Pascual y los 'pregonaos'
Pascual Gómez Jaén, el "torerillo de azul" que vimos en la feria de San Isidro, se fue a recibir a su primer novillo a porta gayola. No sabía lo que le esperaba; nosotros tampoco; nadie. Lo que ninguno podía imaginarse es que sería un pregonao. Pascual Gómez Jaén, torerillo de azul ayer también, lleva lo menos doce años en esto del toro, con lo cual se ha curtido en el oficio y lo asombroso es que, al cabo de tanto tiempo, no haya perdido ni el valor ni las ilusiones por llegar a figura.Sabe torear más de lo que aparenta, y el camino que ahora ha tomado es el del tremendismo, para conseguir eso que los taurinos llaman rompe. Debe tener cuidado Pascual Gómez Jaén, pues lo que puede ocurrir es que él mismo se rompa la crisma. A punto estuvo en la porta gayola. Salió el novillo, que era cárdeno, astifino y avinagrado, y se le paró, como para helarle el corazón. A partir de entonces iba siempre al bulto, comeando con puntería. El buen oficio de Pascual consiguió resolver la papeleta con la taleguilla destrozada, porrazos unos cuantos, taquicardia, pero cornada ninguna, que de eso se trataba.
Plaza de Las Ventas
25 de julio.Novillos de Villagodio, bien presentados y broncos. Pascual Gómez Jaén. Pinchazo saliendo trompicado y estocada delantera (ovación y salida al tercio). Estocada trasera y descabello (palmas y también protestas cuando saluda). Manolo Tirado. Tres pinchazos bajos, -aviso con retraso-, otros cuatro pinchazos bajos, pinchazo hondo pescuecero, rueda de peones y tres descabellos (silencio). Bajonazo (silencio). El Porteño. Pinchazo tirando la muleta, estocada trasera, rueda de peones y descabello (pabnas y saludos). Estocada tirando la muleta (palmas).
Para compensar, el cuarto era otro pregonao, aunque al lado del primero se diría que tenía modales versallescos. Bueno, en realidad no tanto, porque cuando Pascual, torerillo de azul todo él -ya que había tenido que sustituir la taleguilla destrozada por un chandal- inició los naturales, el novillo le tiró una puñalada al flequillo, otra a la faja, enarboló brazuelos empujando a lo burro. Se quedó con las ganas de atraparle, pues Pascual es torero en forma, cuya profesionalidad incluye reflejos y una agilidad felina para escapar de la cornada.
En cierto modo, lo tenía claro: matar al pregonao, según el público demandaba. Pero prefirió jugarse el chandal, volvió a citar junto a los pitones, aguantó las des compuestas arrancadas que de nuevo eran al bulto, y en base a esa impavidez pasmosa, logró que el pregonao tomara la muleta. Lo hacía pasar por delante de su chaparra persona, en la suerte natural ligada con la contraria, al estilo de los toreros antiguos.
La diferencia es que, cuando esos antiguos, padres de la tauromaquia, toros pregonaos salían muchos y a estas faenas el público les daba su mérito, mientras que ahora pregonaos salen pocos, y como la gente está acostumbrada a más delicadas maneras por parte de los coletudos, achaca a zafiedad del torero lo que, en verdad, es borrascoso temperamento de la fiera. De esta forma, mientras Pascual permitía que las buidas astas dibujaran su perfil, en medio de la angustia del tendido desentonaba algún grito de "¡chalao!" o de .¡Vete a los charlores!".
Curioso espíritu de justicia animaba a parte del personal ayer. Lo restante de Villagodio que saltó a la arena no fue tan malo, pero tampoco bueno. El lote más manejable correspondió a Manolo Tirado, debutante sevillano, que exhibió el saleroso corte de los de su tierra, pero sin relieve y con una técnica mediocre, en la que predominaba la ventajifia de citar con el engaño atrás y el pico delante.
También debutaba el venezolano El Porteño, que correr, corre. Mucho en banderillas, no tanto en las demás suertes, si bien para. ejecutarlas esgrimía ligero pie. Fue incierto su primer novillo y era lógico que sorteara sus achuchones; no se iba a dejar coger. Sin embargo el sexto embestía con codicia y no mejoró los muletazos ni redujo la velocidad. El torerillo de azul contemplaba sin pestañear el ajetreo, suponemos que con envidia, por la condición del toro. Pensaría que, a sus años, el destino le pone delante demasiados pregonaos, para sus propósitos de llegar a figura. Pero precisamente con los pregonaos demuestra que puede alcanzar la meta. Si además torea como sabe -y no como aparenta-, es de ley que la tenga cerca. Siempre que los taurinos no dispongan otra cosa, naturalmente.
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