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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La defensa de la vida

Hay pocos ejemplos más claros del carácter machista de la sociedad humana que los términos en que se plantea el debate político sobre la despenalización del aborto. En todos los países, cuando este tema se discute por primera vez las voces de numerosos varones ilustres, dice la autora, se alzan con fuerza para exponernos con profunda erudición la gravedad del asunto de que se trata: la defensa de la posible vida del nasciturus.

Juristas famosos, médicos eminentes, teólogos profundos y políticos famosos debaten sobre si es lícito o no abortar, y si lo es, en qué condiciones puede serlo, porque lo que está claro es que a las mujeres no se les puede dejar abortar cuando quieran. ¡Qué disparate! ¡A dónde podíamos llegar!Y así, esos varones sabios y concienzudos se acaban poniendo más o menos de acuerdo sobre los casos en que podemos abortar. Ese paternalismo que ejercen a la perfección respecto a las mujeres adultas no tiene, por supuesto, nada que ver con el ejercicio de la paternidad. No sólo no han llevado en su seno nunca una esperanza de vida durante nueve meses (y no han sentido jamás la impresionante sensación que produce el primer movimiento sensible del feto a los cuatro meses del embarazo por ejemplo), ni han parido, ni han dado jamás de mamar, sino que habría que preguntarles cuántas veces han cambiado unos pañales, se han levantado por las noches a calmar un llanto o a vigilar la fiebre de alguno de sus hijos, cuántas veces les han sacado de paseo o les han llevado al colegio o al médico, o simplemente cuántas veces han llegado a casa por la noche antes de que estuvieran dormidos.

Niños muertos por hambre

Y esos varones tan sabios e ilustres, que tanto discuten o han discutido sobre el derecho a la vida del feto en todos los países civilizados del mundo son los mismos que no consiguen ponerse de acuerdo sobre el desarme y han construido un mundo en el que sobran bombas para hacernos desaparecer a todos en unos minutos. Un mundo en el que miles de niños mueren cada año por falta de cuidados o de alimentos y los hombres adultos se matan unos a otros en absurdas guerras. Un mundo en el que se tortura y asesina al adversario político por el simple hecho de serlo.Las mujeres, al menos algunas, no podemos por menos de preguntamos: ¿por qué les dará tanto miedo que la interrupción voluntaria del embarazo deje de ser considerado un delito si la decisión de abortar apenas depende de lo que diga el Código Penal, y sobre todo si el peligro real para la vida de los seres humanos está en crímenes, muertes y riesgos que poco tienen que ver con la voluntad de las mujeres? Y no podemos por menos de concluir que cuando se discute sobre la despenalización del aborto no se está discutiendo sobre la posible vida del feto, sino sobre algo mucho más preocupante para los que quieren que nada cambie: el derecho de las mujeres a decidir por sí solas, a ser ciudadanas libres e independientes. Los mismos que hace años nos negaban el derecho al voto, nos han negado después el derecho a controlar nuestra capacidad reproductora, nuestro derecho a la educación o nuestro derecho al trabajo. Pero la lucha de las mujeres por su emancipación va superando cada una de esas etapas, a pesar de las graves dificultades que conlleva, porque tiene a su favor no sólo la fuerza de la razón, sino la de la mayoría. Y por mucho que les pese a tantos varones ilustres y reaccionarios, la sociedad del futuro será tanto de las mujeres como de los hombres, si antes esos mismos varones no han conseguido, en defensa de la vida, claro está, hacernos desaparecer a todos.

es asesora ejecutiva del ministro de Cultura.

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