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La Iarga marcha de los emigrantes portugueses por España

En los últimos días del mes de agosto y comienzos del de septiembre, con el final de las vacaciones veraniegas, miles y miles de coches entran en España desde todos los puestos fronterizos con Portugal. Llevan matrículas belgas, alemanas, holandesas y, sobre todo, francesas, y vienen cargados a tope. Estos 'turistas' muy especiales tienen un único objetivo: alcanzar cuanto antes Irún y la frontera francesa. Son los emigrantes portugueses, que regresan a sus lugares de trabajo después de unas vacaciones en sus pueblos de las regiones de Tras os Montes y de las Beiras.

NICOLE GUARDIOLA, Lisboa

A. BASTENIER

Por Burgos y Salamanca se les juntarán otras caravanas de coches, aún más sobrecargados de gentes y bultos, que traen de regreso a los trabajadores marroquíes. Los castellanos ven pasar sin la menor simpatía a estos viajeros que no gastan nada y sólo crean trastornos en cada una de sus grandes migraciones anuales de verano e invierno.Lo peor de agosto, mes preferido por los emigrantes portugueses, por hábito y tradición, y a pesar de los inconvenientes del calor y de la coincidencia con el auge de la temporada turística, es que no hay estructuras suficientes para acoger el tráfico de estas oleadas de viajeros. Los servicios oficiales portugueses no quieren o no pueden adaptarse a la situación: la frontera terrestre luso-española permanece cerrada desde la medianoche a las ocho de la mañana.

El primer resultado, el más visible también, de esta situación perfectamente anacrónica son las largas colas que se forman todos los días, a la espera de la apertura de la frontera. La pasada semana, hubo algún día en que los coches formaban dos filas de cuatro kilómetros en Vilar Formoso, del lado portugués.

Otra consecuencia más dramática en paso de los portugueses con motivo de sus vacaciones es el elevado número de muertos que se registra todos los años a finales de julio y principios de agosto, entre ,Salamanca, Tordesillas y la frontera portuguesa, con varias decenas de accidentes de carretera. Un trecho de carretera en línea recta, a la salida de Salamanca, ha merecido el nombre de cementerio de los portugueses, y las razones son más que evidentes: cansados por muchas centenas de kilómetros al volante, los conductores se encuentran de repente con una calzada en bastante mal estado y con el sol de cara. Lo lógico sería parar, pero el ansia de llegar es mucha, y el pretexto para seguir es la dichosa frontera: si la encuentran cerrada tendrán que esperar hasta el día siguiente. No quieren gastar dinero yendo a un hotel y tienen miedo de quedarse en el coche parado en la carretera.

Prisas y desconfianzas

Con razón o sin ella, circulan entre los emigrantes pavorosas historias de robos y atracos por los campos de Castilla. Por eso también tratan de viajar en grupos y de parar juntos: tres o cuatro coches de la misma familia o del mismo pueblo que dejan a cada parada un rastro de papeles sucios y de latas de conservas.

Muchas veces, y para no perder un día de las preciosas y carísimas vacaciones, los emigrantes apro,echan para viajar el fin de semana, lo que transforma en verdade ra catástrofe cualquier emergencia, por la dificultad de encontrar un domingo, por ejemplo, un taller o un mecánico para arreglar una avería, o un banco para cambiar dinero: la desconfianza mutua es total, y los españoles no aceptan escudos; los portugueses están convencidos de ser timados cada vez que se les exige el pago en divisas fuertes, cuando las tienen.

Si alguien se pone enfermo, la búsqueda de un médico o de una farmacia es otro calvario, y el hospital, una perspectiva que asusta. Las áreas de descanso y puestos de información para emigrantes marroquíes y portugueses en tránsito, puestas en marcha este año por la Direción General de Tráfico de España, en colaboración con las correspondientes instituciones y autoridades de Francia, Portugal y Marruecos, quizás no han sido debidamente utilizadas por los conductores portugueses este verano, quienes se seguían quejando de la falta de instalaciones de este tipo en su recorrido desde Irún a la frontera con Portugal. Concretamente, para el servicio de los emilgrantes portugueses, este verano han funcionado tres de estos centros de desanso, dos en la provincia de Burgos, en Bribiesca y en el puerto de la Brújula, y otro en Tordesillas (Valladolid).

Pero no todos los emigrantes portugueses viajan por carretera. En estos mismos días, todas las tardes millares de ellos toman por asalto la estación de Santa Apolonia, en Lisboa. Son los trabajadores del Sur, con destino también a Irún y luego París, Bruselas o Francfort. Vienen preparados para una dura prueba, que recuerda los tiempos heroicos de la posguerra española. Los trenes especiales puestos a su disposición son constituidos, en el mejor de los casos, por vagones que la Renfe o su congénere portuguesa adquirieron hace décadas y que vuelven a circular exclusivamente en estas ocasiones.

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