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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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ETA / Ejército

Adolfo Suárez -mi querido Lucien de Rubempré- lo llamaba "la guerra del Norte". Era lo único que le preocupaba y no le entendían. Quizá ahora lo entiendan. La democracia española no tenía/tiene otro enemigo interior/exterior que ETA. Los viejos amigos que defendían el tema, ahora bajan la cabeza y nos hablan, como mucho, del Atlético de Bilbao. Vale. Se va decantando la guerra manipulada, sucia, confusa de rosarios y Marx no leído, entre las raleadas huestes de ETA. Alguien paga o alguien les paga. El capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios tenía un pantalón blanco. ¿Y por qué no el Ejército? Porque se teme que el Ejército cobre un protagonismo que. Bueno, vale, pero esto es la guerra del Norte, queramos o no, según la definición de Suárez, aquel político que no era precisamente mongoloide, y en la guerra como en la guerra. Ya veo que voy pareciendo un editorialista de la Prensa épico/lírica y vespertina pero, llegados a este punto, ya es que da como igual. Si un Gobierno no es capaz de controlar Ejército y utilizarlo para lo que debe y puede-, casos extremos como éste, "emergencias", que dicen los inspirados, es que ese Gobierno está preso de ese Ejército, no se atreve a soltar la fiera. Me recuerda, un poco, a los niños de mi barrio, qué les encargan de sacar el perrazo a pasear, y realmente es el perro quien lleva al niño, marca las paradas y las carreras, tira de la cadena y decide el momento de volver a casa. Una democracia con diez millones de votos socialistas no es un niño que pasea el inmenso perro de la familia.O se tiene la decisión (le dar al Ejército lo que es del Ejército -la decisión de resolver una pequeña guerra civil: ya se ha visto que las soluciones políticas" son el cuento de Caperucita, ni siquiera Roja- o se corre el peligro de que una de las dos Españas -la militar, la montaraz- nos hiele el corazón como al capitán Martín, que tenía unos pantalones blancos. No se puede hablar de sometimiento del Ejército a los poderes civiles y la Constitución si no se le entrega alguna iniciativa: por ejemplo ésta del tema ETA. Es, en cierto modo, no confiar en el Ejército, marginarle del tema total de España. El Ejército es una cosa que sirve para la guerra, y en el Norte tenemos una guerra. La confraternización final y fáctica -lo demás son discursos de jura de bandera- entre el Ejército y la sociedad española se consumaría con una intervención militar sobre ETA. Creo que el abrazo -hasta ahora protocolario- entre el Ejército y el pueblo, o entre el Ejército y los políticos, saldría reforzado de esa prueba. Ni los militares pueden fallarnos -ay si nos fallan-, ni los militares pueden abandonarnos -ay si nos abandonan- A lo mejor el decir estas cosas es lo que sirve para que maten a un periodista, pero los periodistas estamos para eso y no para mucho más. No estoy pidiendo, en fin, una intervención militar en el País Vasco, sino una decisión que demuestre que el Gobierno no es un niño que pasea el inmenso perro por el cual, en realidad, es paseado. Que queden las cosas claras, mayormente. Y cuando digo Ejército, tampoco me refiero exactamente a un cuerpo exacto, sino a todos los cuerpos armados del país. El cinismo europeo no ayuda, y las ya aludidas "soluciones políticas" ni son políticas ni solucionan nada. Si la democracia jamás ha de usar de la fuerza, ¿por qué vertir en fuerza millones de millones?

Quizá uno se equivoque. Quizá uno sea un pana, un piernas. Pero a uno le duele que tengamos un presupuesto militar tan alto si resulta que los militares, en buena política, no deben intervenir nunca en nada. Ni a la URSS ni a la OTAN les vamos a dar la batalla. La morisma va a su aire. ETA "admite" soluciones políticas. ¿Para qué, entonces, pagamos los contribuyentes tan costoso Ejército? Para la paz, naturalmente.

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