.

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