Tristemente popular
"Debo de ser un dios, porque estoy en todos los lados al mismo tiempo", dice Pedro Alcántara, 18 años de edad. A Kun-Fu, en efecto, le han visto vecinos de San Blas robando en un piso y un comerciante de la Alameda de Osuna trasteando en un coche a la misma hora del mismo día. En esa última barriada, grupos de vecinos, en la primavera pasada, llegaron a organizar piquetes para cazarle, como presunto autor de una ola de robos en domicilios particulares.Y es que Kun-Fu se ha convertido en un personaje célebre en los barrios del noreste de Madrid. A ello contribuye no poco el hecho de estar marcado físicamente. Pedro Alcántara comenzó su historia delictiva a los 11 años, cuando vivía en Canillejas y robaba coches, para satisfacer su verdadera pasión: la circulación a gran velocidad.
Justo el día en que cumplía 14 años, Pedro conducía un vehículo ajeno por Torrejón de Ardoz y fue localizado por una patrulla de la Guardia Civil. El disparo de una ráfaga de metralleta le alcanzó en el maxilar y en el cuello. Desde entonces el joven tiene medio rostro destrozado, un agujero en la garganta y habla con terribles dificultades, como susurrando. A esas señales él añadió voluntariamente dos tatuajes en las manos. El de la derecha es una sola palabra: libertad. El de la izquierda representa una mariposa.
Alto, de pelo pajizo y ojos claros, analfabeto total, la vida de Kun-Fu ha sido "un constante recibir palos". Es el sexto de una familia de nueve hermanos, cuyos padres, Blas Alcántara y María Luisa Ruiz, abandonaron hace tres décadas su pueblo natal, Torre del Campo, en la provincia de Jaén, para emigrar a Madrid.
Detenido y encarcelado en infinidad de ocasiones en los últimos años, hasta el presente sólo se le imputaban tirones y robos de coches o en pisos. "Sé cómo moriré. Algún día me matará la policía. Ya lo verás", afirma en tono cáustico.
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