Metáforas
Lo siento: hoy me he levantado decididamente metafórica. El oficio del articulista consiste en decir paridas y conseguir que parezcan frases enjundiosas, y las metáforas vienen al pelo para esta labor de ornato y camuflaje.La cosa va de fútbol, de Goikoetxea y patadón. El fútbol, deporte popular por excelencia, ha demostrado una vez más que la humanidad está compuesta de energúmenos. No es nada nuevo. No voy a decir que Goikoetxea sea más burro que los otros. En realidad no es más que una víctima del azar. La mala suerte ha subrayado en él un hecho por demás común, a saber: que los futbolistas se abren camino dando coces. Como la vida misma, por otra parte. Nuestro mundo cotidiano está lleno de agresiones semejantes, sólo que en vez de triturar tobillos se descuajeringan almas (si es que existe tal ameba espiritual), o se quebrantan voluntades. Obsérvense los vuelos de mi metáfora.
O sea, que no voy a decir yo que Goikoetxea golpeó a Maradona con alevosía y reconcomio. No lo creo. Y por otra parte, la patada es lo de menos. Lo de más, ay, lo que me deja espeluznada, es que a Goikoetxea se le haya tributado una ovación cerrada en su siguiente aparición en San Mamés. "Sentí gritar a todo el pueblo vasco", explicaba emocionadamente el perfecto. Sí, fueron 40.000 o 50.000 espectadores coreando su nombre, deshechos de orgullo ante la proeza de pasar a los anales como los más bestias. Siempre me han estremecido aquellas personas que hacen de su brutalidad un pundonor; de su cerrilismo, vanagloria. Con sus aplausos, los miles de espectadores de San Mamés convirtieron un accidente lamentable en una gesta social aterradora. Con sus palabras, Goikoetxea atribuye a todo el pueblo vasco ese empecinamiento en ser mostrenco. La tendencia a identificar al Athlétic con una extraña esencia vasca es cosa antigua: cuando el Bilbao ganó la Liga, casi todos los periódicos vascos titularon con frases del tipo de ¡Triunfó la raza! La tentación de la metáfora está ahí, facilona, burda, imbécil. Deshuese de tobillos, reblandecimiento de meniscos, un crepitar de rótula astillada. Diga lo que diga Goikoetxea, yo sigo creyendo en un pueblo vasco que no grita, que no cocea y que no es raza.
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