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Madrinas de guerra

Carmen Romero amadrinó ayer, en Cartagena, un submarino prenuclear, cuya botadura presidió su marido. Un céntimo por sus pensamientos en el instante en que estrelló la procelosa botella de champán contra el casco de la nave. ¿Reflexionó acerca de lo prenuclear, lo nuclear y, oh, cielos, lo posnuclear que nos acecha? 0 sea devuélveme la llave del refugio y quédate con todo lo demás.Me pregunté, al leer la noticia, qué tiene que ver la frágil maestrita -quien, dicho sea de paso, acaba de conceder a, Lecturas una entrevista tan tierna que dan ganas de llamarla o invitarla a pasear o a ver una película- con esta historia de suicida prepotencia. Se lo tuvo que preguntar ella a la hora de mirar en la agenda qué nos toca presidir mañana. Deberíamos preguntarnos todos qué demonios pintamos en este baile mortífero en el que nos toca, además, la escoba como pareja.

Mire usted qué hermosura de submarino, señora presidenta, con instrumentalización totalmente digitalizada y navegación programada por ordenador; y por, el mismo precio no nos regalan un peine, ni una manta, ni un frasco de agua de colonia Galatea. Por el mismo precio podemos colocar misiles Harpoon, de eficacia plenamente comprobada. Y váyase preparando, señora presidenta, que estamos dispuestos a montarle emotivas "despedidas para cuando nuestros soldados sean destinados a Líbano o a donde disponga el amo de la OTAN.

Pensé, al principio, que había sido un error de protocolo enviar a Carmen Romero al acontecimiento: quien tenía que estar allí era Celia Gámez, previo revoque rejuvenecedor. Luego comprendí que quien estaba equivocada era yo. Porque Carmen Romero, débil, desarmada, con esa media sonrisa suya de quien espera, todavía, que la realidad no resulte demasiado feroz, estaba representándonos en la botadura prenuclear. Ella aguantaba el tipo, como lo venimos aguantando nosotros.

¿0 no? Somos, en cualquier caso, como Carmen Romero y como Juanita Reina canta, madrinas: "Por fuera, jardín de rosas; por dentro, zarzal de espinas".

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