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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reagan, en Asia

LA GIRA que inició ayer el presidente Reagan por Asia es en realidad un viaje a dos países: Japón y Corea del Sur. No sólo esta presencia tiene importancia, sino sus ausencias, sobre todo una: la de Filipinas. Reagan ha aceptado una opinión pública adversa al presidente Marcos, acusado de causar la muerte al jefe de la oposición, Aquino: le ha desamparado. Pero de ningún modo hay que confundir esta actitud de Reagan, ni de la opinión pública, con cualquier estrategia de abandono de las Filipinas, sino todo lo contrario. Estados Unidos sabe que tiene allí una importante fortaleza asiática, y teme que el rechazo a Marcos por el pueblo pueda culminar en, un rechazo a Estados Unidos. Cualquier solución prevista para salir de la dictadura filipina -y la de Aquino era una de ellas- tendrá que pasar por el mantenimiento de las bases americanas y de su influencia. Las etapas del viaje de Indonesia y Tailandia, suprimidas también ahora, probablemente se recuperen en el próximo mes de abril, en otro viaje. La presencia de Reagan en Japón es de suma importancia. Japón es el más antiguo y el más persistente de los países pacifistas, en razón de que fue el primero, y hasta ahora el único, agredido por las bombas atómicas.

No hay otros con su experiencia. El pacifismo japonés se agudiza ahora con la propuesta soviética de dirigir hacia Asia los misiles que tiene apuntados hacia Europa: es para ellos una amenaza concreta, y este tema no es sólo popular, sino que ha penetrado en la alta política. Al mismo tiempo, Japón penetra cada día más en los mercados de Estados Unidos. Hay una resistencia creciente en los medios industriales de Estados Unidos a esa penetración japonesa, y Japón sabe cuál es el precio político, militar y estratégico que tiene que pagar para conseguir que Reagan no extienda su proteccionismo. El pueblo japonés teme igualmente que sus políticos entren en este comercio por la vía de la corrupción: el caso Tanaka, condenado por haber obtenido un beneficio personal de dos millones de dólares, siendo primer ministro, en el famoso y universal asunto de la Lockheed, no sólo perjudica a la clase política conservadora, sino al conjunto de relaciones entre Japón y Estados Unidos. Al mismo tiempo, Estados Unidos quiere evitar una dependencia tecnológica de Japón en cuestiones de armamento: ciertas armas de precisión podrían ser equipadas con instrumentos tecnológicos fabricados en Japón, pero el Pentágono teme que, en caso de guerra, pudieran fallarle esos suministros. Sin embargo, Japón no quiere participar en algunas tareas de defensa si no es con su intervención directa en la fabricación.

Las bases esenciales de la identidad occidental -por bárbara que sea en éste, como en otros casos, la expresión- entre Estados Unidos y Japón están bien establecidas y son irrenunciables por las dos partes; pero hay todo un mecanismo que suavizar, una multiplicidad de piezas que no encajan, y el viaje de Reagan tiene la importancia de que se puedan abordar directamente. No se espera una solución inmediata, pero sí un buen progreso.

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En Corea del Sur, Reagan se aproxima a un punto donde sus ordenadores dicen siempre que puede producirse una guerra. Ya la hubo; se saldó mal, como todas. Sin la espectacularidad de Filipinas, Corea del Sur se encuentra en una situación interna dificil: hay intentos populares para un establecimiento de algo que sea lo más parecido a una democracia y la abolición de la ley marcial y el régimen militar. El reciente atentado de Birmania ha añadido dramatismo a la situación, que había sido ya trágicamente marcada por el caso del jumbo de pasajeros surcoreano derribado sobre territorio soviético. Reagan, en este caso, pasa por alto la impopularidad de los gobernantes y va, en primer lugar, a visitar a sus propios soldados, al destacamento que Estados Unidos tiene pegado a la frontera de Corea del Norte.

Aquí no hay ni puede haber equívocos. Filipinas no tiene frontera con el comunismo, Corea del Sur, sí. En la época de la guerra de Corea (1948-1951), el entonces aún joven Reagan pensaba como el general Mac Arthur, que fue destituido por ello, que había que llegar al final de la cuestión por encima de todo riesgo posible. Ahora que es presidente mantiene, de una manera global, las mismas ideas, y parece dispuesto a significarlas en Corea.

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