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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Racismo y opresión

MIENTRAS EN la ciudad de Pretoria se examina científicamente una niña encontrada para saber si tiene residuos de sangre negra, es decir, para que su vida se desarrolle en un gueto o en el confort, en Ginebra comienza la Conferencia Mundial contra el Racismo, presidida por el secretario general de las Naciones Unidas. No asiste la República Surafricana. Pero tampoco están presentes Israel ni Estados Unidos. Israel, para no recibir acusaciones -como en años anteriores- de su política de discriminación racial con las minorías árabes de dentro de su territorio (que son minorías porque ha expulsado previamente a las mayorías, y que es su territorio porque lo ha conquistado mediante el uso de la fuerza), y Estados Unidos, no tanto por sus propios problemas de país- multirracial, sino para evitar tener que pronunciarse con respecto a dos países aliados, como son Israel y Suráfrica, que le ayudan precisamente con esa política a sostener lo que cree esencial para su sentido del orden en zonas geográficas extensas y rebeldes.Suráfrica va a ser, sin duda, condenada una vez más en esta conferencia, y sin duda también la condena va a resultar nula. El país es hoy una importante potencia militar enfrentado con lo que llama -con asentimiento y eco en Washington y en Londres- la "ola roja que invade Africa" y que está en sus fronteras: Angola, Mozambique, Zimbaue... El problema de que cinco millones de blancos sigan conteniendo a los veinte millones de negros de su país se ha convertido ahora en su oposición a los sesenta millones de negros de los países del Norte. Sus posibilidades son, por tanto, muy provisionales y parecen depender de la ilusión de una política global que reúne otras situaciones parecidas de países convertidos en fortalezas de frontera a lo largo del mundo. Muros de contención. Pertenecen, por tanto, a la creencia de que es un enfrentamiento contra el comunismo y, efectivamente, los países del Norte reciben cada vez más ayuda de los países comunistas, y su dependencia aumenta a medida que son privados de otras fuentes económicas y mientras crece la ' presión que ejerce la República Surafricana sobre ellos. El aspecto racial de la cuestión, como el problema básico de la miseria, no se suelen estimar en estos casos.

Por razones parecidas, dentro de sus propios condicionamientos locales, la inmensidad de los problemas raciales del , mundo va a estar más o menos representada en esta conferencia, y a veces de manera episódica o pinto resca. Ha quedado suficientemente claro a partir del gran sobresalto contra el racismo producido a raíz de. la segunda guerra mundial, y precisamente en razón de los judíos asesinados y discriminados (y es una paradoja muy demostrativa de la situación el que Israel no esté presente en Ginebra), que no hay razones antropológicas ni geográficas para la diferenciación racial, y una de las inmensas consecuencias históricas de esta demostración fue la serie de declaraciones de independencia de Estados colonizados que se produjo a partir de ese momento, impulsadas precisamente por Estados Unidos, que, cumpliendo la misma paradoja, tampoco se presentan ahora en la- conferencia. Toda discriminación racial está hecha en razón de una forma de explotación, de anulación de grupos destinados al esfuerzo y la pobreza para el mantenimiento del poder y la riqueza de otros, y a esta ley apenas escapa nadie: ni el Ulster aplastando a sus milesios o españoles, ni la URSS con la cuestión de las minorías de judíos, armenios, mongólicos y un in menso etcétera, pasando por el problema indigenista americano o por las luchas actuales en Sri Lanka.

La conferencia de Ginebra va a tomar algunas resoluciones de carácter político sobre una abstracción general y no va a tener efectividad ninguna. Los grandes conflictos pasan por encima de ella. Pero pueden tener desenlaces que no están previstos, porque mientras no se tenga en cuenta la verdadera naturaleza de las relaciones de opresión y los fantasmas de diferenciaciones excesivas con que a veces las minorías quieren obtener privilegios sobre las mayorías, los problemas van a persistir.

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