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Tribuna
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La superioridad de la oferta continuó predominando

Los nuevos repliegues en los mercados de valores nacionales marcaron la trayectoria bursátil de la semana, donde, una vez más, la oferta se mostró absolutamente inoperante, mientras que los moderados volúmenes vendedores que se presentaban se mostraban ampliamente suficientes para determinar una trayectoria declinante de los índices generales.Trayectorias negativas como las de Telefónica, incapacidades manifiestas como las del grupo bancario o manifiestas desafecciones inversoras como las que se generaban en el grupo eléctrico constituían la base de estos nuevos descensos que ya comienzan a aportar algunes elementos de preocupación ciertos a los especialistas.

La realidad es que casi todas las esperanzas se están viendo frustradas en este último período del año. Las operaciones del turrón aparenterriente no dan ningún resultado. Para encontrar valores con evoluciones positivas firmes en las últirnas reuniones es necesario armarse de mucha paciencia y una lupa de considerable potencia para rebuscar entre las cótizaciones de los valores contratados a diario. Hasta mejoras como las de Altos Hornos de Vizcaya quedaron frenadas en seco en las últimas reuniones del ciclo semanal. El síndrome de la asfixia cundía por todas partes, y la desconfianza comenzaba a ganar adeptos incluso entre las filas de los más acérrimos incondicionales de la Bolsa.

Hasta tal punto fue así la situación que se pensó en escribir una carta a los Reyes Magos colectiva en la que se había de demandar una cierta moderación a las bajas que se anuncian para los primeros días del próximo mes de enero, en lugar de confiar en el efecto benéfico de las operaciones de maquillaje de fin de año.

Otros que andan en severas dudas en cuanto a la figura del santoral a quien encomendar sus tribulaciones son los más recientes compradores de acciones de El Águila. El calvario que estos inversores vienen padeciendo a lo largo de las últimas reuniones posiblemente les haya hecho acreedores a la obtención de un sinnúmero de indulgencias. Al menos la resignación con que aparentemente han acogido las diversas manipulaciones de que han sido objeto los precios de estas acciones, a las que hay que sumar la sorprendente inoperancia de las instituciones colegiales de las bolsas españolas, resulta realmente digna de encomio. Nadie se desprende de uno solo de estos títulos en espera de la OPA prometida. Tampoco es que les resten muchas posibilidades alternativas aparte de la materialización de unas pérdidas bastante apreciables. El descalabro parece, pues, consumado. Otra cosa será que algunas de las rumoreadas operaciones existan e incluso lleguen a hacerse realidad y que como premio a su prudencia estos inversores encuentren su justo premio en las plusvalías buscadas.

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