La destrucción de los cuerpos intermedios
Cuando a una sociedad sana, es decir, llena de estructuras que agrupan al individuo y se mantienen entre él y el Estado, se le intenta encorsetar a través de un organismo controlado desde el Estado, la sociedad derivará hacia un modelo político y social que ya no será el propio de las sociedades libres. El actual Gobierno, según el autor, da evidentes signos de caminar en esa dirección.
CARLES A
GASOLIBA
Una sociedad sana, social y políticamente, se caracteriza por la existencia de numerosos y muy variados "cuerpos intermedios" entre el Estado y el ciudadano. Una sociedad evolucionada y compleja como la nuestra, exige, para mantener su vitalidad, una profunda dinámica cívica, unos amplios márgenes de libertad, que permitan la rápida adaptación y expresión de una dinámica que el ciudadano ya no puede en realidad realizar a nivel individual, nivel en el que queda prácticamente desvalido; por ello éste busca expresarse mediante la libre aceptación de un colectivo -de mayor o menor entidad- que recoja su posición. Cuando este tipo de agrupación se le encorsete a través de un organismo decidido, dirigido y controlado por el Estado, derivará hacia un modelo político y social que no responde al que caracteriza a las sociedades libres.Los totalitarismos o las tentaciones totalitarias se han caracterizado precisamente por privar a los ciudadanos de aquellas instituciones propias de la sociedad civil que le dan cohesión. Es obvio que si se consigue suprimir, anular, controlar o mediatizar las instituciones o entidades a la que nos referimos habrá conseguido el sueño dorado del Poder: domesticar la opinión pública, hábilmente encauzada -por añadidura- hacia las vías del partido y del sindicato, concebidos como elementos de soporte al Gobierno, y encargados de neutralizar adecuadamente los problemas y los desacuerdos que se puedan dar en el ámbito político o laboral respectivo.
El actual Gobierno, en este su primer curso, ofrece signos preocupantes en cuanto a su voluntad real de respetar la vitalidad de las expresiones ciudadanas a través de su manifestación en los "cuerpos intermedios" existentes en nuestra sociedad, y que son a nuestro entender expresión y garantía de la propia vitalidad y nivel de libertad de nuestra sociedad. En efecto, el actual Gobierno del Estado ofrece suficientes indicios como para poder afirmar que ha iniciado una verdadera cruzada contra aquellos "cuerpos intermedios", que podrían significarle algún estorbo para el pleno control no ya del Estado, sino de la sociedad. En Madrid se dice que el actual Gobierno de momento no ha llegado aún al estadio consciente de querer el estatalismo de la sociedad española, pero sí que está en una clara etapa de "controlarismo".
Tal ofensiva gubernamental, que la clase política madrileña ya ha bautizado como "controlarismo", está a la vista y hay crecientes ejemplos para sustentar su existencia.
Ejemplos
Veamos algunas de tales señales, que aparecen aparentemente desligadas de una trama bien ligada, que inicia la desarticulación de la sociedad civil y su dinámica. La mediatización de la enseñanza privada, prevista en la LODE, en el sentido de forzar a que siga las directrices ideológicas que señale el Gobierno, se enmarca en esta trama y entronca con las más acreditadas tradiciones que se han dado en España contra las actitudes abiertas y liberales y de respeto a las opiniones ajenas.El empeño generalizado de los ayuntamientos controlados por el partido del Gobierno del Estado en municipalizar todas las manifestaciones asociativas e instituciones privadas -de la sanidad a los ateneos- que existen o se manifiestan en su demarcación.
El control y limitaciones realmente inconcebibles que se intenta aplicar a los Colegios Profesionales, asignándoles un carácter que elimina incluso su propia naturaleza y razón de existir. De tener éxito el empeño se superarían los "éxitos" que, al respecto, obtuvo la primera fase del franquismo, pues no hemos de olvidar -y el Gobierno lo tiene muy presente por la cuenta que le trae- que en la última etapa de la pasada dictadura los colegios profesionales fueron activos y eficaces focos de oposición al régimen.
Otro ejemplo, entre los muchos que podríamos traer a colación y que estos días ha tenido una especial repercusión periodística, es el futbolístico. El múltiple interés político de este deporte-espectáculo movilizador de masas enfervorizadas es tan patente, que el difunto general cuidó el tema al extremo y trató de aprovecharlo llevando las aguas a su molino. El ejemplo no ha caído en saco roto, y se trata de mediatizar la Federación Española de Fútbol y muchas otras, como se desprende de la enmienda que el PSOE hizo prosperar en los últimos Presupuestos aprobados.
Los antecedentes políticos de determinados dirigentes en el mundo del deporte favorecen la maniobra y hasta pueden enmascararla de democracia, con patente olvido de que la elección de los dirigentes de las federaciones es la expresión de la libre elección por parte de los clubes que los integran, que continuan apoyando su decisión, como ocurre en el caso específico aludido.
Podríamos citar otros ejemplos, pero no parece que sea necesario. La prensa, que sin constituir "cuerpo intermedio" es esencial en su función de configurar la opinión pública, experimenta presiones irresistibles que la obligan a ser grata a un Poder que utiliza la norma jurídica de acuerdo con aquel típico dicho que resume y sintetiza la sabiduría de la Administración española: al amigo el favor y al enemigo la Ley.
Este aspecto del "controlarismo" del actual gobierno ha afectado a los medios de comunicación, que ya han denunciado las presiones y los modos y formas de la política de información gubernamental, a través de substanciales editoriales, expresando tales quejas periódicos que no pueden tildarse precisamente de hacer partido o de tener una línea antigubernamental. Por otra parte, la lamentable situación que nos ofrece la Televisión estatal y la imposibilidad de ofrecer cauces de expresión libre mediante la televisión privada, se enmarcan perfectamente en la línea de actuación de control y sometimiento de la opinión y de la expresión ciudadana.
En su conjunto, el desarrollo del controlarismo sobre las entidades, formaciones sociales e instituciones que expresan una parte substancial e importante de la dinámica social y de la opinión pública es muy grave desde la perspectiva democrática que debe asegurar los márgenes de libertad propios de una sociedad occidental avanzada, lo que se contrapone precisamente a los recelos del Gobierno actual a todo lo que sea la promoción cívica y no la intervención estatal directa, con lo que se está poniendo en juego la propia libertad, conseguida hace tan poco tiempo.
Cabe esperar que haya un giro en esta política intervencionista y controladora, ya que su protagonista fue entusiasta partícipe de la larga marcha de decenios para lograr la dura conquista de la democracia real, la misma que ahora está limitando de forma progresiva. Hay que rectificar si quienes gobiernan desean continuar siendo fieles a sus origenes y consecuentes con la ética que pregonan.
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