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Reportaje:

La larga marcha hacia un 'ochomil'

Antonio Guerrero

Pedro, Álvaro y Agustín son los nombres de tres montañeros que un día decidieron escalar un ochomil. Pedro es un montañero bastante avezado en distintas cordiIlleras del mundo, pero nunca en montañas de más de ocho mil metros de altura, como el Hidden Peak (8.068 metros). Allí deberán subir con técnica alpina, sin utilizar oxígeno y sin porteadores de altura. Ese es su objetivo, en compañía de dos íntimos amigos, condición imprescindible para convivir de durísimas condiciones.Álvaro es un buen montañero, con mucha frialdad ante situaciones difíciles, y con conocimientos ,de medicina. Agustín, quizá no es un escalador extraordinario, pero nunca discute, ayuda a suavizar cualquier tensión con una broma a tiempo, y, además, cocina de maravilla. Es el antidepresivo del equipo.

Un montañero que va a un ochomil debe cuidar mucho la elección del material. Es el deportista más vestido del mundo: ropa interior ,en seda o thermodactil, varias prendas encima (tipo camiseta y camisa) en las mismas fibras, un traje completo de forro polar, un traje de altitud en goretex relleno de plumón duvet o thinsulated, pasamontañas de lana forrado de seda, casco de fibra, gafas de sol y ventisca, guantes de seda, guantes gruesos, cubre-guantes, calcetines finos, medias de lana, botas dobles, guetres o polainas y cubre-botas.

Conseguir información

Pedro se encarga de reunir información. Tiene algo de documentación conseguida "directamente", de otra vez que estuvo con una expedición por esa zona, y también sacada de libros y revistas especializadas.Álvaro lleva meses encargándose de los trámites burocráticos. En el mundo existen 14 montañas que superen los ocho mil metros, 37 cada año muchas expediciones desean subirlas. Los países en donde se encuentran, conceden unos permisos, con el fin de evitar aglomeraciones en una misma ruta, y cobran unas cuotas por los derechos de cumbre. El montañero debe informar a las autoridades pakistanís el objetivo, la vía elegida y las personas que van. Al cabo de un tiempo, recibe la conformidad para escalar al Hidden Peak, o Gasherbrum I, dentro de un año y en la epoca posmonzónica.

Álvaro ingresa en un banco las 200.000 pesetas de los derechos de cumbre y envía el comprobante a Pakistán. Sin este requisito las autoridades no les consideran "apuntados" y no siguen adelante con los trámites. Este dinero ha tenido que ser puesto por ellos mismos y no será su última aportación económica a la expedición.

Agustín aprovecha su don de gentes para conseguir el dinero del presupuesto, el cual se aproxima a los cinco millones de pesetas. El club al que pertenecen les ha entregado, en un acto muy entrañable, una exigua cantidad que, en realidad, es todo lo que tiene para estas actividades.

El Comité de Expediciones de la Federación Española de Montañismo, después de estudiar a fondo el proyecto, les ha concedido una pequeña suma, más simbólica que otra cosa. Han tenido suerte, porque este Comité cuenta con unos cuatro millones de pesetas para repartir entre las 20 ó 30 expediciones que saleri cada año de España.

Agustín opta por buscar el dinero en lugares "más positivos". Primero recurre a la consejería de cultura de su ente autonómico que, por tratarse de un objetivo ambicioso, les apoya con una can tidad notable. Lo mismo ocurre con. la concejalía de cultura del ayuntamiento. A cambio de este dinero, los montañeros se comprometeria traer textos y fotografías, con las cuales se realizarán una publicaciones y proyecciones de tipo deportivo-cultural, con el fin de divulgar en los colegios cómo son esos países. El resto se conseguirá en entidades bancarias, comercios y empresas, a cambio de material fotográfico, informes técnicos o fomentar la imagen de un producto.

La preparación física

Durante el año de espera, desde que se solicita el permiso hasta la fecha concedida por este, los tres montañeros incrementan sus actividades deportivas con el fin de conseguir una mayor resistencia más práctica en alta montaña y una preparación que les facilite la aclimatación a esas alturas. Esto último es fundarnental para luego, durante la escalada, no sentir malestar a causa de la altura y evitar los dos peligros fundamentales: los edemas pulmonar y cerebral. También les servirá para no tener que utilizar botellas de oxígeno.Todas las tardes corren series para mejorar la potencia. Los domingos y días de fiesta, alternan las carreras de fondo, campo a través por la sierra cercana, con la escaladas más difíciles de alrededor. Cuando se aproxima la fecha de la partida, preparan el material en grandes paquetes y cajones para enviarlo a Rawalpindi por barco, que es bastante más barato que el avión (como una cuarta parte más económico).

Ya en Islamabad, los tres montañeros dedican un día a realizar las últimas compras de víveres (harina, arroz y combustible líquido). Luego, mientras Agustín y Álvaro preparan el equipaje en paquetes de 25 ó 30 kilos para ser transportados por los porteadores, Pedro contrata unos vehículos todo-terreno para trasladarse hasta el último pueblo al que se puede acceder por carretera.

Se reúnen con los 180 colies, porteadores de valle, y el cocinero que preparará la comida de estos y del oficial de enlace. Han sido contratados por medio de unas oficinas que tiene el gobierno de Pakistán, las cuales marcan la tarifa, unas 700 pesetas diarias más la comida, y la forma de trabajo, siete días de marcha y uno de descanso.

La marcha de aproximación es un continuo rosario de percances. Además de su larga duración (en el Karakorum. son las más largas y no hay posibilidad de utilizar animales como en el Everest) y de las dificultades orográficas (ríos caudalosos a los que con frecuencia cae algún porteador, avalanchas de piedras y glaciares), hay que sumar los problemas creados a veces por los colies. Generalmente, a mitad de expedició n les tienen que aumentan el salario.

Al cabo de quince días, la expedición llega al punto en donde instalarán el campamento base. Allí pagan y despiden a los porteadores, citándoles en el mismo lugar Para dentro de dos meses. Montan las tiendas y comienzan a planear el ataque al coloso de hielo y roca. Por fin el éxito sólo depende de tres montañeros y del tiempo, en muchas ocasiones más del tiempo que de ellos. El monzón es lo único que no se puede calcular.

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