La renovación en la jerarquía de los jesuitas es una seria derrota para la línea oficialista que apoya Juan Pablo II
Si ha sido una sorpresa para todos el nombramiento del nuevo superior general de los jesuitas, el holandés Peter Hans Kolvenback, un hombre de quien el mismo papa Juan Pablo II dijo conversando con los periodistas a su regreso de Viena que "apenas si lo conocía", no lo ha sido menos el nombramiento de los cuatro nuevos asistentes generales, quienes, juntos con el prep6sito general, guiarán el futuro de los hijos de san Ignacio.
Tras el nombramiento de un hombre como Kolvenback, claramente de la mentalidad del dimisionario español Pedro Arrupe, y hombre de su confianza, hasta los observadores más perspicaces habrían jurado que la Congregación General, reunida en Roma, y que es el órgano supremo de gobierno de la Compañía, habría elegido entre los consejeros por lo menos a uno de los dos personajes que el papa Wojtila habría nombrado para gobernar temporalmente la Compañía de Jesús tras la dimisión de Arrupe. Se trataba de los italianos Paolo Dezza y Gioseppe Pittau.O que por lo menos habría sido nombrado Roberto Tucci, director de Radio Vaticana y que es hoy quien prepara los viajes internacionales del Papa en sustitución de Marcinkus. O que en el nuevo equipo habría, figurado un polaco. O, como mínimo, un hombre conservador seguidor de esa línea más prudente, más espiritualista y menos política que el Papa desearía hoy para los jesuitas. Pues nada de eso. Como escribió ayer Repubblica, de' la cumbre jesuita "han sido excluidos todos los hombres del papa Wojtila".
'La venganza de Arrupe'
Alguien lo ha llamado ya la venganza de Arrupe, porque los cinco nuevos personajes que le sustituyen a él y a su viejo equipo, considerado por elmismo Papa como demasiado avanzado, son un calco perfecto de aquel grupo. Y son todos jóvenes, lo cual significa que la Compañía de Jesús ha querido presentar en seguida una solución .a largo plazo" sin aceptar, como algunos proponían, un compromiso temporal para no herir demasiado la susceptibilidad del Vaticano y esperar tiempos mejores. Por eso se había hablado de la posibilidad de elegir como general al anciano Dezza, el vicario impuesto por el Papa a la Compañía.
Será muy difícil saber cómo ha llegado la Congregación General a«cuajar dichos nombramientos, pero lo menos que se puede decir es que la parte conservadora más agresiva, que se oponía a la mentalidad de Arrupe, ha perdido en pleno la batalla.
Un indio, un belga, un norteamericano y un chileno
En efecto. El primer asistente general, el indio Michael Amaladoss, de 47 años, es conocido como el propulsor en la India de las experiencias piloto más avanzadas de diálogo con las religiones no católicas. Por ejemplo, en Poona (Madrás), se han constituido ya ashrans cristianas bajo jel modelo hindú. A la entrada del centro de Pooría destaca un texto, no de la Biblia, sino de uno de los libros más venerados por los hindúes.
Además, el nuevo asistente. general indio se había ya enfrentado ideológicamente con el Papa actual, entonces cardenal Wejtila, en el sínodo de obispos de 1974. Se discutía entonces el tema de cómo injertar el cristianismo en las diversas culturas. Pablo VI había nombrado al cardenal de Cracovia como relator del sínodo, mientras el secretario del sínodo fue precisamente Amaladoss. Y, ya entonces, ambos presentaron a los obispos dos visiones muy diversas del tema en discusión.
El segundo asistente. general, que es el único europeo, el belga Simon Decloux, era ya un hombre del equipo de Arrupe, quien le había encargado la delicada responsabilidad de las casas internacionales de la orden en Roma, entre ellas la universidad Gregoriana y el Instituto Bíblico.
El tercero, el norteamericanoJohn O'Callaghan, fue quien, en febrero de este año, envió, junto con los 10 provinciales de EE UU, una carta a todos los jesuitas norteamericanos apoyando el movimiento de los obispos de aquel país contra las armas nucleares. Y lo que más chocó entonces es que la carta de O'Callaghan se apoyaba explícitamente en el decreto número cuatro de la precedente Congregación General titulado El servicio de la fe y la promoción de la justicia, un documento que ya entonces fue objeto de un enfrentamiento entre Pablo VI y Arrupe y que ahora la actual Congregación tendrá que volver a analizar porque tampoco es del agrado del papa Wojtila.
Y, por fín, el chileno Juan Ochagavía era el director de la revista Mensaje, la oveja negra del régimen del general Pinochet, que la ha censurado continuamente, hasta ol punto de que algunos meses ha salido a la calle con páginas, enteras en blanco. En ella, Ochagavía publicaba artículos de religiosos y políticos de vanguardia y opositores públicos del régimen.
En realidad, la Congregación General ha elegido a su nuevo equipo con los ojos puestos, más que en Roma y en la vieja Europa, en el nuevo mundo y en sus nuevos problemas. Un general que es el primero de la Congregación de ríto no católico. Un asistente, el indio, que representa el diálogo de vanguardia con las otras religiones; otro, el belga, que se encargará del grave problema de la cultura; un tercero, el norteamericano, para los problemas de la paz y del desarme, y por fin el chileno, que mantendrá abierta la batalla a favor de los derechos humanos en uno de los puntos más cruciales del mundo, como lo es América Latina, donde no pocos jesuitas han caído últimamente muertos, acusados de revolucionarios por los regímenes dictatoriales militares.
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