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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Polonia, tres años después

LA JORNADA del 31 de agosto se ha vivido en Polonia entre grandes manifestaciones en las que participaron millares de ciudadanos; se levantaron barricadas y hubo fuertes eriftentamientos callejeros. El balance deducido por Lech Walesa es que Solidaridad ha ganado por tres a cero. En realidad no es fácil cuantificar objetivamente el resultado, en términos políticos, de una jornada de este tipo. La propia clandestinidad en la que tienen que moverse los dirigentes del sindicato polaco impide conocer con precisión los propósitos concretos que se habían fijado y en quié medida han sido alcanzados. Pero hay una cosa clara: después de diversos fracasos en anteriores llamamientos a huelgas generales y a otras acciones contra el poder, esta vez Solidaridad adoptó una táctica más flexible, planteó unos desafíos más graduales y limitados, diferenciados en unos u otros lugares según las posibilidades locales, y eso le ha proporcionado un resultado más halagüeño. Tuvo un revés serio con la detención, o entrega, de uno de sus dirigentes, Hardek, pero no hay indicios de que su comparecencia en las pantallas de televisión aconsejando la pasividad y la obediencia a las autoridades haya tenido excesivo impacto entre las masas polacas. La magnitud de las protestas del día 31 lo ratifica.De los acontecimientos del último dia de agosto destacan dos características. Por un lado, ha habido manifestaciones en muchos lugares y no solamente en dos o tres grandes ciadades, lo que da a entender que Solidaridad, a pesar de la persecución sufrida, continúa siendo una realidad a escala nacional; por otro, las acciones más llamativas se han producido en los puntos donde existen las mayores concentraciones obreras, como Nowa Huta o Wroclaw, con lo que se desbarata la campaña gubernamental que intentó presentar al sindicato, especialmente en vísperas de esta jornada de lucha, como algo ajeno a los trabajadores y manejado oscuramente desde Occidente.

Aunque el gobierno Jaruzelski esté haciendo grandes esfuerzos para mostrar al mundo un supuesto retorno progresivo a la normalidad (no olvidemos la autorización para el último viaje del Papa o el anuncio del levantamiento del estado de sitio ... ), éste 31 de agosto exhibe la realidad de la situación y demuestra que, palabras y gestos superficiales aparte, de normalidad, nada. Esta afirmación viene avalada, asimismo, por la adopción de nuevas medidas admínistrativas frente al mundo de la cultura que denotan el nerviosismo de los gobernantes de Varsovia. Después de presionar durante muchos meses a la Asociación de escritores de Polonia para obtener su colaboración o, al menos, su no beligerancia en los asuntos políticos nacionales, ha acabado disolviéndola, como sucedió anteriormente con las agrupaciones de los periodistas, artistas, actores y cineastas. Jaruzelski, con todo ello, da pruebas de, dominar la situación tan sólo a base de fuerza, mientras acentúa el aislamiento de su régimen respecto'a las realidades fundamentales de la vida polaca que se inició al rechazar el diálogo con Solidaridad.

Polonia sigue marcada hoy por lo que fue el 31 de agosto de 1980: un estallido de voluntad democrática. Después del 31 de agosto de 1983, con la perspectiva que dan tres años, parece muy dificil que aquella experiencia pueda borrarse de la memoria histórica de sus ciudadanos.

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