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Entrevista:

Kenneth Allen, de antropólogo a arboricultor

Un antropólogo norteamericano que imparte en el Jardín Botánico de Madrid un curso de saneamiento y cirugía de árboles ornamentales

Kenneth Allen, nacido en Carolina del Norte hace 40 años, terminó los estudios de antropología en la universidad de California hace 12 años y decidió dedicarse a lo que siempre le había gustado desde niño: subirse a los árboles. Ahora es un científico, un experto tratadista del árbol urbano que está dando en el Jardín Botánico de Madrid un curso de poda, saneamiento y cirugía de árboles ornamentales bajo los auspicios del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Le produce un gran dolor eliminar, "cuando no hay más remedio", los árboles viejos ' 'y una de las cosas que más le gustan de su trabajo "es ver el mundo desde las copas de las coníferas o de otros árboles más fáciles de escalar".

Un árbol es para Kenneth Allen un ser vivo y muchas veces un amigo. Por eso dice que prefiere cuidarlo antes que talarlo. Recuerda que una de las primeras veces que vino a España -en donde ya ha dado varios cursos- tuvo la desgracia de perder un familiar. "Estaba en Madrid y no tenía todavía amigos con quienes hablar y expresarles mi pena. Me fui al Retiro, y paseando entre los árboles me sentí consolado".El profesor norteamericano, que dejó la antropología por la arboricultura, explica, no obstante, que no se puede entender esta afinidad como una relación metafísica, sino más bien como una conexión directa con el mundo de la naturaleza, y dice que es consciente de que el árbol tiene por lo menos dos vertientes: como fuente de riqueza y como objeto ecológico.

La vertiente ecológica le interesa más. "No entro en la carga política que tiene esta palabra. Simplemente estoy a favor de las prácticas que pretenden que las personas, las plantas y los animales vivan en el planeta según su forma natural de evolución. Tenemos que reflexionar seriamente sobre el daño que podemos causar en nuestro medio ambiente cuando queremos forzar un determinado tipo de evolución". En el plano de su especialidad, Allen admite que mucho de lo que se ha hecho para ayudar a los árboles ha ido en contra de los sistemas naturales de autodefensa que han desarrollado durante años.

Urbanos y rurales

Existen unas claras diferencias para Kenneth Allen entre el árbol urbano y el rural, que suelen coincidir con las que tienen el ornamental y el frutal. "Una de las primeras funciones del árbol urbano es que nos recuerda, en un mundo de cemento, de tráfico y polución, la conexión con la naturaleza, es decir, con parte de nuestra propia identidad y humanidad".

La sombra frente al sol de verano, el aire fresco y el oxígeno a través de la transpiración son otras de las ventajas del árbol urbano. Sirven, en parte, de aislamiento térmico contra el calor y el frío. "Algunos de éstos se sacrifican, limpian la atmósfera contaminada a cambio de su muerte progresiva. Por eso en las ciudades hay que plantar árboles que puedan soportar la contaminación".

El experto norteamericano dice, refiriéndose al caso español, que, debido a la alta sensibilidad ciudadana que existe en tomo al árbol, a veces se toman decisiones que le perjudican. "Si se poda un árbol contra las tradiciones inmediatamente surgen durísimas protestas de los españoles, pero no hay que olvidar que no es necesario podar todos los años. Hay que podar cuando el árbol lo exige. Los árboles han vivido "les de años sin la acción de los arboricultores. Ahora estamos aprendiendo que muchas de nuestras prácticas en esta profesión están haciendo más daño que beneficio".

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