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La victoria conservadora en el Reino Unido

La señora Thatcher ha ganado las elecciones, y sin duda es una victoria para un jefe de Gobierno que logra consolidar su poder en tiempo de crisis. Pero no es menos cierto que si la dama de hierro ha ganado, son sobre todo los laboristas los que han perdido, sufriendo una memorable derrota. Pese a la mayoría absoluta conquistada en la Cámara de los Comunes por el Partido Conservador, se comprueba que, en votos, la señora Thatcher no ha mejorado sus resultados de 1979. Más de un británico sobre dos se ha negado a aprobar las duras medidas que ella prescribe. Esta paradoja, que ilustra la relación imperfecta -es lo menos que puede decirse- entre el número de votos recogidos y el número de escaños ganados, se explica, en parte, por el sistema electoral que rige al otro lado de La Mancha. Pero esta ley electoral injusta, que defienden ambos partidos tradicionales, no explica, sin embargo, todo. La otra clave de la importante victoria de la señora Thatcher es la actitud totalmente suicida adoptada desde hace años por el Partido Laborista.Ninguno de los dos grandes partidos en un sistema bipartidario puede radicalizarse sin correr el riesgo de hundirse. Tal es la dura, pero previsible, lección que se desprende y que deben meditar los dirigentes laboristas y también los sindicalistas radicales, cuya responsabilidad es grave en esta lenta desviación del partido. Esta des viación hacia el desarme unilateral, el repudio de toda idea europea, la exaltación del proteccionismo, la crispación sobre un modelo económico superado y sobre una política de nacionalizaciones en todas las direcciones ha sido literalmente impuesta al partido por una minoría activista que reagrupa a simpatizantes comunistas, trotskistas y pacifistas.

11 de junio

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