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Torero de casta

Plaza de Las Ventas. 3 de julio.Cinco toros de Ortigao Costa, con gran trapío y broncos, excepto el primero, noble. Sexto, sobrero de El Tomillar, con poder y manso.

José Fuentes. Bajonazo (petición y vuelta con algunas protestas). Pinchazo hondo bajo perdiendo la muleta y descabello (silencio). Pepe Luis Vargas. Estocada caída (oreja). Seis pinchazos, estocada corta perpendicular baja -aviso con retraso- y descabello (ovación y salida al tercio). Pepín Jiménez. Pinchazo hondo bajo y descabello (silencio). Estocada corta y descabello (palmas).

JOAQUIN VIDAL Madrid

Seria y bronca salió la corrida, pero para medirse con ella había un Vargas llamado José (como todos en la tarde), torero de casta, que se ciñó, se fajó, se embraguetó, y además aderezaba su derroche de voluntad y valor con exquisiteces tales como el trincherazo, el ayudado, el molinete, el quiquiriquí, y en una ocasión también el cite de largo plegada la muleta, que andaluces llaman er cartucho pescao.

Por delantales quitaba Pepe Luis Vargas en el toro dificil, bregaba con solidaria actitud hacia los peones en el aún más difícil sobrero, y no paró de bullir en todas las lidias, interviniendo cuando era menester, con una colocación irreprochable en el ruedo. Su primera faena fue emocionante, ajustada y torerísima; y en la segunda creó un comienzo de altos vuelos, fundiéndose con el toro incierto en unos ayudados a dos manos, rodilla en tierra, ganando terreno, para rematar con el de pecho puro y hondo en el platillo.

Vino después lo de la muleta plegada, que andaluces llaman er cartucho pescao, y los tres naturales siguientes resultaron de poder a poder, pues el toro portugués era una fiera de violencia extrema y le quería desempadronar. Afortunadamente, solo alcanzó a desarmarle. Y como no conseguía sus propósitos homicidas, el toro portugués se dedicó a sorprender al torero, amagaba embestidas, le tiraba un derrote a la oreja, se quedaba en la suerte con el malicioso propósito de engancharlo por la barriga. No pudo: Vargas era más listo.

Más listo, y torero, lo cual midió el público a la perfección, y aunque a ese quinto toro lo mató a la última, le aplaudió en reconocimiento a la labor de conjunto, a la casta de torero bueno que había exhibido a lo largo de la corrida. Vargas no ocupa en el escalafón de matadores el puesto que debería ocupar. La gente estaba ayer con Vargas, más que con ningún otro coletudo, y le hacía justicia.

También tuvo la papeleta difícil el Jiménez llamado Pepín, es decir, José (como todos en la tarde), al que correspondieron un reservón y un sobrero poderoso, manso y sin fijeza. El reservón no embestía y hubo de abreviar. El sobrero lo hacía a oleadas y cuando el torero conseguía ligarle tres o cuatro pases, escapaba a tablas. Murcianos jaleaban a su paisano Jiménez, haciendo gala de pepinismo, y madrileños condescendían, aunque les advertían amablemente que no fueran tan pasionistas. Los murcianos eran prudentes y ponían sordina a su desbordamiento pepinista.

Pasionistas sin rebozo, en cambio, fueron los que animaban al Fuentes llamado José (como todos en la tarde) a quien le salió el único toro bueno. Era de esperar. Fuentes es el torero de las oportunidades, y ayer tuvo otra más -debe ir por la mil- con ese toro nobilísimo, suave, incansable en la embestida, al que toreó sin ángel, con el pico, frecuentemente destemplado, y lo liquidó de bajonazo. No merecía el toro de bandera ni la cantinela derechacista ni el infamente sartenazo que le propinó el diestro de Linares. Al cuarto, incierto y violento, lo trasteó con oficio. Nada más.

Torería, gusto, casta se echaban en falta. El público habría querido ver con ese primer toro sensacional a diestros que atesoren tales virtudes; Vargas, por ejemplo. Y, desde luego, a Antoñete. "¡Anda que si le sale a Antoñete ese toro ... !", decían. Los pasionistas, naturalmente; que tiene muchos Antoñete en esta plaza. Ahora están felices, pues el domingo próximo, viene. Lo anunciaron por altavoces, y menudo gusto les dio.

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