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Un joven de 21 años de edad murió el viernes en Leganés por una sobredosis de droga

Carlos González Upez, un joven de 21 años de edad, murió el viernes, aproximadamente a las 16 horas, en el servicio de un bar de Leganés, a consecuencia de una sobredosis -o de una adulteración- de droga. Policías municipales, avisados por el dueño del bar, le encontraron caído de bruces en el suelo, con la jeringuilla llena de sangre y todavía enganchada en el antebrazo derecho. Su carné de identidad le identificaba como nacido en Madrid el 3 de octubre de 1961. Vivía a poco distancia de donde murió, en la calle del Capitán Muro Durán, situada en pleno centro de Leganés.

El burger pub Mallorca está situado en la calle de Palomeras y lleva abierto apenas dos meses. Es un local bien acondicionado y limpio, en el que también se sirven comidas. Carlos González entró en el mismo aproximadamente a las 5.30. Pidió un filete y un huevo frito con patatas y una cerveza muy fría. Mientras se lo servían, descendió a la planta baja, en la que están instalados los servicios. Media hora más tarde, alarmado por la tardanza del muchacho, el propietario del bar bajó y llamo a la puerta. Ante la falta de respuesta, avisó a la Policía Municipal -el ayuntamiento está muy cerca le allí- y tres de ellos acudieron a ver qué pasaba. Abrieron la puerta del servicio y se encontraron con el cuerpo del joven, arrodillado y caído de bruces.En el antebrazo derecho colgaba aún unajeringuilla llena de sangre. En la taza del inodoro había una cucharilla con restos de droga, un trozo de plástico con un polvillo blanco -heroína, con toda seguridad-, un mechero y unas gafas graduadas. El joven, delgado, de estatura media, moreno, con el pelo rizado, iba vestido con unas playeras, pantalón vaquero y una camiseta azul claro. Inmediatamente se dio aviso a la comisaría de Leganés, de donde se desplazaron dos inspectores y la dotación de un coche patrulla. Al mismo tiempo se avisó al juez y al médico forense.

A las 17.30 llegó el forense.

Mientras, entre dos policías municipales sacaron el cuerpo del reducido espacio del servicio y le tendieron en el suelo, a la puerta. A pesar de que no daba señal alguna de vida, el forense manifestó sus dudas de que hubiera fallecido ya. Según explicó, al levantarle los párpados con el dedo y soltarlos, éstos volvían rápidamente a su posición de cerrados, lo que podía, tal vez, suponer que le quedaba un hálito de vida. Se le trasladó inmediatamente en una ambulancia al hospital Primero de Octubre, donde los médicos sólo pudieron certificar su muerte.

Los policías se hicieron cargo también de una bolsa de mediano tamaño, de plástico blanco, que el joven había dejado en el mostrador. En la bolsa se encontró una pistola simulada, marca ACV, y un centenar de piezas de bisutería. El padre del muchacho declaró a la policía que su hijo había salido de casa a las once de la mañana, a visitar a un hermano que vive en el cercano pueblo de Fuenlabrada. Lo último que supo de su hijo es que le llamó a mediodia para avisar que no iba a comer a casa.

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