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Tribuna
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Raíces del desarrollo la nueva economía mundializada

El autor continúa sus reflexiones sobre Hong Kong como caso clásico para el estudio del proceso de crecimiento económico acelerado en las nuevas condiciones de internacionalización de la economía. Según estas reflexiones, Hong Kong no es el paraíso monetarista, sino la extraña confluencia del dinamismo de la pequeña empresa con un Estado-providencia a la inglesa, y bajo el manto protector de la gran madre, China.

Junto a esta acción pública inversora se ha desarrollado toda una serie de instituciones públicas de planificación flexible de la economía en sectores clave, tales como el turismo (organizado por la Hong Kong Tourist Association desde 1957), el comercio internacional (aconsejado por el Trade Development Council desde 1966) y el desarrollo tecnológico (con una serie de medidas diseñadas por el Productivity Centre desde 1967).Más significativa aún es la acción decisiva del Gobierno en materia de desarrollo urbano y en infraestructura básica. Para empezar, toda la tierra está nacionalizada en Hong Kong desde 1902, y el Gobierno procede a arrendarla a particulares, por subasta al mejor postor, en general por 75 años, mediante convenios que estipulan las condiciones precisas de su utilización. Dicha situación ha tenido tres efectos decisivos y altamente favorables para el desarrollo de Hong Kong:

a) Ha proporcionado al Gobierno una fuente de ingresos cada vez más elevada: los arriendos de tierra representaban el 2,6% de los ingresos públicos en 1950-1960, pero pasaron al 7,1 % en 1960-1970 y al 10,4% en 1970-1980.

b) En segundo lugar, han permitido orientar el desarrollo urbano, caracterizado hoy día por la construcción de nueve gigantescas nuevas ciudades terminadas o en proceso en la periferia de Hong Kong, en donde vivirán dentro de cinco años casi dos millones de habitantes (1).

c) En tercer lugar, la propiedad de la tierra ha permitido al Gobierno desarrollar el mayor programa de vivienda pública del mundo Gunto con Singapur), dando alojamiento al 45% de la población, con alquileres inferiores al 10% de sus ingresos, en polígonos de viviendas cuya calidad de construcción y nivel de equipamiento superan los de la mayoría del sector privado. Asimismo, el Gobierno ha asumido la extensión del puerto de Hong Kong, transformándolo en el tercero mayor del mundo en instalación de contenedores; la operación del aeropuerto, y, en comparación con capital privado, la construcción de un metro que atraviesa el puerto bajo el mar, y que desde 1980 transporta casi un millón de pasajeros diarios en el conjunto del área metropolitana. (A título de comparación, el metro de Madrid transporta 350.000 pasajeros).

En suma, la acción pública es simplemente decisiva para el desarrollo de Hong Kong, tanto desde el punto de vista del gasto público, como de la propiedad de la tierra, como de la orientación de los nuevos sectores económicos, como, en fin, de la provisión de una serie de servicios públicos absolutamente esenciales para el bienestar de la población y para la moderación de los costos salariales.

Las causas del desarrollo de Hong Kong hay que buscarlas en otras fuentes que las señaladas por el modelo monetarista. Antes de proceder en este sentido, recordemos tan sólo dos elementos que también son decisivos en la crítica del modelo liberal. La moderación relativa del nivel de precios en Hong Kong se debe a un factor político: el bajo nivel de precios de las exportaciones chinas en materias primas, en productos alimenticios y en agua, de los que Hong Kong es absolutamente dependiente. Ello se debe, sobre todo, al interés de China en el funcionamiento de la economía de Hong Kong, a través de la cual recibe alrededor del 40% de sus divisas. En fin, si bien es cierto que los conflictos laborales en Hong Kong son muy escasos, ello no se debe a la desorganización del movimiento sindical, tan deseada por el monetarismo para eliminar un factor perturbador del mercado. La tasa de sindicalización ha aumentado sustancialmente, de un 13,5% de los asalariados en 1968 a un 25,2% en 1976 (2). Ciertamente, la tasa varía enormente según sectores, desde el 82% en los astilleros y el 41% en el textil, a un 1% en la nueva industria electrónica, que emplea a jóvenes mujeres en condiciones espantosas (la mayoría pierden la vista en unos años). Pero, en su conjunto, los trabajadores de Hong Kong están cada vez más organizados, y su principal confederación sindical, la FIU, no oculta sus simpatías por el Gobierno chino. La baja conflictividad laboral hay que buscarla más bien en otros factores: la alta tasa de aumento de salarios reales, los servicios sociales provistos por el Gobierno, la situación de casi pleno empleo durante muchos años, la experiencia anterior de los trabajadores, la mayoría de ellos emigrantes (o hijos de emigrantes) de pobres áreas rurales de China, para, quienes su nivel de vida actual y su acceso a una serie de bienes de consumo es aún considerado como un proceso personal de movilidad social ascendente.

Las raíces del crecimiento económico

Así pues, no estamos en el paraíso monetarista, sino en una extraña confluencia del dinamismo de la pequeña empresa en una economía mundializada, con un Estado-providencia a la inglesa y con el manto protector, ciertamente interesado, de la gran madre China, que cultiva el jardín económico de Hong Kong para hacer de él su ventana al mundo capitalista en 1977. Pero, ¿cuáles son, en ese caso, las condiciones reales subyacentes a ese desarrollo económico? Y ¿cuáles son las enseñanzas de carácter general más general que pueden desprenderse de la experiencia?En primer lugar, según los resultados de uno de los pocos estudios econométricos recientes (3) el factor fundamental ha sido su capacidad de competir en un mercado mundial abierto (y, sobre todo, en el mercado americano) en base al bajo precio, a la calidad y a la oportunidad de sus productos manufacturados. Esa competitividad depende, a la vez, de los bajos costos de producción (cuyo origen examinaremos en su momento), pero aún más de la capacidad de adaptación de las empresas a las condiciones cambiantes del mercado mundial.

En 1948 Hong Kong no era sino un centro comercial intermediario entre China y el mundo occidental, protegido por su estatuto de colonia británica. En 1949, el triunfo de la revolución china motivó a los industriales de Shanghai a emigrar a Hong Kong, llevando consigo algún capital y experiencia empresarial. Pero el paso de una economía de negocio a una economía fundamentalmente manufacturada fue producto de otro acontecimiento histórico: el embargo occidental de todo comercio con China a partir de 1951 con motivo de la guerra de Corea. Hong Kong tuvo que adaptarse a otra función o morir. Y se adaptó: utilizando los vastos recursos de mano de obra proporcionados por los emigrantes chinos (que no tenían otro sitio adonde ir, y, por tanto, estaban dispuestos a aceptar cualquier condición), su propio capital (en la mayoría de los casos, sus ahorros) y préstamos de los bancos de Hong Kong concedidos a altas tasas de interés, pero con gran riesgo, miles y miles de pequeñas empresas se lanzaron a producir lo que sabían: manufactura textil, de larga tradición en Shanghai. Del textil pasaron al vestido y al calzado. En un principio Hong Kong se benefició de su estatuto en la Commonwealth británica y de su pertenencia a la zona de la libra esterlina. Pero cuando su dinámica exportadora llevó a la imposición de. cupos de importación en distintos países, la respuesta fue diversificar el producto, exportando menos cantidad de más calidad; por ejemplo, pasando de la ropa de uso corriente a la fabricación, bajo licencia, de modelos de moda parisiense. En 1973, Hong Kong desbancó a Italia como primer exportador mundial de confección. Algo semejante ocurrió con los plásticos: cuando el mercado se saturó de utensilios plásticos y flores artificiales, Hong Kong se concentró en los juguetes y después en los juguetes electrónicos. En fin, el mismo proceso está teniendo lugar en la electrónica: del montaje de componentes sencillos para empresas japonesas y americanas, Hong Kong está pasando a la producción completa de transistores, circuitos integrados y miniordenadores. El elemento esencial de esa adaptabilidad al mercado es la pequeña dimensión de la inmensa mayoría de las empresas (4). En 1977, el 66% de las empresas manufactureras tenían menos de 10 empleados y tan sólo el 4% de las empresas superaban los 100 empleados, aunque utilizaban el 43% de los trabajadores. El dinamismo de la pequeña empresa (85% de las cuales fueron iniciadas con los ahorros del dueño) y su constante readaptación a las condiciones del mercado es la principal fuente del desarrollo de Hong Kong. Ciertamente, más de la mitad de su producción es en subcontrato, pero no necesariamente con empresas más grandes, y, sobre todo, trabajando simultáneamente con vanas empresas, para preservar su autonomía de producción y de estrategia comercial. Pero, ¿cómo es posible entonces que pequeñas y medianas empresas dispongan de suficiente información y contactos para abrirse paso en el mercado internacional? El mecanismo fundamental consiste en que otras pequeñas y medianas empresas se han especializado en las operaciones comerciales de intermediarios en el mercado internacional: en 1980 existían en Hong Kong más de 14.000 empresas destinadas a la exportación-importación. Son estas empresas las que establecen los contactos con los mercados alemán, americano, inglés, etcétera, y buscan luego en Hong Kong las empresas adecuadas para satisfacer los pedidos. Estas empresas importación-exportación no son diferentes en su dimensión o en su importancia económica de las empresas productoras, ni tampoco se establecen entre los dos sectores de actividad relaciones permanentes de dominación, sino que se trata de un patrón cambiante, según la conveniencia de cada uno. En los últimos años, las empresas multinacionales han invertido en Hong Kong para beneficiarse de sus ganancias, pero lo han hecho siguiendo el mismo modelo de flexibilidad y de basarse en la pequeña empresa. Por otro lado, su importancia es minoritaria. Según los últimos datos disponibles, en 1974 las inversiones extranjeras representaban tan sólo el 0,79% de las empresas industriales, el 9,8% del empleo industrial y el 10,9% de las exportaciones de productos manufacturados. Desde entonces han aumentado su importancia, pero no rebasan, a ciencia cierta, el 20%. del valor total de las exportaciones de manufacturas. El otro elemento fundamental para permitir a la pequeña y mediana empresa el competir a escala mundial ha sido el apoyo del Gobierno, que incluye, por ejemplo, un seguro para todo riesgo no cubierto por las compañías de seguros privadas, así como información constante sobre tecnología y mercados. En lo que se refiere a la productividad de las pequeñas empresas, según los escasos datos al respecto (5), la productividad del trabajo es algo mayor en la gran empresa, pero la productividad del capital es mucho mayor en la pequeña empresa, precisamente por su facilidad de adaptación a un mercado mundial cambiante y la supresión de costos burocráticos no productivos.

En segundo lugar, la acción del sector público ha sido esencial para proveer toda una serie de servicios sociales que han permitido aumentar sustancialmente el nivel de vida manteniendo el crecimiento real de la masa salarial por debajo del crecimiento de la productividad y, por tanto, incrementando las tasas de inversión. Particularmente importante ha sido el programa de vivienda pública, que empezando en 1954 y acelerando desde 1973 hasta la fecha, aloja a un 45% de la población, seleccionando en base a su nivel de ingresos, años de residencia y tamaño familiar: en 1983-1986, Hong Kong produce cuatro viviendas sociales por hora, de calidad superior a la española, aunque con mucho menos espacio (25 metros cuadrados para una familia de cinco miembros). El masivo programa de vivienda ha tenido un efecto decisivo no sólo en el mantenimiento de un nivel salarial bajo y en la creación de demanda, sino sobre todo en la estabilización de una población emigrante que va llegando de China en oleadas sucesivas y cuyo derecho de residencia, tanto legal como materialmente, se ve confirmado por su acceso al estatuto de inquilino permanente de una vivienda pública. Tal es la base más importante de la relativa paz social que Hong Kong ha vivido desde 1967 pese a la ausencia de democracia política. (La autoridad absoluta sigue en manos del gobernador inglés.) Cierta mente, un 10% de la población de Hong Kong vive aún en chabolas, y un 1% en los famosos juncos flotantes que tanto impresionan a los turistas. Pero la proporción disminuye, en contra de lo que ocurre en la mayoría del Tercer Mundo, incluyendo países en vías de industrialización como Taiwan, Brasil o México. En suma, la intervención creciente del sector público es un elemento decisivo para la estabilidad social, la mejora del nivel de vida con bajos costos salariales, el incremento de la productividad y la reorientación de la economía, en adecuada conexión con la flexibilidad de un sector privado cuyo motor es la pequeña empresa.

En tercer lugar, el financiamiento de esta intervención pública se ha hecho de forma no inflacionista en base a dos elementos: a) La existencia de una fuente propia de ingresos propiedad del Estado, que en Hong Kong es la tierra y las concesiones de servicios, pero que en otras condiciones pueden ser empresas públicas rentables. b) La generación de altos ingresos fiscales en correspondencia con la generación de riqueza en base al dinamismo del sector privado y, en particular, a la conquista de partes adicionales del mercado mundial.

Competitividad

En cuarto lugar, la competitividad ha sido posible por la relativa estabilidad de la moneda y el mantenimiento de un diferencial favorable de inflación con respecto a los principales mercados hasta 1979. El control relativo de la inflación (con excepción de 1973 y 1974) se debió ante todo a la estabilidad de los precios agrícolas y de materias primas, procedentes sobre todo de China. Se trata, pues, de un precio político, pero en otros contextos puede obtenerse por medio de un aumento de productividad en la agricultura que permita disminuir los costos de producción (caso actual de Estados Unidos, por ejemplo). La estabilidad de la moneda es un tema mucho más complicado, sobre todo a partir de la flotación del. dólar de Hong Kong desde 1974 (actualmente, 1 dólar americano equivale a 6,6 dólares Hong Kong). Pero, fundamentalmente, ha sido obtenida (con una depreciación moderada en los últimos años) en base a flujos de capitales especulativos que operan desde Hong Kong y que, en su movimiento total (sobre el que no hay estadísticas), parecen compensar el déficit de balanza por cuenta corriente, crónico de la economía de Hong Kong (en efecto, por paradójico que parezca, el valor de las importaciones supera al de las exportaciones, al ser Hong HongPasa a la página 41

Viene de la página 40

una economía totalmente dependiente de todo aquello que no produce, o sea, casi todo). La atracción de un enorme flujo de capital multinacional a Hong Kong como punto de partida para sus inversiones en Asia y como centro de especulación financiera mundial ha sido facilitada por la ausencia total de control de cambios, la estabilidad política del país, la ausencia de intervención pública en el mercado de capitales, el nivel casi nulo de imposición y la existencia en Hong Kong de un excelente sistema de comunicación y telecomunicación a nivel mundial. En 1980, el sector financiero representa el 22% del PIB, aun cuando sólo emplea el 5,7% de la fuerza de trabajo. Sin embargo, no es evidente que la transformación de Hong Kong en un centro financiero haya beneficiado al dinamismo de su economía.

Más de la cuarta parte de la inversión bancaria se ha efectuado en especulación inmobiliaria, en marcado contraste con el espíritu empresarial de los primeros tiempos; los grandes bancos multinacionales tienden a utilizar Hong Kong como lugar de operaciones para proporcionar préstamos con escasa cobertura a sus propias filiales en otros países. Así, un mercado casi puramente especulativo ha florecido en los últimos años (las llamadas Deposit Taking Companies, DTC) obligando incluso al Gobierno a intervenir por primera vez, mediante unas reforma de la ley bancaria que trata de poner orden en los mercados para evitar su autodestrucción (6).

Tal vez sea esta nueva fase de inversión financiera, ampliamente especulativa, como elemento dominante de la economía de Hong Hong, la que represente la fuente potencial de su futura crisis. La proporción de dinero prestado por los bancos en Hong Kong para la actividad inmobiliaria pasó del 6,7% en 1970 al 26,4% en 1982, mientras que la cifra equivalente para el sector manufacturero descendió del 19,2% en 1970 al 10,5% en 1982.

Cuando en julio de 1982 la declaración del Gobierno chino anunciando su intención de recuperar los nuevos territorios (96% de la superficie de Hong Kong) a la expiración del arriendo al Reino Unido en 1997 deprimió dramáticamente el mercado inmobiliario, numerosos bancos sufrieron pérdidas considerables y una buena parte del capital especulativo empezó a buscar nuevas plataformas de operación, en particular Singapur.

La enseñanza fundamental de estos hechos, a través de sus aspectos negativos del proceso más reciente de la economía de Hong Hong, es la necesidad de que el Gobierno pueda intervenir en los mercados financieros con el fin de asegurar la conexión entre el capital y la inversión productiva.

Las lecciones de Hong Kong

La realidad del modelo de Hong Kong, por encima de su especificidad histórica ligada a su doble conexión con China y con el Reino Unido, no corresponde al mito ideológico creado por el monetarismo. La lección fundamental que nos enseña es la de la posibilidad de un rápido crecimiento económico, con aumento sustancial del nivel de vida, en base a la combinación entre, por una parte, un Estado eficaz y capaz de desarrollar servicios públicos y orientar las grandes opciones, en base a su control directo de fuentes generadoras de recursos, y, por otra parte, un sector privado dinámico y empresarial, en que las pequeñas y medianas empresas dispongan de créditos, de la información y de la flexibilidad suficientes para conquistar nuevas partes del mercado en una economía abierta e internacionalizada. La necesaria protección de los derechos de los trabajadores y el desarrollo de la democracia política no contradicen el modelo en sus fuentes fundamentales de productividad. Más bien al contrario, añadirían flexibilidad a un sistema social que empieza a resentirse de las fuentes potenciales de conflicto y de la estrechez de los canales institucionales para la expresión y gestión de dicho conflicto.Dentro de unos pocos años Hong Kong dejará de ser lo que es para convertirse en una pieza esencial de la nueva economía china, abierta al mundo. Pero su mito quedará. Y es importante que en el mundo occidental sepamos interpretar la realidad histórica de ese mensaje en toda su complejidad. Que sepamos que más que el libre juego del mercado, encontramos la productividad del trabajo. Que tras la fachada de los bajos salarios directos encontramos un amplio sistema de salarios indirectos provistos por el sector público. Y que en vez de las grandes multinacionales encontramos una economía de exportación creada por la iniciativa de la pequeña empresa y apoyada por el Gobierno.

Hong Kong es un testimonio económico contra la burocracia estatista y el monopolio capitalista. Y también, a otro nivel, es una historia de cómo la voluntad humana y el esfuerzo del trabajo pueden hacer florecer el árbol de la vida y del progreso en un islote sin recursos, refugio de piratas, traficantes y colonialistas, en un remoto paraje del mar meridional de China.

(1) Para datos y análisis sobre el desarrollo urbano, ver: M. Castells, The shek-kipmei syndrome: public housig, economic development and urban estructure in Hong Kong. Hong Kong, Centre for Urban Studies, University of Hong Kong, 1983.(2) Véase: David Letlibridge, "The business environment and employment", en D. Letlibridge (editor), obra citada, 1980, páginas 90 y siguientes,

(3) Véase E. K. Y. Chen, "The pattem of economic growth in Hong Kong, 1961-1976. a quantitative analysis", en Leung-ChiKeung (editor), Hong Kong: dilemnas of growth. Hong Kong, Centre for Asian Studies, University of Hong Kong, 1980, páginas 219-236. Asimismo: Edward K. Y. Chen, Hypergrowth in the asian economies., Londres, MacMillan, 1979.

(4) Véase: Victor Sit y otros, Smali, scale industry in a laissez-faire economy. Hong Kong, Centre of Asian Studies, Occasional Paper, número 30, 1979.

(5) Véase T. B. Lin and Y. P. Ho, "The past experience, present constraints and future course of industrial diversification in Hong Kong", in Joseph Y. S. Cheng (editor), obra citada, 1982, páginas 81-108.

(6) Véase la excelente monografía de Y. C. Jao, The financial structure of Hong Kong. University of Hong Kong, Department of Economies, 1983 (de próxima publicación por Oxford University Press).

Manuel Castells es catedrático de Planificación de la universidad de California-Berkeley. Recientemente ha pasado un período como profesor -visitante en la universidad de Hong Kong.

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