Reforma del Estatut

Hablar de reformar el Estatut, dicho en estos términos, puede provocar en principio recelos muy diversos e incluso contradictorios. El Estatut representó un punto de equilibrio aceptado tanto por quienes lo veían como un mínimo asumible como por quienes lo consideraban el tope máximo de la concesión. Replantear ahora el tema, mover el listón, puede parecer a unos o a otros un riesgo de romper el equilibrio alcanzado, la práctica unanimidad alcanzada a su alrededor.Sin embargo, la iniciativa de reforma del Estatut que Esquerra Republicana ha puesto ahora sobre la mesa no parece -de momento- que deba despertar estos recelos. Se trata solamente de aprovechar la experiencia de otros estatutos de autonomía ya redactados y trasladar al catalán los techos más altos de competencias que otros han alcanzado. La operación no puede alarmar a nadie. Ni se sale de los límites de la Constitución, puesto que estas competencias están recogidas ya en otros estatutos, ni representa una demanda desmesurada, puesto que otras comunidades autónomas las han alcanzado. Y se debe convenir que Catalunya, por personalidad histórica, por tradición autonómica y por arraigo general de la conciencia nacional, tiene derecho a aspirar en todos los campos al máximo de autonomía que la Constitución haga posible ( ... )