Energías
En Los físicos, de Dürrenmatt, un personaje increpa a otro diciéndole: "¡Cómo te atreves a usar de la electricidad si no la entiendes!". Menudo sofoco: cruzamos la vida sirviéndonos de instrumentos que se comportan de un modo inextricable. En general, nuestra cultura técnica no llega más allá del pestillo. 0 bien, el pase de la mecánica a la electricidad fue tan decisivo para marginamos que el único trato ocurrente hacia- el parón de un aparato enchufado es la injuria o, los pescozones. Como con la botella de Leyden. Ni un paso más. La electricidad tiene ya sus leyes, sus legisladores, sus especialistas. Gentes que mascullan su secreto y acarician como domadores a ese extraño elemento capaz de desplazarse sin apariencia de movimiento, que carece de peso y es, en último extremo, como decían en el XVIII, un fluido imponderable.Mal que bien, sin embargo, hemos llegado a convivir con la electricidad. La naturaleza tiene electricidad; la tienen las tormentas, el pez torpedo y la raya; está en el ámbar y en los imanes como un flogisto; nuestros cuerpos se electrizan. Bien, de acuerdo. Electrifiquemos el hogar. Un contrato con la hidroeléctrica, otro contrato con la termoeléctrica. Hasta ahora todo parecía coherente. La corriente eléctrica cunde como un fluido y está el agua de las presas en su principio. La electricidad nos da calor y puede rastrearse el fuego en la central térmica. Todo muy animista., A un paso de ser entendido y aceptado con sosiego. Sin embargo, ¿qué pasa con la energía nuclear? Poco más o menos, nos sirven energía nuclear para uso doméstico tras hacer estallar una bomba atómica dentro de un bunker. Dios mío, cómo puede ser lo mismo. Hace, pues, bien este Gobierno socialista en paralizar parte de ese programa nuclear con el que pensaban abastecernos el horno y la tostadora. Estará todo controlado, pero una energía así da mucha aprensión en los alimentos. Los ecologistas son nuestros intérpretes: ¿qué más natural para darnos luz y calentarnos que la presencia del Sol? Sí, pero no pueden hacerlo. Vaya, qué casualidad. Una cosa que al fin entenderíamos todos y no saben hacerla. Sospechamos. Pero es demasiada desgracia ser ignorantes. En cualquier momento podrían gritarnos: "¡Cómo se atreven!".
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