Billetes falsos
Quiero ser sincero, fiel, en lo que voy a relatar. Hace unos pocos días cayó en mis manos un billete de 1.000 pesetas más falso que Judas. Me dijeron en una entidad bancaria que también abundaban los de 5.000.El señor que me lo rechazó se molestó en explicarme todos los detalles que no igualaban con el verdadero y añadió que si lo llevaba al Banco de España lo taladrarían, perdiéndolo como perdí a mi tía. Naturalmente, yo no estoy dispuesto a perder mil pelas por las buenas, y menos como se ha puesto la vida. Ser un buen ciudadano no implica ser idiota, creo yo. Aquel papel sin valor me había costado a mí exactamente la cifra que llevaba reflejada. Yo creo, a mi modesto entender, que si es muy difícil descubrir a estos monederos falsos por su camufiada ubicación, dentro o fuera de nuestras fronteras, entre tanto se debiera tomar una serie de medidas para orientación del ciudadano. Por ejemplo, fotos muy ampliadas en todos los bancos, cajas de ahorro, centros financieros, etcétera. Creo recordar que televisión presentó en su pantalla algo de esto, pero fue solamente una vez y señalando los defectos con rapidez, sin darle la menor importancia. No hay que hacer caso omiso a esta importante estafa. Parece, por este aparente desinterés, que estos billetes estuvieran también respaldados por el Tesoro español. Así me parece o, al menos, se satiriza de esta manera.
¿Qué cara pondrán los grandes financieros cuando vean pasar por sus propias narices estas notas intrusas? Estoy seguro que temblarán de pavor, y no será para menos, porque este papel, se quiera o no, ocupa una gran parte del valor intrínseco depositado en las arcas del Gobierno y que dan seguridad al impreso legalmente.
Bueno, continúo narrando mi tragedia. Sin comérmelo ni beberlo, como se dice, me vi envuelto en una situación embarazosa. Por un lado, me sentía (aquí sí se puede emplear la palabra) presunto, o culpable tal vez, al intentar colarlo con premeditación; por otro lado, entregarlo olímpicamente al Banco de España sería cometer una idiotez.
En fin, después de darle muchas vueltas, se lo metí a otra persona. Eso sí, escogí fríamente a una de esas criaturas que andan por el mundo dándoselas de listos. Este individuo se lo habrá pasado a otro, y a otro, y a otro. De mano en mano va, como cantaba Imperio Argentina en María de la O.
En realidad están bien hechos, pasan casi seguro al tráfico hasta que a uno le explican lo del puntito de la ventana, lo de las nubes desparramadas y lo del papel más blando, pero al ser un buen trabajo de pantógrafo guardan una peligrosa similitud con los auténticos. Ignoro qué punición tiene mi acción, pero en mi caso tiene que haber infinidad de personas, porque billetes furtivos hay la tira.
Estoy completamente seguro de que los falsificadores no sufrirán por esto; al contrario, al carecer de escrúpulos sentirán una enorme satisfacción.
Ellos intentarán -qué duda cabe- rectificar las planchas, corregir los defectos. Posiblemente ya lo estén haciendo. ¿Y cuando estén preparados para introducir nuevas remesas, qué pasará?
¡Billetes falsos, aceite asesino, mejillones envenenados, pollos podridos!
¿Quién fue el práctico que dijo que el Paraíso está en la Tierra? Seguramente, sería un falsificador como una casa. / .
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