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La crisis no ha terminado, pero el horizonte es menos sombrío al concluir la reunión del Fondo Monetario

Una semana de largas reuniones, decenas de horas de discusiones y más de un centenar de discursos quizá no hayan conseguido eliminar la amenaza cierta de una crisis de características históricas que pesa desde hace un año sobre el sistema financiero mundial. Pero una conclusión parece definitiva después de la 38ª asamblea anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial: el horizonte es menos sombrío y la confianza vuelve a renacer en la capacidad del sistema para resolver sus propias dificultades.

En Toronto (Canadá), hace 12 meses, el anuncio por México de sus problemas de solvencia lanzó de forma inesperada una pesada sombra sobre la frágil estabilidad establecida por los dos organismos de cooperación financiera mundial que se crearon en Bretton Woods al final de la segunda guerra mundial.Un año más tarde, y tras una dura terapéutica, México-es hoy un ejemplo de la capacidad de reacción del sistema, para sorpresa de los propios mexicanos y de sus acreedores. La renegociación de la deuda mexicana está ultimada contra todo pronóstico de hace unos meses.

Pero con una deuda acumulada de 600.000 millones de dólares en 1982 y más de 100.000 millones de dólares en intereses vencidos y devengados en 1983, muchos países del Tercer Mundo pretenden seguir el ejemplo de México, pero sólo a la hora de encontrar ayuda, aunque no tanto a la hora de pagarla.

Una séptima parte de esta deuda global, por ejemplo, está concentrada en un solo país, Brasil, que sólo en 1984, y gracias a un paquete de ayuda gestionado con la urgencia que da el convencimiento de que con ello se evita el temido desastre, tendrá que abonar más de 10.000 millones de dólares en concepto de intereses, prácticamente toda su capacidad de ingresos exteriores. La negociación para refinanciar la deuda brasileña no ha convencido a nadie aunque al final se ha impuesto la necesidad de impedir males mayores. Venezuela y Argentina presentan casos muy similares que preocupan también en los mercados internacionales.

Evitar quiebras

La 38ª asamblea anual del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que presidió el ministro español de Economía y Hacienda, Miguel Boyer, ha estado dominada precisamente por los problemas de solvencia de Brasil y por la necesidad de terminar de instrumentar de forma institucional los mecanismos que sirvieron para evitar la quiebra de México. El objetivo, desde un punto de vista filosófico, se ha conseguido, y el Fondo Monetario, al menos en teoría, ha sido dotado de una mayor capacidad de financiación y recursos para asistir a los países miembros con graves desequilibrios en sus economías.Pero los intereses particulares de cada país y las diferencias en torno a las causas y consecuencias de la actual situación pueden impedir momentáneamente que algunos casos concretos tengan una solución aceptable. Quizá el mayor problema, parcialmente resuelto, haya sido la inflexible postura de Estados Unidos a lo largo de toda la reunión, especialmente en su actitud de rechazo de lo que técnicamente se conoce en el Fondo Monetario Internacional como el acceso ampliado a los recursos de organismo. Esto es, la posibilidad que un país tenga acceso en un momento dado a la ayuda financiera del FMI.

En 1981, y como consecuencia de los primeros escarceos de la crisis, el FMI instrumentó un sistema de emergencia para permitir a los países con problemas externos un mayor recurso a los fondos del organismo mundial. Según este mecanismo, un país podía disponer automáticamente del 150% de su cuota (depósitos) y el 450% cuando él presta a tres años.

Aumento de cuotas

Tras el incremento en un 47,4% de las cuotas -decidido en Toronto en 1982 y aprobado el pasado febrero en la reunión de primavera-, la liquidez del organismo se verá considerablemente incrementada cuando las nuevas cuotas entren en vigor el próximo enero, y con ellas el volumen de asistencia del Fondo Monetario Internacional. Ante esta situación, la delegación norteamericana propuso al comienzo de esta asamblea la vuelta a la situación anterior y la desaparición, por tanto, del llamado acceso ampliado. Su tesis era que, de proseguir la excepcionalidad, lo único que se conseguiría sería mantener la irresponsabilidad monetaria en los países en desarrollo y estimular la inflación mundial.El secretario del Tesoro norteamericano, Donald Regan, se encontró aislado en sus tesis. Con todo el Tercer Mundo en contra y con los países europeos convencidos de que el fin de la excepcionalidad puede originar una cadena de suspensiones de pagos en los países deudores, finalmente se aceptó un compromiso dentro del llamado comité interino del Fondo Monetario Internacional, por el que un país vería reducido su acceso al 102% de su nueva cuota (prácticamente el mismo monto absoluto que antes), aunque con la posibilidad de llegar al 125% en casos extraordinarios, y al 375% cuando el plazo fuera de tres años.

Incluso el comité interino, que fija la filosofía del organismo, permitió que el consejo de gobernadores pudiera llegar a superar esa cifra en casos muy excepcionales.

Teóricamente, pues, la función del FMI y su capacidad práctica para servir de último instrumento de reciclaje de fdndos y de asistencia a los países deudores ha quedado preservado, al margen de las dificultades logísticas aún sin solventar para que el Congreso norteamericano libere los fondos necesarios correspondientes a la cuota ampliada de Estados Unidos y de que otros países hagan lo mismo. El próximo año, el Fondo Monetario Internacional podrá continuar sus negociaciones con los países endeudados, y a cambio de cubrirles sus necesidades financieras impondrá serios programas de ajuste en aquellas naciones consideradas indisciplinas en sus políticas económicas.

En la práctica, sin embargo, la situación puede ser muy distinta a la planificada en Washington. El importe de la deuda exterior de los países en desarrollo es tal que sólo su servicio de deuda, es decir, intereses, se acerca a la capacidad de ingresos en divisas de estos países. Por otro lado, la débil situación económica en estos países apenas beneficiados de la incipiente recuperación en las naciones industriales amenaza con anular la esperanza de una reactivación global. Sin capacidad financiera para pagar sus deudas, es muy improbable que estos países hagan de motor en el comercio mundial e importen los excedentes producidos en los países industriales lo que podría volver a provocar una crisis en estas naciones.

Temor al proteccionismo

El fantasma del proteccionismo en el comercio mundial es otro de los problemas que se aúna a las ya importantes dificultades globales. Cada país busca salvarse por sí solo de una situación general adversa y recurre a cerrar sus fronteras a la competencia exterior, cuando lo que se necesita es precisamente todo lo contrario; es decir, relanzar un comercio que ha permanecido estancado o con mínimas tasas de crecimiento en los últimos tres años. Las perspectivas de crecimiento del comercio mundial, según el último informe del GATT, son bastante pesimistas, lo mismo que las esperanzas de que la recuperación económica que experimentan países como Estados Unidos o Canadá, en América, o Japón y la República Federal de Alemania llegue a las naciones en desarrollo.El FMI ha previsto un incremento del 1,9% en la actividad económica en los países industriales, pero advertido de que pocas esperanzas existen de que esta recuperación llegue a extenderse.

La razón ha sido explicada por el presidente de la asamblea del FMI, Miguel Boyer, y por la mayoría de las delegaciones europeas: la recuperación norteamericana, aunque sostenida por el momento, tiene dos bombas de tiempo: el elevado déficit presupuestario y los altos tipos de interés reales.

Mientras Estados Unidos no haga algo para resolver estos dos problemas no habrá solución permanente.

El problema es que la base del discurso de Ronald Reagan ante la Asamblea no dejaba ninguna duda: la economía norteamericana está directamente vinculada a las necesidades de seguridad de Estados Unidos. El déficit presupuestario no es, en ese sentido, más que una consecuencia de una política que busca defender los intereses estratégicos de Estados Unidos. No habrá, por tanto incrementos de impuestos para solventar el problema, porque, según apuntó el secretario del Tesoro norteamericano, Donald Regan, la Administración norteamericana está convencida de que será la propia recuperación, por medio del incremento de la actividad, la que paulatinamente elimine por sí sola el déficit. Toda una lección de economía y de la oferta y de la paciencia.

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