El monstruo
Me refiero al monstruo informativo que estos días ruge por ahí su protagonismo pegajoso e intransitivo. Lo hemos creado entre todos y resulta estúpido hablar ahora de culpas o exculpaciones.Para que no se produzca el temido apagón informativo, hay que alimentar diariamente al voraz monstruo con enormes titulares, miles de páginas de opinión y comentarios, toneladas de polémicas, rumores, escándalos, columnas, patetismos, filtraciones, editoriales, noticias de infarto, watergates al por mayor, protagonismos al detalle. Con estas ruidosas proteínas lo hemos fabricado y únicamente con tal clase de calorías furiosas logra el monstruo sobrevivir.
Y como no hay actualidades suficientes en este modesto país para nutrir el indesmayable estado de interjección de rotativas, micrófonos, pantallas, máquinas de escribir y folios en blanco, el monstruo reproductor de mensajes ajenos se transfigura en productor de acontecimientos propios. Entonces ocurre la autofagia periodística. Una aberración que al principio caía simpática pero que ya empieza a resultar idiota: Los mensajeros se convierten en mensaje, los informadores derivan en información, los comentaristas se transforman en comentario, los comunicadores se erigen en comunicación y el narcisismo individual suplanta sin recato el discurso social.
Pero lo verdaderamente llamativo es que desde el poder también se vive el monstruoso espejismo de acontecimiento, y de manera idéntica. Al sensacionalismo informativo responden con el sensacionalismo gubernamental, a los columnistas impertinentes les devuelven impertinencias de rango periodístico, a los editoriales de Prensa replican con editoriales de Consejo de Ministros, a las querellas periodísticas contestan con querellas judiciales y al exceso de los intermediarios del acontecimiento responden con acontecimientos francamente intermediarios. Esta arcaica hipersensibilidad del Gobierno hacia los medios no hace más que engordar el monstruo insaciable hasta la geometría de lo grotesco. Porque grotesco es ese insufrible articulismo cuya prosa pelmaza suena como el poder y grotesco es un poder democrático que se siente acosado por los articulistas.
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