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Mitterrand alaba en Ajaccio la identidad de los corsos "dentro de la nación francesa"

En una atmósfera correcta y digna, sin desbordamiento de ninguna especie, el presidente de la República francesa, François Mitterrand inició ayer su primera visita oficial a Córcega. En todas sus intervenciones públicas alabó la identidad del pueblo corso "en el marco de la nación francesa". A los dirigentes y representantes efectos les ha prometido ayuda económica para resolver sus múltiples y serios problemas. El imponente dispositivo de seguridad que rodea al presidente sorprende a los isleños.

Ayer, en Corte, la capital histórica de Córcega, donde hace dos años se inauguró la primera universidad de la isla, algunas decenas de estudiantes intentaron manifestarse, voceando lemas nacionalistas, cuando Mitterrand estaba a punto de llegar al foro docente. A la policía no le costó trabajo disuadir a los perturbadores del orden. Fue el único incidente, sin mayor importancia, del peregrinaje de Mitterrand por esta montaña en el mar que es Córcega y que, cada vez que viene un presidente de París, se convierte en una montaña en estado de sitio. "Esto ya empieza a ser vergonzoso", se comenta en un bar de Ajaccio; "aquí no se ven más que periodistas y policías", exagera un buen señor que se pasea por el puerto de la ciudad.Por poco que se pulsen los sentimientos de las gentes, se nota inmediatamente el desagrado inspirado por la riada de gendarmes que ha invadido la isla para proteger a Mitterrand. Además, con el presidente han venido el ministro del Interior y de la Descentralización, Gaston Defferre, y el secretario de Estado para la Seguridad Pública, Joseph Franceschi: "Se ve que somos peligrosos", sentencia irónicamente un interlocutor en las inmediaciones de la universidad de Corte.

Tanto policía, y las palabras vacías que, hasta la fecha, les han regalado siempre los presidentes franceses a los corsos, explicarían el recibimiento digno, sin más, que ayer le hicieron a Mitterrand en Ajaccio (54.000 habitantes), la capital administrativa de Córcega. Apenas Regarían a 1.000 las personas que escucharon el discurso que se había anunciado como el más importante de la gira presidencial y que ha dado el tono de la misión que se ha propuesto Mitterrand en la isla de belleza.

Córcega es la primera región francesa que se ha beneficiado de la descentralización legislada por los socialistas en cuanto llegaron al poder en 1981. Va a hacer un año en agosto que eligió una asamblea que, teóricamente, administra la isla. En la práctica, aquí, nadie está contento, porque el organismo en cuestión no dispone de medios, ni conoce muy bien sus competencias. El Gobierno, privilegiando a Córcega, quiso con una cierta autonomía administrativa arruinar la semilla independentista y violenta. Pero el año pasado se contabilizaron 800 atentados y en lo que va de 1983, a pesar del superflic Robert Broussard, destinado aquí para acabar con los clandestinos del Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC), ya se cuentan más de 200 explosiones. Por todo esto, Mitterrand ha venido a reactivar las instituciones, prometiendo medios y reconociendo su identidad.

¿Habrán quedado satisfechos los independentistas, que declararon una tregua explosiva para respetar la presencia de Mitterrand? Mientras éste recorre la isla, los nacionalistas han desplegado más de 10.000 carteles y repartido 20.000 pasquines hablando de descolonización. Al tiempo, los autonomistas del doctor Simeoni escuchan y desmenuzan cada palabra del presidente. "De no cambiar la política parisiense", han declarado, "nuestra paciencia se acabará y el abandono de la asamblea corsa elegida el verano último sería una posibilidad a considerar".

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