_
_
_
_
_

La diplomacia española pasó del atlantismo activo con UCD a la oferta de mediación socialista

La reunión de Madrid de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE) ha pasado, debido a su larga duración, por tres Gobiernos españoles y un cambio político histórico, que, sin embargo, no ha afectado a la continuidad de una política exterior identificada con Occidente y basada en el objetivo prioritario de restablecer el clima de distensión en Europa. Dos embajadores estuvieron al frente de la delegación española, Javier Rupérez y Juan Luis Pan de Soraluce.

JUAN ROLDÁN, Madrid

RIDRUEJO, Pamplona

Más información
De Helsinki a Madrid

En el acto inaugural de la reunión de Madrid, en noviembre de 1980, el entonces presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez, expresó la necesidad de "definir un concepto global de la distensión", recordaba también que la CSCE la integran 35 países, con los mismos derechos y obligaciones. "No puede haber distensión sin seguridad y sin salvaguardia de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, pero la seguridad no debe dejarse, sobre todo en los problemas regionales, a la exclusiva responsabilidad de las superpotencias", afirmaba Suárez.El 8 de febrero de este año, 26 meses después de la apertura y después de haber atravesado por una etapa de tensión con los casos de Afganistán y Polonia, el primer discurso ante la conferencia del nuevo Gobierno socialista español, a cargo del ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, volvía a repetir que "el restablecimiento del clima de distensión es para el Gobierno español a la vez uno de los principales objetivos de política exterior en sí mismo y una condición insustituible para que puedan desarrollarse las demás aspiraciones de nuestro proyecto de acción exterior".

El único elemento nuevo introducido en el status español durante la reunión de Madrid fue la integración en la OTAN, a mediados de 1982, por el Gobierno de Calvo Sotelo y la posterior congelación del proceso de adhesión por el Gobierno de Felipe González. En ambas etapas, la de UCD y la del PSOE, la actividad desarrollada por la delegación española no representó, en el fondo, un cambio de alineamiento con el bloque occidental, aunque en la forma sí hubo algunas diferencias mínimas de comportamiento y de lenguaje.

La llegada de Fernando Morán a Asuntos Exteriores supone al principio un corto período de incertidumbre, sobre todo por la ambigüedad empleada en sus palabras al decir que "la tentación de neutralismo sólo se aleja cuando la tensión entre los dos bloques se reduce y cuando el espacio vital se ensancha". Otra frase del ministro Morán que causó extrañeza en su momento fue la de que "es para nosotros una evidencia que la verdadera paz y seguridad en nuestro continente no puede basarse sólo en alianzas defensivas", pero que si se compara con las pronunciadas por Adolfo Suárez dos años antes representa la misma idea.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Un período de incertidumbre

El cambio formal introducido por los socialistas al hacerse cargo del Gobierno se produce en el intento de definir con más precisión el papel de anfitrión que correspondía a España y que Morán llevó, en un golpe de intuición, que fue criticado en un principio y que luego resultó ser un factor casi decisivo para llegar al acuerdo del 15 de julio, hasta sus últimas consecuencias al ofrecerse como mediador "si para ello fuésemos requeridos".El embajador Javier Rupérez, diplomático y diputado de UCD, desarrolló durante los dos primeros años, con un equipo de buenos expertos civiles y militares, una clara política de alineamiento con el bloque OTAN, en el que se integró desde los primeros momentos, aunque el Gobierno Suárez todavía no había decidido la integración española en la Alianza Atlántica. Durante su estancia, España presentó cuatro documentos importantes que fueron luego recogidos en el texto final -terrorismo, emigración, libertad de información y transporte mediterráneo- y quedó prácticamente negociado el documento marco que estaba listo a finales de 1981, pero que la crisis polaca y la inflexibilidad norteamericana y soviética retrasaron hasta el 15 de julio de 1983.

Poco antes de las elecciones legislativas españolas del 28 de octubre de 1982, Rupérez abandona la CSCE para ocupar el puesto de primer embajador de España en la OTAN. En una difícil transición hasta diciembre y posteriormente confirmado por el Gobierno entrante, es nombrado para la conferencia el embajador en Viena, Juan Luis Pan de Soraluce, veterano diplomático y negociador de anteriores períodos de la CSCE, en Helsinki y Belgrado.

Pan de Soraluce, hombre independiente políticamente, pero que coincide mayoritariamente con los planteamientos del PSOE en política exterior, incluido el de la OTAN, decide, previa consulta con el anterior ministro, Pérez Llorca, "no copatrocinar" las resoluciones que se adopten en el grupo de los 16 países de la Alianza hasta que el nuevo Gobierno socialista aclare su postura. Sin embargo, y dado que el texto final estaba prácticamente negociado, esa decisión no llegó a hacerse efectiva y España no sólo siguió funcionando de acuerdo con el resto del grupo, sino que empezó a tomar un papel más activo.

La actividad se centró principalmente en romper el punto muerto en que se encontraba la conferencia en marzo de este año, debido a las 14 enmiendas occidentales al proyecto de documento final, inaceptables para el Este. La oferta de mediación de Morán, hábilmente utilizada por Pan de Soraluce, con la ayuda del grupo de países neutrales y en especial de Suiza, dio finalmente su fruto en lo que se conoció como las propuestas de Felipe González, que al ser aceptadas por todos los países hicieron posible el consenso del 15 de julio pasado. La oposición de Malta no estaba relacionada con los temas en disputa -contactos humanos, libertad sindical e interferencia en la radiodifusión-, sino con la no inclusión de la convocatoria de una reunión sobre la seguridad en el Mediterráneo.

El impulso para esa participación más activa de España en la CSCE parte de Felipe González, que reúne en un almuerzo en la Moncloa, a primeros de año, a Morán y a los embajadores españoles en Washington, Moscú, Ginebra y la CSCE. Durante los meses de marzo y abril diversas reuniones en el Club de La Moraleja de los 16 delegados de la OTAN sirven para concretar la iniciativa española que pondría fin al bloqueo de la reunión de Madrid.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_