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La reconversión industrial

Vamos a ver si conseguirnos ayudar a hacer un poco de claridad en un tema importante para todos. Cuando se produce lo que se ha decidido llamar política de ajuste en el terreno industrial, o sea, una política de reconversión industrial o de reindustrializ ación, debe pasar a ser obligación ineludible del político el plantearla de forma clarísima ante todos los ciudadanos. Nada digamos por lo que se refiere a los posibles ciudadanos afectados.Decimos esto porque la exposición de un proceso de reconversión industrial significa dos cosas: un análisis de lo que desaparece total o parcialmente y una explicación de lo que, como alternativa, se va a poner en marcha. Este procedimiento se inauguró con la política de ajuste de 1900, denominada reforma Villaverde. Desde entonces, como una especie de obligación, se recogió por los sucesivos Gobiernos españoles cada vez que hubieron de efectuar una política de alteración a fondo de las líneas de proceso productivo.

El hacerlo es duro. Provoca, desde el final del siglo XIX, a veces protestas ciudadanas tan graves como la de la revuelta del estancament de caixes, el cierre de las cajas de los empresarios para Hacienda, que creó el virulento populismo de la Unión Nacional de Basilio Paraíso. Pero, gracias a un planteanúento claro y duro, una vez desaparecida la protesta, a veces ruidosa y callejera, otras hipercríticas en libros y prensa, todo el mundo conoce los sacrificios que se le imponen y la tierra de promisión que está tras los días de prueba.

Lo curioso es que ahora se habla de reconversión, de reindustrialización, de ajuste, y se conoce -porque lo ha dicho el ministro Solchaga muy claramente- qué industrias de las actuales van a desaparecer total o parcialmente. Los denominados sectores en hipercrisis -desde la siderurgia a los astilleros, desde la producción textil a la de bienes electrodomésticos- van a tener que reducir las plantillas, cesar en líneas productivas, acomodarse, en suma, a un mercado más chico.

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