Cine mudo
El liberalismo político es, más o menos, contemporáneo del cine mudo. El siglo (este siglo que ahora muere sumergido en el Liquid Sky) nació gesticulante y vociferante. Sonoroso de silencios cinematográficos. Ruidoso de parlamentarismo liberal. Pero el cine se hizo sonoro, y hasta en tecnicolor, y ahora Fernando Suárez, ese Bahamontes de AP, exige condiciones para la admisión de los ex centristas en la Moncloa por apartamentos de Fraga/Génova. Estos ex centristas/ucedistas/liberalistas se enfrentan a Fernando Suárez, en el portal de la casa, como en un gag de Buster Keaton. Todo son gestos. Las palabras no cuentan, porque tampoco cuentan, narran. Son las palabras de siempre. El ingreso de los liberales de la ucedé, aquel barquito que se hundió, en Alianza Popular, crea malestar en el camping de Fraga. Fraga tiene montado su camping en el medio de Madrid, a la sombra de las Torres de Jeriñac, para que a Ruiz-Gallardón, que anda como un poco cojeante, le sea más fácil ocuparse de una cosa y de la otra, yes. Las rouIottes de AP han echado los visillos de cuadritos y retirado la escalerilla de tres escalones, ante la llegada de los liberales. Los liberales de carnet, que poco tienen que ver con el liberalismo histórico, son así como un poco rojos para la derecha de roulette, que viven tipo circo, como la inmensa familia de Bárbara Rey (mi querida Marita) y Ángel Cristo, a la orilla vertiginosa de la M/30. Nada, que no quieren liberales en la carpa aliancista. Una señora bien se ha asomado por la ventanilla de la roulette y, antes de echar los visillos de cuadritos, a los liberales los ha llamado "tránsfugas", que es como rojos, pero más fino. Puro cine mudo, ya digo. Claro que no se trata tanto de mantener la pureza de la tribu y la endogamia/exogamia (René Girar, Anagrama, muy citado por mí estos días), como del miedo a estos liberales molones y figuras que les pueden quitar puestos y comer el pan de sus hijos.Incluso en la derecha se cumplen Ias teorías materialistas de la izquierda. Sobre todo, en la derecha. Fernando Suárez, que tiene el perfil y la bicicleta oxidada de Bahamontes, cree él, para pedalear hacia la Presidencia, cuando haga falta, admite/menosprecia a los liberales, pero con condiciones. Doña Soledad Becerril, toda una principesa, anda arrastrando sus ropas por entre el camping hortera de Fraga, lleno de queimadas, a ver si le hacen un sitio. Don Antonio Fontán, del martirologio del Opus, pisa barro y muérdago de diciembre por encontrar posada entre los pesebres de la Gran Derecha. Antonio Giménez Blanco, al que quiero porque me enseñó Nueva York mejor que nadie, y porque tiene una hija demasiado, arriesga sus años en la intemperie de esta Moncloa de roulottes. José Pedro Pérez Llorca, que no tiene a donde ir (y mi admirado Areilza le daba tanto porvenir en sus Cuadernos), lleva el pelo canoso hecho una sopa.
Mostraron su propio corro entre las roulottes, sobre el barro, y abrieron la botella tónica de las esencias liberales, o sea la botella UL, Schweppes/Schwart, y no hubo ni para un trago.
Don Fernando Chueca, presidente del liberalismo gaseoso, se había quedado en casa, con muy buen acuerdo, o sea en la biblioteca del Ateneo, estudiando el XIX, que ése sí que fue un siglo liberal con un par. Momentos que aprovecha don Carlos Robles Piquer, que es de la familia (de la familia aliancista) para subirse en su cabello, que estaba atado a la puerta del Ateneo (los ujieres le echan un García Morente como alfalfa, de vez en cuando). Fraga/Verstrynge son partidarios de enmogollonar la granderecha, pero las finas huestas del cuadro de las Lanzas hacen sutil y acertada distinción entre el liberalismo antifranquista de Chueca Goitia y el cuñadismo pasatista de Robles Piquer, lo cual que ha habido otro contencioso en el camping de la Oposición.
Fraga es como ese muñeco inmenso que quería meter Marsillach en una función mía. Fraga se lo traga todo. Pero está rodeado de intelectuales filiformes que matizan un pelín. Los liberales lo tienen crudo.
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