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Reportaje:

Campos de sal por abuso de agua

Una exagerada utilización del regadío en Dalias (Almería) ha comenzado a producir la salinización de dos de sus tes acuíferos

El Ejido, ahora capital de esta rica zona, era 20 años atrás una miserable pedanía de Dalias. Aquí sólo bajaban los desheredados de esta población. El esparto y algunos secos pastos para cabras eran todo lo que entonces podía ofrecer el semicírculo desértico atrapado entre las montañas y el mar, cuyo diámetro, la línea que une Roquetas con Balanegra, es una recta carretera de 33 kilómetros. Sierra adentro, camino de La Alpujarra y aún a corta distancia de la costa, está Dalias, entonces una población próspera, al menos para lo que es esa zona, gracias al cultivo de la uva de mesa.Ahora, El Ejido tiene cerca de 30.000 habitantes y varias pedanías a su alrededor. Ha dejado muy atrás en población a Dalias, de cuyo ayuntamiento de independizó con muchos problemas, y su renta per cápita es el 172% de la media nacional. Las demás miserables aldeas que hay a su alrededor han crecido espectacularmente; existe multitud de población dispersa, y hasta las ciudades situadas en los extremos del diámetro, que habían visto en el turismo el remedio de sus males, se han encontrado favorecidas por este fenomenal estallido de abundancia. Ahora, sobre este antiguo e improductivo desierto, viven 85.000 personas.

El agua, el sol, el seco viento, la capacidad de iniciativa y de trabajo de algunas personas es lo que ha producido ese milagro. Debajo de las piedras hay agua, mucha agua. Todo el campo de Dalias está sobre agua. Se cavaron pozos y se instalaron invernaderos, en los que las hortalizas y las flores crecen rápidamente gracias al fuerte sol de Almería y a la ausencia de humedad provocada por ese continuo y seco viento que aleja el vapor.

Primero bajaron a jugársela los más audaces de Dalias, hartos de vivir del monocultivo de la parra. Triunfaron y les siguieron muchos otros, llegados de cualquier punto de las proximidades. La mayoría empieza empleándose con alguien que ya está instalado, y luego se independiza. Es fácil. Una hectárea da para vivir a una familia de cinco personas. Para empezar, sólo hace falta entramparse. Todos los bancos importantes de Andalucía tienen abierta sucursal aquí desde hace tiempo, y conceden crédito, porque saben que el éxito es seguro, o al menos que hasta ahora lo era.

Y mientras la zona explotada del campo de Dalias crece y se aproxima ya alas 10.000 hectáreas bajo invernadero, Almería es una ciudad alegre y confiada, capital de una provincia en espectacular progresión en el ranking nacional de la renta per cápita. Del puesto 45 ha saltado al 17, y su progresión continúa. En el paseo, los poetas locales discuten sobre la política socialista, las mozas casaderas pa sean sus modelos de verano y un coche dotado de altavoz anima a ver la corrida del domingo, mano a mano entre el ídolo local y José Antonio Campuzano, corrida-homenaje a la mujer almeriense.

En la ciudad aún no se concede importancia a una noticia que ha hecho correr un escalofrío por el espinazo de todos los directamen te interesados en la explotación agrícola del campo de Dalias: el Banco Español de Crédito ha negado a partir de ya los créditos para nuevas inversiones. Un informe geológico de fiabilidad, elaborado por el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), señala que el principal de los tres acuíferos que componen la gran riqueza de la zona es seriamente deficitario, hasta el punto de que su cota ha bajado tanto que el agua del mar a comenzado a colarse en él. Ha comenzado un proceso de evolución imprevisible y de consecuencias irremediables, al menos a medio plazo.

Tierras de Almería

Llega la noticia cuando estaba en marcha un ambicioso proyecto de expansión de la más importante sociedad instalada aquí. Tierras de Almería, que une capital catalán y holandés, con base de nacimiento en la Bianca Garriga y Nogués y conectada con Banesto, comenzó a explotar canales de comercialización, incluso ha recomprado la mayoría de las parcelas que vendió. Ahora tiene en explotación 807 hectáreas con las más avanzadas técnicas, entre ellas el riego por goteo, que supone la mitad de consumo de agua que la aspersión.

Tierras de Almería presentó al Gobierno un proyecto de expansión a 1.000 hectáreas más, lo que ocasionaría la creación de 37 puestos de trabajo para directivos, 77 para técnicos, 250 para administrativos y 4.157 para obreros. El último Consejo de Ministros de UCD, antes de las elecciones, informó favorablemente la inversión de 10.000 millones de pesetas, necesaría para ello. Concedió 3.000 millones como subvención y unas cuantas e importantes ventajas fiscales solicitadas por la empresa, que con el informe favorable en la mano fue a pedir un crédito de 7.000 millones al Banco de Crédito Agrícola.

Descenso alarmante

Y ahí es donde surge la noticia, esperada, por otra parte, en muchos círculos. El informe del IGME al Banco Español de Crédito es demoledor. La explotación de Tierras de Almería está situada sobre el mejor de los tres acuíferos de la zona, el inferior occidental, sobre el que vierte algunas de sus aguas el central. La situación del primero de estos acuíferos es lastimosa. Su nivel piezométrico, situado hace cinco años entre las cotas 10 y 15, bajó en los primeros cinco años a un ritmo de medio metro por año. En los ocho siguientes, a uno por año, y en los dos últimos, 1,65 y 1,80 metros, respectivamente; hoy está por debajo de la cota cero, y la consecuencia no podía ser otra que la intrusión progresiva de agua del mar en él. Una franja de la costa ya está salinizada, y el informe señala, de forma inquietante, que "la intrusión está evolucionando y no se dispone aún de un historial del control de la misma como para extrapolar su progresión en el futuro".

Junto al crédito solicitado por Tierras de Almería se niegan asimismo los pedidos por multitud de pequeños propietarios para compras de nuevos terrenos o mejoras de cualquier tipo; en su negocio, muchos estaban ya disfrutando créditos puente, a la espera de obtener el del BEC, y se encuentran entrampados, traicionados.

Corren rumores de que de Tierras de Almería desconfiaba mucha gente: unos dicen que hay capital árabe que el Gobierno quiere frenar; otros dicen que hay recelo de que obtenga mucho poder y acabe canalizando la comercialización de todo el campo, en beneficio de inversiones extranjeras. Para muchos, simplemente el BEC no quiere conceder un crédito favorable a una sociedad fuerte, ligada a Banesto. El caso es que la multitud de pequeños propietarios se queja de que para negar un crédito a Tierras de Almería tengan que negárselo también a ellos, a los propietarios de una o dos hectáreas. Nadie cree que falte agua. Llevan años encontrándola en cualquier lugar en que pinchan para hacer un pozo. Y, sin embargo, es una realidad. El acuífero inferior occidental, el más observado, lleva años entregando más del doble del agua que ingresa. Pero es que todo el conjunto, formado por tres acuíferos, como queda dicho más arriba, gasta en total 100 hectómetros cúbicos por año, y su ingreso medio se calcula en 60. Además, lleva años ingresando mucho menos que eso. La media pluviométrica en la zona es de 220 milímetros por año. Por debajo de esa media se ha estado 14 veces entre al año 1940 y 1980, y de esas 14, siete corresponden a los años comprendidos entre 1973 y 1980. Y los dos últimos han sido los más bajos de la época, con menos de 100 milímetros, y 1983 amenaza con ser peor. Entra menos agua, y cada año sale más. No es extraño que tanto el acuífero inferior occidental como el oriental, de menos calidad y configuración interna muy complicada, lo que puede ser una defensa contra este mal, se estén salinizando.

El informa provocó una reciente reunión en el MOPU, donde se estudiaron las soluciones, difíciles en cualquier caso. El esquema de trabajo era sencillo: detener el incremento en el consumo de agua; ahorrar agua, manteniendo el ritmo de explotación actual del campo; inyectar nueva agua a los acuíferos. Si todo sale bien, se conseguirá, como mucho, el empate. El crecimiento del campo de Dalias ya no es posible. Ha llegado a su saturación.

Ahorro en ciudad y en riegos

De esos 100 hectómetros cúbicos anuales, el acuífero entrega 80 para regadío y 20 para consumo humano, de los que 15 van a la capital, Almería, una ciudad acostumbrada, en palabras de su propio gobernador civil, a derrochar el agua. Mientras la OMS fija como ideal para una ciudad desarrollada el consumo de 200 litros por habitante y día, en Almería se gastan 300. El sofoco que provoca la visión de sus vecinos desiertos y sus atormentadas y secas montañas puede ser la explicación. Una campaña municipal de llamada a la conciencia y una instalación masiva de contadores pueden frenar el derroche; por este concepto se puede ahorrar algo más de cinco hectómetros cúbicos.

De los 80 dedicados a regadío, con una mejora de las técnicas consistente en la utilización plena del riego por goteo, suprimiendo los de aspersión e inundamiento, que gastan mucho más, se puede bajar 15 hectómetros cúbicos más. Con eso, el consumo quedaría en 80 hectómetros cúbicos anuales, aún 20 por encima de la media anual de ingresos.

Para compensar hay dos medios: el pantano de Beninar, que lleva 10 años en construcción y aún no está terminado, es uno de ellos. La pared ya está construida, queda la impermeabilización del suelo y el remate de las obras de conducción de su agua hasta el acuífero, para lo que sólo faltan un pequeño sifón y un túnel de ocho kilómetros, en el que un tren de perforación trabaja afanosamente y avanza 50 metros por día. Aunque para el año que viene sea imposible que entre en funcionamiento, se va a hacer un esfuerzo para que durante este verano quede el suelo impermeabilizado, cosa dificil de conseguir, pero que serviría para que almacenara las lluvias del próximo invierno. Beninar puede dar 15 hectómetros cúbicos al año al acuífero, una vez descontado lo que se deberá enviar a la vega de Adra, salida natural del río Gador. Y faltan aún cinco, que se pueden obtener con diques de regulación de los ríos Trevélez y Cadiar, ya de la Alpujarra granadina, pero que son inatacables, porque riegan vegas de otra provincia. Sin embargo, sus avenidas pueden ser reguladas y su caudal, ocasionalmente excesivo, desviado hacia el campo de Dalias. De ahí podrían salir los cinco hectómetros cúbicos que faltan, y ya cuadran las cuentas. Esta solución tardará algo más en llegar.

Decreto-ley

Pero nada es posible hacer en cuanto a ahorro de agua en riego con la actual ley de Aguas, que data de 1879 y que considera las aguas subterráneas no de propiedad pública, sino privada. La única restricción que existe es la de cavar un pozo a menos de 100 metros del vecino. Nadie puede decir al dueño de un pozo cuánta agua puede sacar, y escribir una nueva ley de Aguas llevaría tanto tiempo como para que el desastre avanzara mucho. Hay que pensar que la salinización es irreversible y que, si su avance continúa, constituirla la ruina de la zona. Un decreto-ley es el medio legal con el que detener el proceso.

Y hay que esperar la lluvia; hay que esperar que cambie la racha de nueve años por debajo de la media, los dos últimos catastróficos; hay que esperar que llueva, pero que lo haga poco a poco, porque en caso contrario puede haber una catástrofe de consecuencias imprevisibles.

En el análisis visual de la zona se observan hasta seis ramblas secas que bajan de las torturadas montañas del fondo y mueren en el llano, sin salida al mar; otras, por los extremos del círculo, sí tienen salida, pero sus cauces están semiinvadidos por los invernaderos. Si un día llega una gran avenida, todo ese conglomerado de plástico y alambres que son los invernaderos taponará sin duda las escasas salidas, y las consecuencias, en una zona habitada por 85.000 personas, serán inimaginables. Es un tema que no deja dormir al gobernador civil, que tiene preparado un plan de evacuación, cuya eficacia prefiere no tener que comprobar. En febrero, el Instituto Meteorológico anunció fuertes lluvias, hasta que se comprobó que las previsiones habían fallado, y las lluvias descargaron en la Alpujarra.

Unos pequeños diques en la cabecera de las cuencas, construidos por Icona, son el único freno, posiblemente ineficaz, a esta posible catástrofe. Existe un concurso para proyectos que frenen la salida de las ramblas y que evite la catástrofe, pero hasta dentro de unos 10 años no estará asegurada la zona.

El campo de Dalias se presenta así como un exponente del desarrollismo ciego sin programación que asegure su supervivencia. La propia ciudad de El Ejido, una sonora bofetada al urbanismo, es el mejor ejemplo. Las soluciones existen, pero es dificil asegurar sobre qué tiempo para ponerlas en marcha.

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