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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La pequeña política

Los analistas y politólogos se dedican generalmente a la gran política, a la que se hace en la Moncloa o -aún más importante- en la Casa de las Semillas. Alfonso Guerra, con el que charlo menos de lo que él y yo quisiéramos (él es andaluz de Machado y yo andaluz de Juan Ramón), ha tenido el inmenso talento de dedicarse a la pequeña política, a la política de segunda división, a la intrapolítica de este país "dermoesquelético", como hubiera dicho nuestro común Unamuno. Don Miguel, o sea. Se critica y comenta cualquier gesto suntuario, televisivo y equivocado de los grandes, pero parece que nadie se detiene a pensar, un suponer, en los muchos meses que ha llevado el estudiar, con todos los derechos que da el Derecho, si el decreto-ley de expropiación de Rumasa es inconstitucional o no. Ya comprendo que la pequeña política es menos vistosa y flipante que la gran política -inevitablemente, una política de gestos-, pero es la política de verdad de la verité. La violencia, el desfase y la puñalada estropajosa »de la pequeña política no salen por la tele. Calviño tiene el pudor de no enseñar eso. Pero quienes están haciendo hoy el cambio, en España, son los pequeños políticos, los contables, inspectores, auditores, proyectores de la Administración que, al servicio de "un proyecto sugestivo de vida en común" (perdón por la fórmula, insustituible), echan todos los días la cuenta de la vieja con computadora y deciden subir la gasolina o dejar 30.dOO señores en la calle. Luego, los grandes políticos asumen esas impopulares decisiones, pero detrás hay unos equipos que lo han pensado mucho y han consultado mucho los números saltarines y maricones de los robots. El que Alfonso Guerra se haya apuntado a la pequeña política, a la política interior y secreta, que es la eficaz, ha llevado a algunos comentaristas a pensar que Guerra estaba acabado, que Guerra estaba de oyente y otras pijadas. A Guerra no le habría costado nada ir de único por la vida, con su traje de pana/tabaco, haciendo grandes gestos, pero ha preferido la eficacia minutísima de la pequeña política, que es la política verité, la que lleva un país. Y encima no se enteran. Cómo son. Los españoles votaron socialista y luego han vacado, como dijo Ortega (otra vez Ortega, i'm sorry), a sus ocupaciones y recreos, como el fútbol, que tiene la misma vigencia que con el Generalísimo Parkinson, o la infidelidad, que, según la aleatoria sociología, es el segundo deporte nacional. Eso ya nos lo habían explicado, mucho antes,que los sociólogos, y más distraído, Lope de Vega, Moratín, Benavente, Torrado, Jardiel, Mihura, Paso y Alonso Millán, hasta llegar a las vanguardias, que es que no explican nada. Puesto que en la vida de la mujer siempre tiene que haber, fatalmente, otro, uno optó hace muchos años por ser "el otro". El oficial siempre queda de risa, en los vodeviles. Casi toda la crítica de la oposición, hoy, es crítica a la gran política, a los grandes gestos, a la superficie barroca y ocasional de lo que está pasando. En la pequeña política, en la política real, que es la que está intentando cambiar el país, no entran nunca,, porque ni la conocen ni la entienden.Hoy, lunes, el Centro Salmerón monta una mesa sobre "Lutero, y la libertad", con Miret Magdalena, entre otros. Habría que decir que la ética de nuestro psocialismo es, curiosamente, más protestante que católica, como lo fue la del institucionismo, de donde parece que venimos. Una moral del trabajo que explica la fastuosa conmemoración de Lutero en España (aquí nos habíamos quedado en Erasmo) y, por ejemplo, lo crudo que lo tienen los colegios religiosos para conseguir más pela. Como el personaje doble de Liquid Ski(Alphaville), el cristianismo español se desdobló en catolicismo y protestantismo. En las sedas primadas de don Marcelo y la pana/estameña de Alfonso Guerra.

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