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La victoria conservadora en el Reino Unido

En la madrugada, los primeros resultados de la elección británica tienen ya un sentido inequívoco: el triunfo conservador anticipado por las encuestas ha sido confirmado. Victoria en verdad muy amplia, que aproxima a la derecha a los 400 escaños, frente a un laborismo severamente reducido a poco más de 200 diputados. La tercera noticia era inesperada: el centrismo ha fracasado y la suya es una derrota sin paliativos.Muchas gentes ajenas al conservatismo se felicitarán por este resultado. Porque el triunfo de la señora Tatcher, como siempre que se debate, una razón histórica, trasciende los intereses de partido. Es el triunfo del buen sentido frente al utopismo trivial. Y es para toda Europa la confirmación de un poderoso elemento de estabilidad y de audacia política. La señora Tatcher ha triunfado, sobre todo, por cuatro razones: su capacidad para transmitir energía a un pueblo que se debatía en la incertidumbre de la crisis; su sentido tozudo del patriotismo, que la llevó hasta la aventura de las Malvinas; su instinto de las realidades, que la empeñó en una batalla a muerte contra la inflación, y su opción ante las tensiones entre los bloques, que la empujó a alinearse frente al despliegue del pacifismo dirigido por la Unión Soviética.

En contraste con esta política, el laborismo del señor Foot se lanzó a la flotación utópica. Convencido de que la prosperidad era un fruto estacional que brotaba de los árboles, el señor Foot sucumbió ayer ante la fuerza de una mujer capaz de proclamar contra viento y marea las desagradables verdades de la realidad: la necesidad de producir más, con mejores calidades y precios, como única salida de la crisis. En medio de sus disensiones internas, el laborismo rozó precisamente los dos cables de alta tensión que, en una democracia occidental, no pueden tocarse sin riesgo de electrocución: el señor Foot puso en cuestión la maquinaria económica -esto es, el mecanismo de producir, vender, emplear e innovar-, que en Occidente vive y se renueva por la fuerza de la sociedad, no del Estado.

10 de junio

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