El "duende' de Lola Flores anima las noches del Ramadán argelino
El verano argelino vive a la hora española, y la primera de nuestras embajadoras se llama Lola Flores, quien, acompañada de Carmen Flores, el cantaor Chocolate y otros miembros de su compañía, ha cosechado anoche un éxito grandioso en la capital argelina. Es la primera vez que Lola visita este país, y aunque un poco asustada al principio por la furia del público (mediada la representación, se ve obligada a repeler a un equipo de la televisión que sube al estrado: "Aquí sólo bailo yo..."), se descrispa al final y no vacila en contonearse a lo árabe -cintura, pechos, espalda- al ritmo de una sala caldeada al rojo vivo.
"Lamento que no hable árabe, pero tengo sangre mora en las venas y todos mis gitanos la tienen. Nosotros tenemos a Jesucristo y vosotros a Alá, pero Dios no hay más que uno. Gracias a este país argelino". La sala, compartida por españoles y argelinos que jalean a Lola, cada uno a su ritmo, se viene abajo y no hay forma de saber si el espectáculo más desbordante está en el escenario o en las butacas.A iniciativa del Ministerio de Cultura argelino, después de la visita de los Reyes de España a este país en mayo pasado, se ha preparado un vasto programa de actividades culturales españolas, cuya primera etapa contiene la presentación de intérpretes de flamenco. Por Argel, Orán, Constantina y otras localidades de Argelia van a actuar, tras Lola Flores, La Polaca, Carmen Sevilla, el ballet de Rafael de Córdova y La Chunga. El abanico es de primera categoría y la memoria argelina no recuerda nada parecido.
Lo que los argelinos califican de música andaluza, objeto de festivales veraniegos, que gozan aquí de una gran popularidad, tiene poco que ver con el flamenco, puesto que se trata (de conjuntos musicales donde el ritmo es menos elevado que el que impregna nuestro cante jondo. El acorde argelino es más melodioso, sentimental y de menor aspaviento: "Es como la flor del jazmín que se mece bajo la tenue brisa de las noches del verano mediterráneo".
Pero ayer Lola Flores fue el volcán en plena actividad que esperaba el público de Argel, y a pesar de su corta duración, después de una Carmen Flores que se equivocó de público y lugar al limitarse a interpretar tonadas de boite madrileña, bastó para arrancar al público de sus asientos y llenar de españolismo a Argel, reconstruyendo un contorno que, salvado el matiz de cada cosa, recordaba el Mundial de 1982, tras la victoria argelina sobre Alemania.
Para un público que, como el argelino, se siente identificado con casi todo lo que se llame español, la llegada de Lola Flores ha sido la recompensa más agradable que podía ofrecérsele en esta época anual del Ramadán. Hay que ver la fruición con que los argelinos instalan cacerolas de aluminio al final de sus antenas VHF de televisión para ampliar la señal de la televisión española, que llega hasta aquí con bastante facilidad. La señal de Lola tuvo ayer una amplitud que rebasaba todo lo lineal y todo lo que se podía prever. Por 30 dinares (el equivalente a 800 pesetas, lo que aquí es un precio relativamente barato), el público comulgó con Lola a los acentos del más movido de los requiebros andaluces. La Emperaora se aproxima a ras del escenario, se deshace del micrófono metiéndoselo en el escote generoso de su traje largo, rosa y malva, y llama a un argelino a subir al estrado, lo que suscita un movimiento telúrico en toda la sala.
Conclusión a guisa de mensaje de un espectador argelino, de los que tienen una cacerola en la antena: "Menos mal que nos llegó la Lola para cambiar el empalagamiento del Julio Iglesias". Precisamente la Faraona interpretó una de las canciones de nuestro monumento del hit parade, pero advirtiendo por peteneras: "La voy a cantar a mi aire, no como lo hace Julio". Y allá iba otra andanada frenética de aplausos, compartidos entre los españoles y latinoamericanos (con Lola terminando con un ritmo colombiano) y los árabes de Bab-el-Ued, con perfume de miel, pestiños y otras golosinas del Ramadán filtrándose desde la calle.
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