Helmut Kohl,
canciller de la República Federal de Alemania, ha dado fe de que nadie está contento con su suerte. En un acto de sinceridad suprema, ha confesado que, una vez llegado a la cumbre del poder político, su máxima aspiración sería tener un cocodrilo. "Cuando tenía ocho años, quería que mis padres me regalasen un cocodrilo", declaró, nostálgico, durante su visita al zoo de Berlín Occidental. Tampoco esta vez logró su objetivo. Después de tamaña insinuación, los rectores del zoo le mandaron para casa con unos peces exóticos, con destino a un acuario que proyecta instalar en la cancillería.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.