La oportunidad de objetar
Creía que vivíamos en un país civilizado. Cierto que la mitad de la población debe dejarse de ilusiones durante una época de su vida y pasar a sufrir la disciplina militar, pero parecía que, una vez pasado ese año y medio, se acababa toda relación con el Ejército. Incluso aquel a quien le moleste mucho el ir a la mili puede declararse objetor de conciencia, como reconoce nuestra Constitución.Lo malo es que una persona tiene, a lo largo de su vida, dos únicas ocasiones para objetar: el momento de la talla y el de recoger el petate. Si no aprovechas uno de esos dos momentos de tu vida, los militares te tendrán anotado el resto de ella como uno de los que son susceptibles de movilización y, así, te verás obligado a pasar revista durante varios años, a notificar cualquier cambio de domicilio, a, en definitiva, depender de ellos para asuntos tan normales como el ir a países para los que haga falta el pasaporte. No importa que una vez en los cuarteles o después de salir de ellos llegues al convencimiento de que no se debe colaborar con los militares; ellos no te dejan sino dos momentos para decirles que no cuenten contigo. Y luego dirán que hay muy pocos objetores.
Que nos deje el Gobierno (no los militares, que ellos no son quien para decir cuándo se puede poner en práctica un derecho constitucional) objetar en cualquier momento: antes,. durante y después de la mili. Mientras tanto, mientras yo no pueda desprenderme de la cartilla militar y lo que ella supone, al que me diga que so mos civilizados tendré que decirle que a mí me tienen militarizado, en la reserva, pero militarizado. /
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