La arruga es horrorosa
En la columna aparecida en EL PAIS con el título La arruga es bella, R. Montero arremete contra el ciudadano de la calle que se compra un traje de hilo o lino (aunque sea en las rebajas de agosto) con la idea de pasar fresquito el verano. Y bello. Y lo carga de culpas y miserias, de muertos de hambre, de tercermundistas que sacrifican su plato de sopa sembrando algodon. No da ninguna cifra de volumen de importaciones, de consumo interior, ni falta que le hace; sabe lo que deberían plantar los diferentes países y lo que los demás no deben comprarles. Del tergal y el tervilor no dice nada porque dan calor en estas fechas, lo cual viene a demostrar que detrás de todo moralista hay un sádico, un ser sancionador por naturaleza que por el placer de aplicar sanciones rebusca culpas ajenas. Existen personajes movidos más por repulsión hacía la comodidad que por la compasión hacia la desgracia y no pueden dejar vivir a la gente placenteramente sin sentir la imperiosa necesidad de chinchar a los demás. /
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