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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ola de la libertad

LA MANIFESTACIÓN del pasado domingo en Montevideo, con la participación de unas 300.000 personas pidiendo el fin de la dictadura militar y el retorno de la democracia, representa un hecho político de gran trascendencia. Recordemos que Montevideo tiene alrededor de 1.300.000 habitantes, y el país en conjunto unos tres millones. En términos comparativos, y dejando de lado obvios rasgos diferenciales, es casi como una manifestación en Madrid de cuatro millones de personas. Uno de los factores que explican una manifestación tan impresionante, en un país sometido a una fuerte represión, con miles de proscritos y encarcelados, es, sin duda, el impacto del retorno de la democracia en Argentina, con el triunfo de la candidatura radical en las elecciones presidenciales. Pero las causas fundamentales dimanan de la evolución interior que se viene operando en el país. Ya en 1980, Uruguay fue el país de la gran sorpresa. Por primera vez en la historia, una dictadura militar, con el monopolio de los medios de comunicación en las manos, y aplicando una política represiva implacable, era derrotada en un referéndum. Un hecho así demostraba un alto grado de conciencia democrática entre la gran mayoría de la población. La consecuencia inmediata fue la caída del presidente civil, Aparicio Méndez, que servía de tapadera a los militares. El actual dictador, general Gregorio Álvarez, ocupaba poco después la magistratura suprema con promesas de liberalización. Consistía ésta, sobre todo, en legalizar tres partidos: el Blanco y el Colorado, que tradicionalmente han representado, respectivamente, los sectores agrarios y la burguesía urbana, y la Unión Cívica Radical, fracción de derecha que se desgajó de la Democracia Cristiana. El objetivo era dividir la ciudadanía, integrar una parte de la clase política en un sistema de democracia vigilada y preparar así la continuidad, si no de un poder militar directo, sí de una especie de alto control de los generales sobre la vida política. Quizá tal camino hubiese sido viable con una evolución por el estilo en la vecina Argentina. Pero, en este país, la aventura vergonzosa y la derrota de las Malvinas ha impuesto una radicalización del proceso de apartamiento de los militares y de retorno de la democracia.En Uruguay, el mismo esquema ofrecido por Gregorio Álvarez suponía cierto funcionamiento de los partidos legalizados. En noviembre de 1982 tuvieron pues lugar las elecciones internas en dichos partidos, que adquirieron, por sus resultados, un realce singular; significaron una derrota, aún más neta que el referéndum, para los militares: por mayorías cercanas al 80%, los sectores de los partidos legales propensos a la colaboración con la dictadura fueron descartados, y elegidos los dirigentes favorables al retorno de la democracia. En el pasado mes de agosto, las negociaciones entre los partidos legales y los militares llegaron a un callejón sin salida. Y, desde entonces, un nuevo factor está pesando cada vez con más fuerza: la presencia de los ciudadanos con diversas acciones pidiendo democracia. En la primera acción de golpear las cacerolas, los habitantes de Montevideo, aún algo temerosos de la represión, apagaban las luces; en la siguiente las encendieron, y luego salieron a la calle. Después de manifestaciones convocadas principalmente por organismos obreros y estudiantiles, la gigantesca del domingo pasado fue ya convocada también por los partidos legales, y autorizada por el Gobierno. En ella han participado, demostrando su influencia, los partidos condenados a la ilegalidad: socialistas, comunistas, democristianos, agrupados en el Frente Amplio, cuyo presidente, general Seregni, sigue encarcelado, lo mismo que muchos dirigentes democráticos.

El proyecto político prometido por el general Álvarez consiste en celebrar elecciones en noviembre de 1984 y devolver el poder a los civiles en marzo de 1985. Hay en la actual situación uruguaya rasgos represivos intolerables que exigen cambios inmediatos. Con el clima que reina hoy en el país es difícil imaginar que sigan inalterables durante un año. La ola de la libertad es incontenible en Uruguay, y el marco exterior representa una ayuda seria, sobre todo con Argentina, tan próxima, en la reconstrucción esperanzada de la democracia.

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