_
_
_
_

Una compañía de la Policía Nacional, vigila de modo permanente las galerías y cloacas del subsuelo de Madrid

Durante las 24 horas del día, los hombres de la Compañía del Subsuelo de la Policía Nacional patrullan por los intestinos subterráneos de Madrid: 3.400 kilómetros de colectores y 100 kilómetros de galerías municipales de servicios. Misión: evitar atentados terroristas desde el subsuelo y combatir la actividad de los buscadores de oro y los delincuentes especializados en el butrón. Principales objetivos a vigilar: el palacio, de la Zarzuelá, el de la Moncloa y el edificio de las Cortes. Servicios especiales: los movimientos de altas personalidades del Estado y las grandes concentraciones políticas. Fuerzas, dos tenientes, cuatro suboficiales, 10 cabos y 68 agentes.

El diputado Marcos Vizcaya camina por la acera de las Cortes para participar en el debate de la LODE cuando de repente algo llama su atención. Justo frente al rastrillo de entrada al edificio del Congreso, tres hombres vestidos con monos azules, calzados hasta las ingles con botas de goma verde y provistos de cascos blancos con linterna incorporada, han alzado la boca circular de una alcantarilla y se disponen a penetrar en las entrañas de la carrera de, San Jerónimo. "¿Qué ocurre?", pregunta el parlamentario nacionalista vasco a uno dé los policías uniformados de guardia. "Nada, no se preocupe. Son compañeros en tareas de inspección", le responde éste.El trío de agentes de la Compañía del Subsuelo de la Primera Circunscripción de Policía Nacional desciende por peldaños metálicos hasta una profundidad de 12 metros. El aire allí es más cálido que en el exterior, pero mucho más húmedo. Hay un terrible olor a todos los detritos que la humanidad puede producir, "y eso que ayer llovió y las alcantarillas se han limpiado un poco", dice el cabo Antonio M.H. , que manda la pequeña unidad en tareas de vigilancia subterránea por las entrañas de, la ciudad que rodean al Congreso de los Diputados.

Los colectores de la carrera de San Jerónimo y las calles de Floridablanca, Fernanflor, Marqués de Cubas y Zorrilla -las que rodean la sede de la máxima institución legislativa española son unos callejones de apenas 1,60 metros de altura, y tan estrechos, que por ellos se camina rozando las paredes con los hombros. Un riachuelo de aguas residuales corre por sus fondos, no hay aceras, y, los agentes andan sumergidos hasta las rodillas, pisando firme para no resbalar.

Flotando 'sobre esas aguas, muchas de ellas procedentes de las evacuaciones de sus señorías, se ven cáscaras de naranjas, mendrugos de pan y otros restos sólidos, que alimentan a las muchas y lustrosas ratas que asoman el hocico por los desagües, chapotean en los pestilentes arroyos y hasta tropiezan en los pies de los caminantes.

La oscuridad es total. Sólo la violan las linternas de los policías husmeando en cada recoveco de la red, en cada desagüe, para buscar la posible bomba colocada por quién sabe qué terrorista con pretensiones de atentar contra el Parlamento.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Falta el aire

De cuando en cuando, el absoluto silencio es quebrado por el lejano murmullo del tráfico arriba o por algo que parece el traqueteo del metro.Llegado un momento hace calor, parece que faltara el aire.Los agentes se colocan a la espalda una bombona amarilla con cinco kilos de oxígeno, conectada con una máscara negra que tapa el rostro, lo que les da un cuarto de hora de autonomía en una atmósfera irrespirable.

Tras una ronda de una hora por los colectores mencionados, el trío de policias sale a la superficie por el mismo lugar por donde entró.

Pero eltrabajo no ha terminado.

Ahora hay que ir al final de la carrera de San Jerónimo a la plaza de las Cortes, esquina con la de Cánovas del Castillo, y levantar con un simple gancho metálico otra tapa circular, la que da acceso a las galerías de servicli de la zona. Ocho escalones metálicos y los agentes y estan abajo.

Aquí la- inspección es menos dura. Por las enladrilladas galerías de servicio no discurren las aguas sucias de la ciudad, sino inmensas tuberías de agua con una rojiza costra de óxido encima y múltiples cables y conductos de gas, electricidad y teléfonos. La altura de las recorridas por, los policías es de 1,80 metros, y la anchura, de 1,20 metros. Hay ratas, pero menos que en los colectores. No huele a basura, sino a humedad. Al lado de una acometida de un metro de diámetro -que la patrulla inspecciona a conciencia, porque es la que lleva al Congreso el agua, la luz y las líneas telefónicas- hay una pintada en negro con una sola palabra: zorro. Ese tramo está limitado por dos verjas de hierro, pero no hay llave ni candado.

Perderse en este laberinto es lo más fácil del mundo, pero eso es improbable que les ocurrra a los 84 hombres de la Compañía del Subsuelo de Madrid. No sólo porque disponen de planos supersecretos facilitados por el ayuntamiento y las compañías de servicios, sino porque, como afirma el agente Bernardino R. C. "después de recorrer todos los días seis kilómetros por el subsuelo, conocemos esto como un ciego su casa". En las cloacas y galerías de servicios hay a veces rótulos con el nombre de las calles bajo las que discurren. Sin embargo, los policías se guían más por detalles irreconocibles para el profano: la anchura de una acometida, el particular color de una tubería, el ruido del caudal, la distancia respecto a la boca de entrada y cosas similares.

Buscadores de oro

Menudean los incidentes en los intestinos de la urbe. La mayoría de los encuentros de las patrullas policiales del subsuelo son con los buscadores de oro,. una particular especie de personajes dentro de los miles de personas que en Madrid subsisten rebuscando en las basuras de sus conciudadanos. Los buscadores entran en las cloacas y se apostan en los desagües de las viviendas con cedazos para filtrar las aguas en busca de sortijas, cadenas, monedas o cualquier otra cosa de valor que, sin querer, los vecinos hayan arrojado a los sumideros. Sin ir más lejos, el pasado 23 de abril, según informa el teniente Ramírez, responsable de la compañía, fueron detenidos en las alcantarillas del paseo de las Delicias dos de esos buscadores.

En otros casos, los enfrentamientos son con delincuentes especializados en el robo con butrón. Éstos localizan el desagüe o la acometida de servicios de un banco o una joyería y, a partir de ahí, van excavando un agujero que les dé acceso al local que pretenden desvalijar. El 21 de diciembre de 1981, siempre según la información del teniente Ramírez, una patrulla del subsuelo descubrió en la galería de servicios de la glorieta de Bilbao a dos individuos, que huyeron inmediatamente. Los agentes sacaron de debajo de los monos de trabajo sus pistolas Star del 9 corto y les dieron el alto. La respuesta obtenida fue una granizada de balas en las tinieblas. "Hubo un intercambio* de disparos, pero lograron huir. Luego descubrimos que estaban cavando un túnel en dirección a una entidad bancaria", relata el teniente.

De otro género son los incidentes con otros institutos armados, el más reciente de los cuales tuvo lugar en la noche del pasado 13 de diciembre. Una quincena de militares, luego idenficados como una unidad de Ingenieros del Ejército de Tierra que realizaba prácticas de lucha subterránea, penetraron en las galerías de servicios próximas a la glorieta de López de Hoyos. Los vecinos, alarmados por el hecho, avisaron al 091, y éste, a la Compañía del Subsuelo. Los policías nacionales rastrearon el lugar, hasta dar con los misteriosos visitantes del submundo. Un oficial se identificó, y los agentes se retiraron. La Policía Nacional del subsuelo no había sido avisada de esa incursión en su territorio.

No ha sido la única alarma semjante. En una ocasión, los hombres de la Compañía del Subsuelo estuvieron a punto de tirotearse con los de la Guardia Real. Unos y otros vigilaban los subterráneos próximos al palacio de la Zarzuela, y, en el silencio y la oscuridad, se confundieron mutuamente con terroristas. Con fuerzas de la Guardia Civil se han producido conflictos similares. E incluso se han dado situaciones paradójicas, como la ocurrida hace unos años en los subterráneos de la calle de Hermanos Bécquer, donde vivía la viuda de Carrero Blanco. Un portero, estupefacto al ver penetrar por las alcantarillas a unos tipos con mono, y recordando, sin duda, la muerte del almirante, llamó al 091, que, a su vez, movilizó a la Compañía del Subsuelo. Los agentes enviados urgentemente descubrieron que los sospechosos eran compañeros de la misma unidad.

Tras cuatro horas de incesante recorrido por los entresijos subterráneos de las Cortes, el cabo y los dos policías nacionales salen a la superficie por una boca de alcantarilla de la carrera de San Jerónimo, esquina a la calle de Cedaceros. Suben a una furgoneta Avia del cuerpo, a cuyo volante les espera un compañero y donde hay depositados algunos instrumentos no usados hoy: un indicador de oxígeno, otro de monóido de carbono, un explosímetro para detectar las fugas de gas, un faro halógeno con su correspondiente batería, un subfusil y dos radioteléfonos, que abajo no valen para nada, porque ni te oyen los de fuera ni les oyes tú a ellos".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_