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Bolivia: democracia y libertad

Como cuando se fundó la república, Bolivia -que celebra el sábado su fiesta nacional- se enfrenta a una situación en la que intereses minoritarios se oponen a la democracia y las libertades, aspiraciones de la inmensa mayoría de la población. El autor del artículo apela, por ello, a la solidaridad internacional.

En estos últimos tiempos, y con bastante frecuencia, ha sido motivo de titulares, en los medios de comunicación del mundo entero, la República de Bolivia. - El mayor productor de cocaína del universo. - El país con más golpes de Estado que años de vida republicana. Noticias lamentablemente ciertas; pero es importante matizar que la mayoría de su pueblo lo único que pretende es vivir en paz y libertad. Este país andino que late en el centro del corazón suramericano sigue como en el pasado, luchando por una vida digna yu por sonreír al futuro con una esperanza optimista. El próximo 6 de agosto festeja un aniversario más de su independencia en aquel lejano 1825 de la España de Fernando VII. Una reflexión brota ante esta importante fecha para los bolivianos ante los españoles de este país libre que aceleradamente acuña y consolida sus instituciones democráticas, mirando al subcontinente latinoamericano desde una nueva óptica histórica, en la justa medida que este hecho significa: la comprensión clara y objetiva de nuestros pueblos. Prueba real de este nuevo entendimiento ha sido el merecido homenaje al Rey de España en la última reunión de Caracas con los presidentes de las repúblicas que ostentan el sello personal de Simón Bolívar, el Libertador. La realidad boliviana, con su mal frustrante de golpes de Estado, tiene una explicación histórica que merece dar a conocer. Su nacimiento como república independiente confronta una doble problemática: sobrevivir como república y no tener las características de una nación porque tan sólo se sustituyó la administración del poder colonial por una burocracia criolla que montó una estructura en función de los intereses económicos de los nuevos exportadores de minerales y los latifundistas, explotando a los quechuas y aymaras, seculares propietarios de las tierras.Es lógico pensar que las medidas democráticas orientadas por Bolívar no eran del agrado de la nueva clase dominante, la cual, en cuanto pudo, derogó las leyes de libertad por Gobiernos de hecho al servicio de sus intereses, expoliando a la República sin preocuparse por integrar y vertebrar el país/nación que deseaba el pueblo, con honrosas excepciones reconocidas por nuestra historia. Dentro de esta síntesis tormentosa hubo caudillos que intentaron y avanzaron en ese camino de liberación popular, mientras las minorías consolidaban y concentraban las riquezas nacionales, como el conocido Simón Patiño, rey del estaño, que donaba un hospital a la ciudad de París, mientras los trabajadores de sus minas dejaban sus pulmones en los socavones.

El 9 de abril de 1952

La busca de esta identidad se consolida y culmina con una auténtica insurrección popular, el amanecer del 9 de abril de 1952, cuando un Gobierno nacionalista y revolucionario nacionaliza las grandes empresas mineras, decreta la reforma agraria y otorga, por primera vez en su historia, el sufragio universal para todos los bolivianos. Por fin, Bolivia/nación ejerce su democracia con la participación del pueblo, que se integra a lo ancho y a lo largo de su geografía. Esta experiencia, con medidas irreversibles, duró 12 años, y por las propias contradicciones de sus dirigentes, creó las condiciones para el golpe militar, que, con algunos paréntesis muy cortos, hace que Bolivia vuelva a tener actualidad por una cadena interminable de golpes de Estado hasta el pasado 10 de octubre, cuando la lucha del pueblo se impone ante los ejércitos pretorianos e instaura un Gobierno democrático que lucha por sobrevivir, inmerso en una crisis económica desastrosa heredada del golpismo endémico de los últimos años. Hoy, como cuando la fundación de la República, los intereses minoritarios no quieren la democracia y la libertad. Se vislumbran nubarrones amenazantes sobre la joven democracia, que los bolivianos, en la gran mayoría, deseamos institucionar; por ello, en estos momentos dramáticos, invocamos a la solidaridad internacional para cooperar con Bolivia. Si ayer se enseñaba en las escuelas bolivianas que con la plata extraída por los españoles del cerro Rico de Potosí se podía construir un puente de ese metal hasta Madrid, hoy, desmitificados en ambas orillas, deseamos que esta España moderna y libre se constituya en el puente sólido de cooperación hacia Latinoamérica, y en este caso, a Bolivia, y de interlocutor nuestro con sus vecinos para que digan que también Bolivia debe sobrevivir en democracia y libertad. Javier Bedregal Gutiérrez es ex ministro de Minería de Bolivia y consejero económico de la Embajada de Bolivia en Madrid.

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