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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Incendios forestales y detractores de Abulcasim

Desde la prestigiosa plataforma de una tribuna libre de EL PAIS, Férnando Parra, profesor de Ecología y técnico medioambiental de la Administración (?) sorprendió recientemente a los que lo hayan leído con una nueva y sorprendente teoría: los bosques españoles arden, principalmente, por culpa del Icona, que comete la grave imprudencia de plantarlos. Secundariamente, la culpabilidad recae sobre "una maldita y peculiar disposición climática de nuestra Península, insólita en el panorama climático mundial: que en verano hace calor y no llueve". Aparentemente, el profesor no ha encontrado pruebas de que el Icona sea también culpable de esta maldita peculiaridad climática.Lamentablemente, la teoría no explica los pavorosos incendios que tienen lugar fuera de España, como los recientes de Córcega y Cerdeña, en montes naturales mediterráneos; incendios que han sido mucho mayores que el mayor de los ocurridos en España, y con decenas de muertos. Tampoco explica los devastadores incendios en el área de clima mediterráneo de California, dónde, por cierto, el principal combustible es el matorral escleráfilo que tanto añora el profesor y que los californianos denominan aún con la palabra española chaparral, constituido por especies muy próximas a la encina, la coscoja y el madroño (del que toma su nombre la sierra Madrona).

La teoría se basa en dos líneas principales de argumentación. La primera es la opinión personal de un amigo cazurro y sagaz del profesor Parra, que dictamina que "los técnicos supuestamente calificados son una plaga o un desastre natural, como el pedrisco o la sequía". Poco es lo que podemos argumentar contra este axioma, a caballo entre Unamuno y Sancho Panza. Es la voz de la sabiduría popular, la astuta gramática parda de los que sostienen que los médicos matan y que los talleres estropean los automóviles.

Hostilidad al ingepiero

La segunda línea de argumentación es una serie de datos y proposicionts científicas que sólo tienen de tales el requisito popperiano de ser falsables. Y, desde luego, son falsas. Es falso, por ejemplo, que la causa principal de los incendios forestales sea "la dedicación extensiva de grandes superficies al cultivo de especies de crecimiento rápido". Los datos de los incendios forestales ocurridos en los últimos 22 años demuestran Aue sólo un 40% de la superficie quemada corresponde a masas arboladas, siendo el 60% restante matorrales, pastos y otros terrenos desarbolados. Pero además, de esa superficie arbolada afectada por incendios, el 44% lo constituyen montes naturales de propiedad particular, en los que el Icona no interviene prácticamente; un 19%, montes públicos naturales que nunca fueron objeto de repoblación forestal, y el 37% restante es el que corresponde a las nefandas repoblaciones forestales (con un 6,07% para los eucaliptos).

Resulta así que en los "cultivos indiscriminados de especies de crecimiento rápido", la superficie quemada ha sido el 14,8% de la superficie total afectada por incendios en España. Pero hay más aún.

Del total de hectáreas repobladas en España (unos tres millones hasta 1981), el actual Icona sólo ha repoblado el 27,55%, ya que el resto fue repoblado por el Patrimonio Forestal del Estado y la Dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial (64,6% ), y por particulares con subvención del Ministerio de Agricultura (1,85%). En resumen, y en términos estrictos, sólo un 4,08% de la superficie quemada corresponde a repoblaciones del Icona. Entendemos, sin embargo, que cuando el profesor Parra despotrica en contra del Icona se refiere, en geberal, a todo lo que huela remotamente a ingeniero de montes, ya que le hemos oído autodefinirse públicamente como perteneciente a la tribu hostil a los ingenieros de montes".

Volvamos ahora nuestra atención a la insólita afirmación de que los veranos secos son una insólita y maldita peculiaridad climática de nuestra Península. Es el caso que tal peculiaridad es la regla general de todos los países circurimediterráneos (más de una docena de países) y de todas las áreas de tipología climática mediterránea (suroeste de Australia, surceste de América del Norte, etcétera). Pero además, si el profesor de Ecología se hubiese tomado la molesti a de consultar el Atlas mMundial de climas, de Walter y Lieth, se habría podido ahorrar su insólita afirmación: de los 9.000 diagramas climáticos que describen el planeta, 1.861 corresponden a estaciones con veranos secos. De éstos, sólo 173 corresponden a España. ¿Dónde está lo insólito del clima de nuestra Península?

Examinemos en tercer lugar el tema de la despoblación de los espacios rurales. "Nunca, desde la Edad Media, han estado más desertizados nuestros espacios rurales, con la población rural convertida en proletarios suburbanos", pontifica el profesor Parra, y se dan cifras porcentuales de la evolución de la población rural a lo largo del tiempo: en.1900, un 60% de la población total; en 19 50, sólo un 49%, y en 1978, sólo un 19%. El notable descenso de los porcentajes hace pensar al profesor, Parra, erróneamente, que la población rural total descendió también notablemente, cuando la realidad es todo lo contrario. Así, poir ejemplo, la población rural en 1900 (60% de la total) era de 111 millones de personas, mientras que en 1950 era sólo 17 millones (49% de la total) y en 1978 era sólo de 16 millones (19% de la total). Y, por cierto, la población total española, en la Edad Media era de 9,6 millones de habitantes* ¿Cuándo ha estado más despoblado el agro?

Con el fin quizá de no hacer demasiado árida la exposición científica de su teoría, el autor recurre ocasionalmente a ciertos toques de efecto, propios del género policiaco. Así, por ejemplo, cuando hace una astuta incursión en el área de los móviles del crimen y,descubre que la madera quemada es más fácil de procesar que la no quemada (lo cual no es cierto, pero sirve para incriminar veladamente a las empresas de celulosa), o cuando deja caer, en passant, que el incendio da lugar a un nuevo proyecto de repoblación "que tiene que firmar el correspondiente ingeniero", sugiriendo así un panorama de jugosos honorarios después de cada,incendio (lo cual tampoco es cierto, pero convierte al ingeniero en el mayordomo sospechoso del crimen), o cuando tiende al Icona (que es en realidad el asesino) una hábil trampa de doble efecto: el Icona es responsable de haberse excedido en sus repoblaciones forestales; es decir, el Icona contribuye a la desertización del país. Esta acusación de doble filo es digna del gran Borges cuando habla del viajero Abulcasim, que se jactaba de haber viajado hasta el Imperio de China y cuyos detractores, "con esa lógica peculiar, que da el odio, juraban que nunca había pisado la China, y que en los templos de ese país había blasfemadode Alá".

J. Gonzalo Fernández Tomás es subdirector general de Protección de la Naturaleza del Icona.

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